18 (parte 1)

160 121 14
                                    

Iria me descontroló hace un minuto.

Estaba al alcance de mis manos, tan jodidamente deseable que confundió mis sentimientos y alteró mi cuerpo. Tuve ganas de besarla sin que importase el lugar, de morderle los labios, alzarla entre mis manos e ir hasta su cuello para succionar.

La quise mía pero no podía.

Con todo, ahora que he caminado lejos no consigo olvidar su expresión: la forma entreabierta de sus labios, su respiración pausada como la marea después de un huracán. O que decir de sus manos afincadas en la parte posterior de mi cuello, que prendían fuego a mis deseos de tocarla más. Iria estaba permisible y yo dispuesto pero no podía pasar. No iba a besarla.

Lo ocurrido fue una reacción infundada del momento, de la lírica y ritmo de la canción. De Ra o su canto, pero no fue por amor. Somos amigos; nada más. Lo mejor a hacer es pedir disculpas cuando la vea para poder olvidar.

— ¿Mirko? –me digo.

Mi hermano acaba de adentrarse en la fiesta. Por ende lo persigo porque debemos hablar.

El anillo de Fiona tiene que ser copia.

— Mirko

— ¿Ax que haces tú solo?

— ¿Qué pasó con Fiona?

— He aplacado a la fiera –suspira como recordando algún suceso–. Estábamos mal porque decidí dejarla como bien te había dicho. Pero ¿sabes hermanito?, cuando quieres a alguien, dejarlo ir es el peor camino –sentencia–. Así me tarde para casarme con Fiona, voy a hacerlo, no la dejaré por miedo.

— Me alegra esa valía hermano. Hay algo más que quiero preguntarte...

— Dime.

— Este anillo...–muestro al sacarlo de mi bolcillo– ¿dónde lo conseguiste?

Lo ha reconocido. Me lo dicen sus ojos.

— Fiona me dijo que te lo entregó a ti. ¿Por qué no me lo diste Ax?

Mirko acerca su mano; alejo mi brazo.

— ¿Por qué lo quieres con tanto apremio? No has contestado a mi pregunta.

— Se lo quiero devolver.

— No veo manera –expongo.

— Ya la encontraré.

Aún no dejo que tome el anillo.

— ¿De dónde lo sacaste? –reitero.

— ¿Acaso lo sabes tú? –tantea–. ¿Por qué siento que esperas una respuesta especifica de mí, Axmiel?

— Mirta tenía un añillo idéntico.

— Se lo robé a Mirta...eso piensas. ¿Dime? ¿En serio eso crees de mí, Axmiel? Que le daría a mi novia un anillo robado.

— Mirko, es idéntico...

— ¡Es una copia! –expone– Hay gente que se dedica a eso, Axmiel. ¿O no lo sabes? Sí vi a Mirta con él, muchas veces, y conseguí encontrar ese diseño para el anillo de mi novia. Quería que llevase algo fino aunque fuese copia, en lugar de cualquier baratija original. Pero da igual. Si dudas de mí, has lo que quieras, ni me lo devuelvas...al fin de cuentas yo también te juzgué mal, como ladrón. No es nada que tú hagas lo mismo conmigo.

Siento que es honesto. Raeél nos crió bien, nunca hemos robado y limar asperezas entre hermanos, es lo más sano a hacer esta etapa que atravesamos.

— De acuerdo, te creo –doy el anillo–. Devuélveselo pero ten cuidado, no salgas del pueblo.

— No haré una locura, descuida. Y gracias hermano.

— Espero que estemos de boda muy pronto.

— ¡Y yo! –hago notar.

Su mano rodea mis hombros para irnos de aquí. Volvemos a la mesa en donde se encuentran todos menos Ra. Él sigue su marcha en el escenario, ahora con otra canción de su autoría. La banda de los artistas contratados le hace coro.

Sardrián oscila de un lado a otro al ritmo de la melodía. Al lado de Julia aunque no muy cerca para guardar apariencias. Según yo debería romper esa relación ya, al fin y al cabo, no ha sido de beneficio alguno. El alguacil no trata temas de investigación con su hija. Pero mi hermano, no se ha dado cuenta de ello, o no lo ha meditado.

— ¡Chin, chin! –propone Julia– ¡Por el segundo día!

Iría que solo se dedica a ver la superficie de la mesa, levanta cabeza. Brinda.

Y habla después:

— Julia, tengo sueño. Mejor me voy a casa.

— Vale cariño, ya has cumplido conmigo por hoy. ¿Te llevamos?

— No, deja. Prefiero ir andando sola.

— Iria –nombra Sar–, hay mucho borracho por ahí, podemos hacerte de caravana. No es problema ¿verdad chicos?

Tanto Mirko como yo negamos.

— Lo agradezco pero no.

— Vale –acepta Julia–. Al menos ten mi contacto en el directo por si necesitas marcarme, y cuando llegues, me escribes para saber.

— Bien.

Ella lanza un beso a su amiga y la otra se lo devuelve. A consecuencia me digo que este es el momento perfecto para disculparme por mi comportamiento de antes. O tan solo hablar mientras le hago compañía. Porque lo cierto es que me gusta mucho hablar con ella.

— Iria.

— Dime Axmiel.

— Puedo acompañarte...

— Prefiero ir sola, es la tercera vez que lo digo...por si no te ha quedado claro.

El tono de su voz ha sonado a reproche bien guardado. Y como no entiendo el porqué de su postura, troto detrás de ella. Sin embrago, Iria al notar que la he seguido, apura el paso.

— ¡Iria! –no se detiene–. Iria, oye detente.

Mi mano va a tomarla por el codo pero me jalan hacia atrás.

Hacen que gire y en frente de mí veo a Matt. No quiero bronca pero siento que va a haber bronca.

— Me parece que no te quiere cerca –insinúa con tono desdeñoso.

Regodeándose en que así sea.

Iria se ha alejado a pesar de que fue testigo de la aparición de Matt. Por ende voy detrás de ella. Y Matt me persigue a mí.

— ¡Vete de aquí! No es tú asunto...Iria.

Ella sigue caminado.

— Tampoco era tu asunto cuando te la llevaste del Caney.

— Supéralo hombre.

Me alejo para continuar mi camino. Aunque Matt vuelve a hacer que mi figura cambie de rumbo. De un santiamén sus manos golpean mi pectoral. Retrocedo a causa del impacto viéndolo con cara de: ¿Qué demonios man?

— ¡¿Superar qué?! Criminal de pacotilla...has estado detrás de ella todo este tiempo.

— Estás hablando estupideces y estás borracho –punteo–. Así que desaparece... ¡Iria! –llamo de nuevo.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora