50

121 99 25
                                    

Me supo extraña la situación al instante en que tanto Sar como yo estábamos ya en el auto pero nadie lo prendía para irnos. Mirta ni siquiera subió, eso ya era razón para alarmarse pues según ella en este auto nos iríamos al aeropuerto.

Izer con sus matones se dispersaron como si buscasen un tesoro escondido en algún cumpleaños infantil. Por demás, de repente suena ese disparo que me retuerce en el asiento.

— ¿Qué ocurre? –habla Sar.

El tipo que está al timón gira y mi hermano se aleja. Entonces, responde dejando ver un acento extranjero bastante notable.

— Intrusos.

En automático frunzo el entrecejo; a Sar se le desencaja el rostro. Por ende y pese a que ambos tenemos las muñecas amarradas, muevo mis brazos para pegarle con el codo. Doy un tic, en tanto él se humedece los labios.

— Julia –nombra Sar.

— ¿Qué? –susurro casi sin separar los labios.

Antes de obtener su respuesta, reparamos en los tipos de los asientos delanteros. Ellos vigilan sus lados como si temieran que un pit bull inyectado con un virus mutante nos fuera a saltar de repente a las ventanillas. En resumidas cuentas, no nos prestan atención.

— Le pedí que fuera a la pizzería –modula bajito–. Si no me encontró debe estar buscándome.

— ¿Cómo sabría que estás aquí?

— No sé Ax, no sé...

— Silencio –interfiere el extranjero.

Sar cabecea, al tiempo que empiezo también a ver en todas direcciones, porque si Julia está buscando a Sardrián, cabe la posibilidad de que Iria esté junto a ella.

Golpeo a Sar de nuevo. Señalo las manos con mis ojos y al instante el comprende que debe empezar a desatarme sirviéndose de la agilidad que desprenden sus dedos cuando se concentran en una actividad.

Comienza a desamarrarme hasta que se detiene cuando el tipo que no había hablado, decreta:

— De aquí no van a salir.

Él se gira en su asiento para extraer de su espalda un arma con la cual nos apunta y de forma secundaria noto que su camiseta trae un diseño de Star Wars. Tragamos en seco, no obstante, un movimiento fuera nos alebresta a todos: Izer conduciendo a Iria hacia Mirta. A propósito de lo que captan mis ojos el miedo me lanza hacia la manija en puro instinto por querer salir de este auto.

— ¡Iria! –grito.

El matón del acento extranjero sale del auto. Por indicación de Mirta comienza a golpear a Iria con sus pies. Al no entender nada más y sin necesidad de ello en realidad, continúo dando voces a través del cristal.

— ¡Iria! ¡Iria! ¡Déjala! –exijo, aunque de nada sirve.

Atiendo al pellizco que me da Sar para indicar con sus ojos que ha conseguido zafarse. Por tanto, se lanza adelante e inicia un forcejeo. El tipo lo golpea con la culata del arma y como Sar retrocede, es mi momento de arrojarme sobre él. En el punto donde ambos peleamos se escapa un disparo que recae en mi hermano.

El impacto me nubla por un segundo, así que recibo también un golpe.

— Tendrás que matarme –advierto.

Aunque por supuesto, sabe que no puede hacer tal cosa, de modo que elige quedarse apuntándome. Sin embargo, todos captamos a Matt llegado ensangrentado a la escena. En dicho instante se distrae el captor. Con ambas manos doy un manotazo al arma y logro alejarla pero cuando voy a intentar cogerla el fan de Star Wars me rodea el cuello.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora