28 (parte 2)

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El desahogo de Sar atrae la inervación de Iria. Pues, sí: acaba de mencionar el objetivo inicial de nuestro plan.

— ¿Estás con mi amiga por una apuesta? –Iria luce herida, o decepcionada, y voltea a verme– ¿Y...todos lo sabían?

— Bueno yo no –media Fiona con su mano en alto.

Mirko que nunca ha sido de meterse en broncas ajenas, atrae la mano de Fiona y se la lleva al balcón. Quizá pretenda con clama explicarle todo, o puede que no desee formar parte de este desencadenante.

Sar da unos pasos hacia Iria. Ella retrocede.

— No es una apuesta, dije cualquier cosa.

— ¿Entonces dime de qué se trata? Sé que hay algo, no soy tan estúpida...

— No, no, por supuesto que no...pero antes que nada debes saber que yo sí la quiero...

Sus manos permanecen suspendidas como intentando calamar a Iria sin tocarla.

— Eso no me interesa ahora mismo. ¿Por qué la rondaste? ¡¿Por qué razón te acercaste a ella?! –demanda saber.

Observa a mi hermano con la rabia expuesta en sus facciones, porque mantenerle la palabra a Sardrián, está acabando con su autocontrol.

— Fue cosa de cuando llegamos...

— Sar

— ¿Qué Axmiel? ¿Pretendes que no le diga?

— ¿Qué pasa? –Iria me ve con menos furia pero detectando que algo sé.

Raeél piensa como yo, puedo ver eso. Con todo, él nos ve sin entrometerse, como de alguna manera lo hizo en su momento: en aquel donde yo propuse y Sar aceptó. Ambos mentimos y ambos ocultamos.

— ¿Se lo dirás tú? –supone Sar.

Le veo con ganas de plantarle un bofetón. Y Sardrián entiende, porque a los Chuker, excepto Mirko, nos basta una mirada para conocer del otro su intención,

— Fue cosa mía, Iria...yo propuse...

Esto me da demasiada vergüenza con ella. Bajo por un instante la cabeza y recuerdo sus palabras:

«Tú eres transparente, eres alguien que tiene la mirada limpia, alguien que no se anda con segundas intenciones...»

— Habla –insta Sardrián–. Acaba de decirlo, ya no quiero que me vea así.

He ahí el dilema: cuando sepa, su rabia será también contra mí. Algo que no quiero, pero me digo que ya es inevitable.

— propuse que uno de mis hermanos sedujera a Julia para conocer desde adentro detalles y avances de la investigación. Sar se brindó a hacerlo él.

— ¡Qué! –formula.

— Así fue pero acepté porque ella ya me causaba interés, no solo por eso. Luego me encantó estar con ella. Su compañía, su forma de ser...y todo de ella es sensacional. No quiero dejarla –culmina viéndonos a todos.

— Eso díselo a ella –Iria ni siquiera me ve, solo mira a Sardrián–. Habrá que ver si ella quiere estar contigo cuando sepa la verdad.

— ¡Iria! –llama Sar.

Intenta detenerla pero ella escapa de su agarre. Por ende, los dos la perseguimos de camino a las escaleras.

Por mi parte le cierro el paso y Sardrián corre para llegar primero a donde estará Julia: afuera, frente a la fachada del edificio platicando con su papá.

— Déjame ir Axmiel –condiciona.

— No. Es cosa de ellos.

— ¡Su relación es una mentira!

Defiende ofuscada, e intenta salir de mi agarre pero no lo permito: mis manos aprisionan su cintura mientras se sacude como interna de psiquiátrico.

— Tranquila.

— Eres un mentiroso, son, unos mentirosos.

— Escucha, no es para tanto, ella ni siquiera tendría que saberlo...

— ¿Qué no tendría que saberlo? –se alarma.

Deja de removerse.

— ¿Qué no es para tanto? –al retirar el cabello de sus ojos, me encuentro con una mirada que no descifro– Se acercó a ella con una doble intención ¡¿Te parece poca cosa?! Y tú todo este tiempo sabiéndolo...

No sé qué responderle, así que Iria continúa su sarta de recriminaciones.

— dejaste que jugasen con los sentimientos de mi amiga.

— No es un delito –defiendo–. Estábamos sin salida y necesitábamos sentir que hacíamos algo más que esperar a que nos sentenciaran culpables. Además, Sar quiere a Julia, no debe haber tanto drama.

Ella parpadea. Sus labios se muerden mientas me evalúa. Después con tono reflexivo, me habla de nuevo.

— Estábamos, necesitábamos, hacíamos...todo nosotros, nosotros, los Chuker.

— Iria...

— ¡¿Iria qué?! –reta– Ni siquiera te importa que Julia haya sido manipulada, ¡y eso que tú has sido un manipulado toda tu vida! ¡Deberías tener la suficiente empatía como para saber qué mal se siente eso!

Estampo su figura contra la pared que se alza detrás; ella amortigua el golpe con las manos viéndome sin creer que hiciera eso.

— Pues tú, para ser la misma amiga que en la fiesta de cumpleaños se folló a su novio, pareces ahora muy intestada en ser una amiga ejemplar.

Su palma golpea mi rostro; en tanto el eco agranda el impacto. Por un segundo nuestros ojos se revelan enfrentados y rebosantes de una rabia palpitante.

— No te deseo más pesares, porque con la muerte de Etrian creo que ha sido suficiente.

— Iria

— Iria nada, apártate. Déjame pasar.

En un principio no pienso darle libre acceso a los peldaños. Sin embargo, su rostro desafiante exigiéndomelo, me lleva a ceder. Bajo pisándole los talones y añorando detenerla por un codo. Lo cual no ocurre.

Al salir fuera del edificio, noto que ni Julia ni Sar están. Si él ha dicho la verdad o ha continuado mintiéndole, no sabemos.

— Iria.

Llamo más pero no se detiene.

«Tozuda», pienso, mientras la veo tomar un atajo por el prado, para llegar más rápido a casa.

Entonces, la furia me revoluciona y golpeo mi cabeza: porque esa furia es en contra de mí, de ella, de cada uno de los que aceptamos el plan, en contra de la situación, de Rooth. Ahora la soledad a causa de la partida de Etrian se vincula con el alejamiento de Iria y la tristeza se torna demoledora.

No hay nada que me alegre ya, porque mi alegría se ha ido.


El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora