13 (parte 1)

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Axmiel me ve como una amiga.

Yo lo veo a él como algo más.

Por ende, reconozco el dilema desencadenante: una lucha intensa que separa a dos polos opuestos que coalicionaron pero no se atraen. No del todo.

Entro por la puerta de casa con la cabeza gacha. Diciéndome que debería alejarme de esto que siento porque será peor: será una tortura. Quererlo así y no decirle lo que siento. Porque temo al rechazo tanto como para darle una cita a Nel por mensaje. Pues él me escribió después de la cita fallida que tuvimos en el Caney.

No le respondí. Hasta ahora.

Yo: «Hola Nel, disculpa la tardanza en contestar. Los días de carnaval son locos, tú sabes. Cuando no estés de servicio podemos vernos J »

— Ya está hecho –me digo a mí misma.

De camino al cuarto distingo a Candi con mamá en la cocina y como además tengo antojo de pan con queso derretido, me aparezco ahí luego de cambiarme la ropa.

— Hola, ¿Qué tal el taller?

Volteo para verles el rostro afectado. Candela más que mamá. Y ella misma se levanta como un resorte para despedirse. Nadie responde mi pregunta pero me da igual, pues solo me interesa cotillear con mamá una vez su enfermera se ha ido.

— ¿Qué le pasa?

— Problemas personales, hija. Buscaba mi consejo.

— Oh, si algo me comentó. ¿Tiene que ver con Lucía?

Mamá asiente. Yo muerdo el pan con queso y me limpio la baba de la comisura de la boca.

— Quiere dejar a Izer por Etrian Chuker ¿te lo contó?

Disimulo mientras mastico porque, no sabía que un Chuker estuviese en medio de todo.

— Ella fue...menos específica.

— En tal caso, no comentes nada. Nada.

Veo su índice con respeto, cabeceo en positivo y trago.

— No soy ninguna chismosa, mamá. Eso lo sabes.

— Por supuesto mi amor pero no quiero que quede de por mí.

— Bien, bien.

Mamá se vuelve anfitrión de mi merienda porque no se va. Cosa que me incomoda: odio que me miren con fijeza mientras meriendo.

Poco después lavo el plato y Nora continúa sin irse.

— ¿Ocurre algo, mamá? –inspecciono tomando asiento en la cabecera de la mesa.

— Candi me comentó algo más

— Ajá ¿Qué? –sondeo.

— Sobre ti

— No he hecho nada.

— Cállate. Deja que hable. Candi me ha comentado que el pueblo muchos hablan del nuevo trabajador de Aria: dicen que es muy eficiente, de buen carácter, y que no parece ser el criminal que es. En resumen: por muy bueno que se vea por fuera, Candela piensa que no deberías darle tanta entrada

— ¿Entrada? –repito sin entender que esa le haya venido con el chisme a mi madre.

— Sí, entrada. A ella le preocupa que seas su amiga...además, me ha contado que se dice en el pueblo: que a Julia la han visto algunos en compañía de otro Chuker. Según ella no es conveniente que ninguna de las dos se junte con esos muchachos, para que no den lugar a habladurías, o suposiciones. Menos aún mientras siga la investigación policial. Aunque todo indica a que ellos serán condenados e irán a prisión.

— Wao ¿Todo eso piensa Candela?

Estoy indignada. Sí que lo estoy, al menos si se tratase de alguien más, pero Candi. Ella es como otra amiga que siento que me ha fallado.

— Calla y no seas necia: oye a tu madre.

— Bien.

— Te he visto crecer todos estos años y no ha habido un día que no me recuerdes a tu padre.

— Mamá...

— Shshsh...él al igual que tú era intrépido en su manera de elegir ver las cosas diferentes al resto. Él sabía que jugar con fuego no siempre era perder y defendía eso. Pelaba por ello –recalca–. Y callaron su voz pero su espíritu nunca ha abandonado esa actitud que le heredaste.

— ¿Cómo que callaron su voz?

No entiendo como si empezamos hablando del caos de los Chuker, hemos pasado a papá en menos de lo que tarda un chasquido. Con todo, algo tengo por seguro: esta es la oportunidad que por años ella me ha negado, para cuidarse a sí misma, pero ahora está dispuesta a hablar.

— ¿Cómo murió papá?

Mi rostro compungido muestra que las lágrimas están por brotar. Mamá lo sabe, de manera que me toma de las manos. Las aprieta para luego hablar.

— Dean era lo que se dice: incómodo para muchos. Él defendía casos perdidos, no se creía las primeras excusas que le daban, era muy desafiante con sus superiores. Por eso...se buscó muchos enemigos sin saberlo, porque eso sí: a veces pecaba de ingenuo.

— ¿A papá lo asesinaron? –sollozo.

— Sí, amor. Sí. A papá nos lo arrebataron.

Si bien no me falta el aire, necesito pararme para respirar con fuerza. Gimoteo abriendo y cerrando mi boca como si algo me doliera. Y sí me duele saber la verdad, me quema por dentro la rabia de saber que no fue un accidente, me arrebata pensar que exista gente tan miserable. No lo quería reconocer, antes no interesaba que hubiera personas así. Ahora, entiendo: ciertas verdades no las reconocemos hasta que las consecuencias de sus mentiras nos pegan en lo más íntimo de nuestro ser. En el dolor más desgarrador que pueda haber: perder; y perder porque alguien más se interpuso.

— Hija...Iria...

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora