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Hace una hora y quince minutos nos colocamos Nora, Candi, Julia y yo alrededor de la mesa del patio. Mi madre aseveró que tenía frío y por eso llevaba guantes de invierno en sus manos, aunque lo cierto es que busca exhibir su más reciente creación del taller de costura. Mi amiga arrancó una rosa que le molestaba por lo cerca que le rozaba del rostro y terminó colocándosela detrás de la oreja. Candela por su parte, ya tenía en mano bolígrafo y papel para llevar las cuentas de las partidas.

Comenzamos a jugar, hasta que una derrota aplastante por las más veteranas, me llevó a pedir un descanso. Además ofrecí preparar té para las cuatro. De manera que una vez tengo todas las tazas en fila sobre la encimera, pongo miel al gusto, bato y me dirijo al patio con la bandeja.

— Té de tilo para la que no duerme y trasnocha –indico a mamá.

— Té verde para la enfermera.

Ahora es el turno de Candi que me lo recibe con una sonrisa.

— Te negro para la gamer...–Julia bufa.

— Yo soy más de red bull –agrega.

— Y –tomo asiento– té de menta para la camarera.

Un coro de risillas se desprende de mi comentario. Doy una reverencia desde el lugar y bebemos en silencio.

Hasta que Candi pregunta:

— ¿Crees que podrías regalarme algunos de estos? O decirme dónde comprar.

— Te regalaremos muñeca –afirma Nora–, verás, Iria es como una ardilla: no hiberna, sino que se consume lo que tiene almacenado, pero no lo agota; no, ella va y compra más.

— Toda una presa fácil del capitalismo cruel y consumista –señala en son de brindis, mi amiga Julia.

— Que bellos comentarios –alego– pero sí Candi, yo te doy, aunque ¿para qué los necesitas? Digo, si puedo saber.

— Los quiero para Lu. Nora tú me has dicho que esto relaja mucho y mi hermana está muy alterada últimamente.

— Ay muñeca como lo lamento.

Mamá estira su mano desde el extremo opuesto para tomar la de Candi, mientras Julia y yo sostenemos sus antebrazos.

— Me preocupa que esto sea eterno...que no pueda ver a mi hermanita haciendo una vida normal, sino que tenga que resignarme a visitarla en un centro psiquiátrico.

— ¿Tus padres ha mencionado esa opción? –se alarma mamá.

Aunque de cierto modo creo que lo nota coherente. Si Lu está tan mal debería quedar en manos de profesionales de las áreas mentales. Con todo, Nora sabe que entender esto es un motivo de dolor para su amiga y confidente, así que es mejor no ser tan directa en un principio.

— Lo han dicho sí, más que nada porque el doctor que vino a verla lo sugirió. Y no estoy de acuerdo. No quero atentar contra su salud, ni su estabilidad emocional pero es que yo no la veo comportarse al grado en que señaló el doctor.

— Pues yo tampoco me fiaría de él –conviene Julia.

— ¿Sí?

— Claro Candela: mira tus padres no son precisamente personas muy transparentes y tal vez, solo tal vez, lo que quieren es que esta situación acabe: enviar lejos a su hija "enferma" para que otros se encarguen de ella, porque les queda grande el asunto, y si un médico avala eso, pues ya está logrado más del noventa por ciento del trabajo. Escucha, no te enojes conmigo. Esto es lo que pienso y como todas, quisiera lo mejor para Lu...y además yo solo creo que Lucía está sufriendo, no loca, ni esquizofrénica.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora