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Iria es del tipo de chica con la que no pensé toparme jamás. De esas que por lógica siempre supe que existían en algún lugar. O en muchos. Pero no creía que iba a cruzarse en mi camino.

Puedo resumir que mi poca pero marcada relación con las mujeres ha sido una lucha de poder. En donde yo cedía y ellas ponían las reglas: primero mamá, luego Leila, después Mirta. Con mamá fue la más sana, con Leila, la más inocente y con Mirta la más dependiente. Todas pasaron por mí y se fueron para dejarme siempre con la idea de que algo más podría venir detrás de ellas.

Una mujer que me enseñara que no hay demasiadas reglas que seguir (como solía representar mamá), ni mucho inalcanzable que conquistar (como me figuró Leila), ni mucho menos que el amor se ordena (como me obligaba a sentir Mirta).

Iria puede no ser la personificación de esa mujer pero mientras nos ponemos de acuerdo sin mucho lío, hablamos del pasado y las insatisfacciones, o nos reímos de lo malo para celebrar lo bueno, o cuando hacemos equipo y lo hacemos bien, ella es alguien a quien reconozco como una amiga.

Iria es mi amiga y quiero que lo sea porque a fin de cuentas es lo único que aprecio de Rooth. A consecuencia de ello, pensé en cómo podía ayudarla respecto a lo de su madre en silla de recuerdas. Pese a que ella no lo ha mencionado, ya de antes lo sabía. Entonces, me dije que yo no necesito mucho para vivir mientras estoy aquí. Ella por el contrario sí que tiene sueños, necesidades y ganas de superarse. Y a pesar de que las propinas nos sean gran cosa, siento que aporto algo con que ella se lleve todo, sea un día más, u otro día menos. Con todo, siempre será algo.

— ¡¿Y esto qué es?! –inspecciona Sar cruzando el umbral.

La gran sorpresa viene detrás de él: Julia.

— ¿Iria? ¿Qué haces aquí?

— Preparamos combos para vender mañana. Algo extra...

— ¡Anda hermanito qué bien! –observa Sar con ánimo fingido, y ve a Julia– Se nos ha jodido el plan...

Iria conoce como yo sus intenciones y a diferencia mía le pesa que seamos mal tercio.

— Pues sí –corroboro– y mucho, Sardrián porque esto va para largo.

— Podemos seguir en otro lado

— No –dictamino mirando a Iria–. Si quieren quedarse solos, ayuden.

— Por mí no hay problema –dice Julia a su novio.

A consecuencia, los cuatro iniciamos otra ronda de confección. Misma que a la larga será beneficiosa pero a la corta termina por ser algo incómodo. Empezando por mí que me siento mal de repente. Tuve la idea de juntar a estos dos que tengo en frente. No obstante, al ver la sonrisa de Julia, mientras ayuda a mejorar el trabajo de mi hermano y él lo permite por dar rienda suelta al roce de sus manos, me ilustro que fue un error.

Porque nace de una manipulación y acabará en algo terrible si lo mido por mi propia experiencia.

El incordio sigue por parte de Iria, quien ni corta ni perezosa parece a mis ojos, no muy contenta con la presencia de los novios. De manera que no ha vuelto a mirar a los ojos a nadie: solo ve abajo, toma lo que necesita y continúa. Al final del tedio están los novios: quienes se vieron metidos en una encerrona, lo cual no es divertido.

No hay tema de conversación, ni música pero sí mucho trabajo. De forma que al sentir el ruido de voces por el pasillo, una que otra risa y la manija abrirse, nadie se sorprende de ver a Ra, Etrian y Mirko.

— ¡¿Y esto qué cosa es?! –evoca Mirko, sin saber, a Sar en su momento.

— Una encerrona –digo sin más.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora