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Si el señor Bonet recibía a Julia carente de toda cordura, una de dos: dejaría de hablarle, o me tocaría echarme la culpa por lo sucedido.

Terminé cediéndole un espacio en mi cama luego de darle una ducha fría en mi baño. Julia y yo entramos a hurtadillas porque si bien Nora es más comprensiva que Bonet, de vernos en aquellas pintas, se enfadaría con ambas. Cuando a la verdad yo ni piqué ni disfruté tajada de lo ocurrido. Y Julia respeta a mi madre, más que a su padre o a mí. No obstante, también estaba enfadada con ella porque antes de irme del cumpleaños de Matt, supe lo ocurrido con Axmiel Chuker.

Y comprendí como es normal, su enojo al romper la botella. Él había hecho el bien y lo juzgaron como malvado. Sin saber. Sin ver. Y por supuesto sin comprender. Al menos me queda (pienso, al mirar a Julia desayunar como hurón escondido en mi cuarto), el alivio de que fui amable con él. Y la alegría de que él fue amable conmigo, hace que sonría en todo el camino hacia la casa de Doña Pipa.

Julia fue a su casa para tomar un cambio de ropa, sabiendo que su padre ya está en comisaría a estas horas matutinas. No hablamos del tema de anoche pero claro está que lo debatiremos hoy después de la partida de dominó.

— Buenos días.

— Eh hola –me extraño.

Aria nunca me recibe en las mañanas, al contrario: se queda haciendo sus quehaceres y yo tengo que arrastrar fuera todas las mesas para abrir Cacao y Licuados.

— Buenos días, Aria –llego a su lado y agrego– ¿Se te ofrece algo?

— Sí –toma mi muñeca–, ven.

Me arrastra dentro de su casa. Entiendo entonces, que tenemos un problema. De grandes magnitudes. Porque Aria jamás me deja entrar y ahora por su propio gusto me conduce hasta su cocina.

— Debemos hablar antes de que él llegue.

— ¿Él? ¿Quién? –rastreo.

— Tu compañero –me recuerda– ¿Lo olvidaste?

— Oh sí, por un momento...bueno tú dirás.

— Quiero que quede claro que yo no lo contrataría si no me lo hubiese pedido el mismísimo Igor Bonet, como emisario del alcalde.

Sin dudas, me asombro de esa petición pero continúo oyendo:

— Tú eres la única en quien confío para hacer la labor que te pediré: vigilarlo. Temo que ese muchacho tenga sus mañas y me robe algo, así que prohíbele la entrada a mi casa como yo lo hice contigo en tu llegada. Dile todas las normas que te dicho y enséñale a ser eficiente, porque no quiero perder dinero y mucho menos clientes. Mantente alerta por si realiza llamadas telefónicas. Sus teléfonos están pinchados pero quizá puedan hablar en clave o algo así, niña. No le quites ojo de encima, Iria. Él va a estar a prueba aunque yo no se lo diga. Resulta que los que llevan el caso de los Harzal, me dieron jurisdicción para echarlo si su trabajo no es de mi agrado.

— Es que es tu Café, eres la dueña.

— Así es –afirma orgullosa.

— Muy bien, puedes tener toda la confianza en mí, Pipa, digo: Aria.

— Eso lo sé –acaricia mi hombro–, eres una buena chica. Anda, ya puedes irte.

De repente ya no es una caricia, sino toques en mi hombro lo que me insta a irme.

Afuera, percibo la llegada de Axmiel Chuker y en consecuencia me alarmo por dentro. Él será mi compañero; no otro de sus hermanos como me hice creer antes.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora