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Asimilar que Etrian estuviese muerto era inverosímil. Invité a pasar a Axmiel luego, cuando puse fin al abrazo, queriendo saber lo que él de momento no me había nombrado. Mamá apagó la tele y con esa experiencia que tiene de la vida, supo leer entrelineas el origen de su tristeza.

— Se ha ido mi hermano, Iria. Etrian está muerto –ahí fue que lo supe.

Lo dijo incluso antes de que yo modulase la pregunta. Necesitaba oírse diciéndolo, eso creo, para intentar aceptarlo, o quizá muy en el fondo, procesarlo. Me mordí los labios; volví a rodearlo. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía hacerlo sentir mejor? Un pastoso lo siento no venía al caso. Axmiel sabía que lo sentía; que me dolía. Él necesitaba tenerme cerca, así que le afirmé estar ahí accesible para él. Todo se lo hice saber, con solo un abrazo.

— Iré adentro –pronunció mamá.

A primera instancia pareció que no lo notamos pero sí. De modo que ella se fue pero no al dormitorio para darnos espacio, sino que se direccionó al jardín para cortar varias rosas. Mismas que ahora llevamos en la mano cada cual. Atravesamos el cementerio de Rooth en silencio Julia y yo. Vamos detrás de ellos que cargan la caja fúnebre.

— Es aquí.

Señala el responsable de traernos hasta el hoyo que la alcaldía cedió a los Chuker para enterrar a su hermano.

— Gracias –contesta Raeél.

Como cabeza de familia se encargó del proceso engorroso de esperar que hicieran la autopsia a Etrian. Después lo vistió en el albergue mientras Julia y yo acompañábamos a Sardrián y Axmiel, fuera del edificio insistiéndoles en que tomasen unas infusiones que me traje de casa. Ello sirvió para calmarlos un rato, e incluso Mirko aceptó la bebida pero con pose más retraída. Con lo cual atestigüé que no es de mucho hablar, o de llorar en estos momentos de tragedia. Sardrián por el contrario, no ha dejado de hacerlo, por intervalos en que solo se trata de algunas lágrimas y otros en los que su respiración se torna muy alterada.

La compañía de Julia lo calma.

Mi compañía a Axmiel lo mantiene estable.

— Es tiempo –alega Raeél.

No tenemos ningún cura que despida el duelo porque resulta que el de Rooth está fuera del pueblo, en la ciudad, por causa de una especie de seminario. Por ende solo seremos nosotros los encargados de despedir el duelo y los Chuker a sabiendas de ello no buscan dilatar más el tiempo, sino que toman las palas dispuestos a cubrir el hueco en donde han depositado la caja con el cuerpo de Etrian.

— ¿Alguno quiere decir algo?

Axmiel suelta mi mano para colocarse de cuclillas al borde del hoyo.

— Te querré siempre hermano.

Limpia sus ojos afectados por la pérdida y lanza su rosa. Sardrián iguala esa postura y Julia detrás de él masajea sus hombros. Aunque de momento, Sardrián se encuentra muy estable.

— Eras el mejor de todos...

El tira su rosa.

Mirko le sigue. Da un beso a su flor y la hace caer, porque él ha preferido estar de pie.

— Descansa en paz, te vamos a hacer justicia.

Raeél asiente lleno de complacencia con la sencilla despedida.

— Nunca te olvidaremos –habla como cierre–, tú lugar no permanecerá vacío, ni en la mesa ni en nuestros corazones, hermano.

Julia rodea mis hombros y apega su cabeza a mi hombro. Aspira. Los veo comenzar apalear mientras limpio la humedad de mis ojos con una mano.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora