28 (parte 1)

133 106 7
                                    

Mi mente desordenada está, sin clara idea de por dónde empezar a hacerle justicia a Etrian.

No es suficiente haber vuelto al albergue. Aquí sobre mi cama en compañía de Iria y mis hermanos, no hacemos más que recordar. A través de memorias dispersas la vida nos pasa factura de cada instante en que estuvimos con Etrian. Por ende, nuestra situación actual imprima un efecto de conformismo que no comparto y del que ansío huir. Quizá por ello salgo al balón. No obstante, al colocar mis manos sobre la baranda, recuerdo mi llegada a Rooth; al motel. Ese instante en que mi hermano tocó mi espalda por huir de la discusión del resto. Ahora es Iria quien palmea mi espalda.

— Dime algo...–pide en tono bajo– todos llevan tiempo sin decir ni una palabra.

Es cierto. Llegamos del cementerio para acostarnos en las camas, aunque no para dormir. Julia sostuvo la mano a Sar, Fiona acunó en su pecho a Mirko, Iria se sentó conmigo sin decir nada y tumbé mi cabeza en su hombro. Ra, aún se mantiene solo, y el cuadro panorámico ha variado por muy poco.

— Siento que me falta algo...Iria. Que no habrá manera de reponerlo.

— Es una pérdida enorme –acaricia mi antebrazo–. Aun así, es mejor sacar todo fuera; no esconderlo.

— Es que no sé cómo –explico–, hablo en serio: a veces ni aunque lo busque logro derramar una lágrima y otras...otras veces no puedo evitarlo. Además, siento que es en vano llorar.

— No, no lo es. Creen ustedes que lo es, porque están pasando por este dolor...pero llorar, en este tipo de situaciones hace bien. Aunque ¿sabes qué? da igual, si lloran o no. Nosotras estamos aquí para apoyarlos –sostiene mi mano– y llevaremos el duelo como quieran ustedes.

— Gracias.

Ofrezco una sonrisa sin forma que parece mohín de incomodidad. Iria pestañea para rodearme, con lo cual, beso su coronilla.

— Soy feliz, en medio del dolor –digo–, porque estás aquí.

Toques provenientes de la puerta llegan a oídos de todos, e Iria y yo nos adentramos en la habitación. Julia con rapidez se pone en pie dando la bienvenida al visitante.

— Hola a todos –saluda el alguacil.

Da un vistazo a su hija, corroborando que en efecto sigue con Sar y por causa de ello no ha vuelto a casa.

— ¿Necesita algo? –solicita Ra.

Su voz suena como si no hubiese hablado en años, mientas su cabello se exhibe tan despeinado que parece mucho más.

— He traído el resultado de la autopsia.

— ¿Qué ha sido?

— Sobredosis de benzodiacepinas. De manera concluyente: temazepan, por vía intravenosa. Todo apunta a que fue un suicidio, ya que el temazepan está asociado a una tasa de mortalidad mayor que otras benzodiacepinas. Si solo hubiera querido tratar su insomnio o ansiedad, habría usado otra benzodiacepina.

— No –alterca Ra–. Etrian no sufría de insomnios ni ansiedad.

— Quizá toda la situación con los Harzal lo rebasó.

— No. Mi hermano –se puntea mientras encara a Bonet– jamás elegiría la muerte, se lo digo yo.

— Bien –plantea Bonet.

Sus manos vuelven un rollo el expediente que trae entre ellas.

Cabecea y agrega:

— Mañana será necesario que vayan a las ocho a prestar declaración a comisaría. Necesitamos saber en dónde estaban todos y cada uno de ustedes en la última noche del Carnaval. Ah y si tienen coartadas que lo corroboren, será mejor. Por cierto, Iria y Julia no valen porque también serán interrogadas.

— ¡Papá!

Bonet da una mirada severa a su hija. No es momento según él, para recordar el parentesco. A Julia le parece extravagante y de muy mal gusto que nos tengan en la línea de sospechosos por la muerte de Etrian.

— Mañana a las ocho. Comisaría –concreta Bonet–. Julia ¿podemos hablar un momento?

— Sí.

— Sígueme. Y a ustedes...mi más sentido pésame.

Ninguno se cree que esté tan apenado por esta situación, aunque lo cierto es que tampoco lo disfruta. Si bien nos es contrario, y nos tiene entre ceja y ceja, Bonet no parece un hombre injusto. Tampoco siento que esté cómodo con la situación; al contrario: creo que lo confunde todavía más respecto a lo de los Harzal.

Pero intenta ocultarlo.

Y no puede, porque tiene la misma mirada transparente que su hija.

— Es increíble –chista Sar–, no sé qué me molesta más de ese hombre: si el hecho de que ahora para él somos sospechosos de la muerte de Etrian, o que interrogará a su hija solo porque está conmigo.

— Ya Sar, ambas son reacciones normales de esperar.

— Eso lo sé. Pero me molesta que me vea poca cosa para su hija por la idiotez ésta de los Harzal...y seguro que ahora mismo se la llevó para darle un sermón sobre que se aleje de mí –bufa.

— ¿Tu novia es su hija? –cae en cuenta Fio.

— Sí amor –responde Mirko.

— Eso también sería normal –hace ver Ra–, que la cuide. No es peor padre por eso Sardrián. Todos aquí entendemos que jamás te han visto poca cosa, ni mala influencia, ni de forma despectiva, pero ya eres otro más de nosotros. Llevas nuestro apellido y eres parte del caos de los Chuker, te guste o no. Es lo mejor ¿sabes? Ya va siendo hora de que esto de ustedes acabe, así todo será más claro.

— ¿Disculpa? –repone Sar.

— No entiendo –susurra Fiona a Mirko.

— Yo no voy a dejar a Julia...

De repente se avecina otro momento incómodo.

Llegados a este punto la presencia de Iria es pasada por alto. Así que pretendo mediar:

— Oigan mejor discutamos sobre la supuesta sobredosis que

— No, no, no Raeél, si crees que mi relación con Julia es una farsa, estás muy equivocado –plantea–. Yo la quiero de verdad, y toda esa mierda de la apuesta no tiene nada que ver, si no, hace tiempo habríamos acabado: cuando nos dimos cuenta que su padre era tan distante con ella como vecino con el perro ajeno.


El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora