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Justo ahora, la cautela es nuestra mejor aliada y el sigilo un arma decisiva.

Hemos dejado el auto varado en carretera por precaución para no llamar la atención. De modo que nos servimos de nuestros pies mientras avanzamos medianamente agazapados por el lateral del edificio. En parte por la ausencia de planes que nos permitan proceder es que surte una discusión cuando, a través del cristal de cierta ventana, divisamos a dos guardias custodiando una puerta ancha y alta.

— Esto no pinta bien –plantea Matt.

No luce asustado, sino coherente con la situación que en efecto nos deja mal parado a nosotros. Esos hombres son policías y Julia los conoce, llevan armas y nosotros cuchillos.

— Yo iré...

— ¡No! –sentencio– Es una locura, hay que pensar

— Iria –interrumpe– ya tuvimos todo el camino para pensar y no ideamos nada.

— Julia no seas terca.

— Y tú no seas cagona.

— No tengo miedo –defiendo–, ya basta de decirme así.

Matt nos observa pasándose la mano por el cabello. Julia va proferir palabra pero un ruido a nuestras espaldas la hace detenerse. Giramos los cuellos mientras nos apretujamos en el sitio y quien sea que nos sigue; avanza, hasta encontrarnos infraganti. A su vez eleva un arma con la táctica aprendida en años.

— Julia.

— ¿Nel?

Los tres soltamos el aire retenido en tan breves segundos. A la par, veo a Matt sostener con más fuerza su cuchillo.

— ¿Qué haces aquí?

— Tu padre me dijo que viniese, porque le enviaste un mensaje raro y él tenía que salir de Rooth. Me dijo que verificara que todo estuviera en orden, sin embargo, es obvio que algo ocurre –puntea hacia atrás–. Encontré un auto mal parqueado, con pinta de estar abandonado en carretera. ¿Algo que quieran decir?

— Mirta Harzal está viva.

— ¡Julia! –sisea Matt– ¿Cómo sabes que no es uno de ellos?

— ¿Uno de quién? –media Nel.

— Porque si mi padre confía en él como para cederle su tranquilidad respecto a mi seguridad, yo también confío en Nel. Además, apostaría a que Mirta no iba a sobornar a alguien con tan pocas influencias en el cuerpo de policía, sin ofender Nel.

— Eso es correcto –aporto–, también lo creo.

— Axmiel me dijo que estabas en peligro Iria, que Izer no era alguien limpio pero esa charla fue muy ambigua. Entiendo que algo pasa pero no comprendo qué. Escuchen –condiciona con una mano–, necesito saber lo mismo que ustedes saben y quizá no es el mejor momento pero igual tiene que ser ahora. Hablen.

Matt es quién detalla los aspectos referentes a Mirta, así como la complicidad con Izer. Nel reconoce que fue López quién se encargó del traslado de los cuerpos, y ahora López se encuentra custodiando esa puerta. De compañero tiene a Rufino, que es el médico legista de Rooth y por supuesto quien llevó a cabo la falsa necropsia del cadáver de Mirta.

— Voy a entrar –dice Nel en tono bajo–. Rodearé la construcción para no atraerlos hacia ustedes, sino hasta mí, e intentaré retenerlos. De ustedes necesito que llamen a este número –entrega su móvil– y pidan refuerzos en mi nombre. Yo voy a estar custodiando la puerta...

— ¿Y cuándo salgan qué? –pido saber– ¿Qué haremos si salen antes de que lleguen esos refuerzos y te vean a ti?

— Iria tiene razón, Nel –alega Julia.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora