45

107 101 12
                                    

Mamá continúa tratándome de forma esquiva cuando llego de comisaría.

Tomo una ducha para reorganizar pensamientos y acciones. La cuales, se concentran en citar a Julia, y a Matt en casa, claro que en horarios diferentes.

— Me asustó un poco ese mensaje, recuerda que sé detectar tus vibes negativas.

— Sí, bueno, el tema a tratar es delicado. Entra –invito.

— ¿Qué tal un entrante? No sé, helado de almendras o algo así –comenta–. Las clases de Sardri me tiene con antojo, estoy peor que una embarazada.

Cuando descifra mi ojeada interrogativa, agrega:

— No, Iria, no estoy encinta.

— Vale bien pero solo tengo helado de té verde...

— Guácala ¿eso existe? –duda.

— Sí, y es muy famoso.

— ¿En dónde, en la cochinchina?

— No, en Japón –repongo.

— Ay que joderse contigo y tus alimentos nutritivos –observa,

Y me hace reír.

— Tengo paletas de vainilla ¿Te apetece eso?

— Oki doki.

Vuelvo a reír a causa de su expresión y me adentro en la cocina para buscar la paleta.

De regreso me dirijo al dormitorio en dónde Julia me espera dándose vueltas en mi silla del escritorio. La detengo con una mano y entrego la paleta. Se saca el chicle mientras la veo mal porque lo lanza al cesto de la basura y cae fuera.

— Soy un desastre...

— ¿En serio? ¿Y ahora es que lo notas?

— Como sea, dime: ¿qué es lo que tienes que contarme con urgencia y en privado?

— Verás...–tomo asiento a los pies de la cama– es algo que por años he pospuesto contarte porque es demasiado complicado soltarlo sin más. Yo te quiero muchísimo ¿lo sabes, verdad?

— Obvio cagona.

Vuelvo a reír.

— Ya detente, estoy hablando en serio.

— ¡Yo también! –evidencia con ambas manos– Sé que me quieres ¿cuál es el drama?

— No es drama, es que...yo hice algo que te afecta y en su momento debí contarte pero todo se convirtió en una bola de nieve imposible de proveer por mí. Yo no tenía ni idea de que el desenlace de las cosas fuera a ser así

— Iria –me detiene–, estás preocupándome, en serio, solo dilo.

— Es que no puedo, odiaría perderte.

— ¡Coño solo dilo, me tienes asustada! –muestra– Basta de tocarte las sortijas y habla. Di: hice esto. Punto.

Aspiro para ahuyentar mis lágrimas insipientes. Uno de mis pies tamborilea contra el piso. No paro de hacerlo. Julia me evalúa con su mirada que intenta descifrar esta incógnita y ha dejado de chupar la paleta.

— Solo habla, Iria, eres mi hermana del alma. Yo nunca te alejaría...

— Sí, sí...tal vez si sabes la verdad detrás de todo.

Rompo en llanto, me veo a mi misma siendo abrazada por Julia que se arrodilla para hacerlo, pero mis ojos quedan cerrados. Aúno fuerza para calmarme de este estallido y la aparto: la devuelvo a la silla.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora