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Cuando llegué a casa Julia no estaba.

Por supuesto supe que la llamada a su padre era una mentira para no alertarlo como ya había pasado conmigo. Sin embargo, yendo camino a casa me permití creer que tal vez si estuviese en compañía de Candi y mamá.

— ¿Todo bien Iria? –indagó Nora– No es normal verte tan pegada al móvil.

— No es nada, solo espero un mensaje.

— ¿De Julia?

— Eh...no. De Nel, Nel Yera, el pelirrojo de comisaría.

— ¿Y eso?

— Me ha invitado hoy a un festejo en el Caney de la plaza.

— Si vas a ir, cuídate cariño. ¿Julia no va?

— Creo que no.

Candela se fue poco después. Ya que por hoy no hicimos ninguna partida de dominó y Julia dio señales de vida luego de acabar mi cena. Dijo que dormiría hasta el amanecer, sin jugar ni una partida online.

Omití comentarle a mamá del tema para no preocuparla en vano con la ausencia de Julia. Que al final resultó estar viéndose con alguien. No me dijo el nombre para prologar mi curiosidad hasta mañana. Aunque, cabe la posibilidad de que tema un sermón negativo por mi parte. A consecuencia, me fui al festejo todavía preocupándome por Julia. Ocupé con Nel una mesa sin hablar casi nada hasta que Candela se nos arrimó con cara de pocos amigos y trayendo a su hermana como si fuera un remolque.

— ¿Todo bien? –articula Nel al ver lo que yo.

— Te sientas ahí –ordena Candi antes de respondernos–. Se ha vuelto loca, ese es el problema.

Sin comentar nada veo con ojos curiosos a Candela. Porque no me parece que su hermana y ella estén disgustadas. Lucía, como Candi, es una chica dulce aunque medio mimada como dicen algunos pero no es caprichosa. O no tiene la fama de ello.

— ¿Puedo al menos acercarme a la barra? –plantea la hija menor del alcalde– Tengo la garganta seca, Candela.

— Ve.

Los tres despedimos a Lucía de la mesa: viéndola como va arreglándose el cabello hasta que llega a la barra.

— Candi –me acerco a ella–, nunca te había visto así de enojada...no con ella; con nadie.

— Ya sé pero

— Iria –interrumpe Nel con su mano tocando mi hombro–. Necesito coger esta llamada.

— Claro, no importa.

— ¿No bailan ustedes? –se extraña Candi.

Lo cierto es que las parejas están amontonadas en la entrada y nosotros rezagados cerca de la parte trasera del Caney, solo bebemos, o picamos carne asada, y jamón con queso. Candi trajo en sus manos dos platos desechables de chicharritas pero no pienso tomar de su ración.

Aún es temprano, las animaciones y dinámicas suelen comenzar después de las doce. En consecuencia de ello, cada año me pierdo estas actividades y hoy no creo que dure mucho más aquí.

— Fue una cita inesperada...

— Él no te interesa en absoluto –evidencia.

— No, la verdad no.

— Lucía ha perdido los estribos.

— No entiendo Candi ¿Qué ha pasado con ella?

— Prefiero no hablar de ello

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora