13 (parte 2)

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Mamá desde su silla tira de mi jersey para hacerme voltear. Pues me he quedado estática reviviendo mi duelo con las manos sobre la meseta. Hipo un poco más y sorbo la nariz para darle la cara.

— ¿Quién fue?

— No, mi amor –niega.

— ¡Dímelo! –exijo; más no le grito– Necesito saberlo, tengo derecho a saberlo...mamá. Era mi papá...

— Lo sé –acentúa–. Y te lo diría cariño pero no tengo idea...de quién fue.

— No me mientas –pido arrodillada ante ella.

— No te miento...no, ya no. A papá le pusieron un explosivo en el avión. Se supone que yo debía ir con él pero tuve que ir después porque me retrasé por cosas que debía firmar. Mi accidente fue un atentado. Le pagaron a alguien para que se hiciese pasar por chófer de la agencia y esa persona se lanzó del auto que continuaba en marcha. Fue un "accidente" y mis piernas quedaron atrapadas. Pero cariño...no te digo esto para que busques venganza de nadie...no.

— Es que no puedo –gesticulo con las manos a la altura del pecho– saber todo esto y pretender que nos lo merecíamos: ¡que merecíamos que lo matasen!

— Tú padre hubiera querido que siguieras adelante –plante con voz queda–. Lo sé porque yo lo elegí por el hombre intachable que era. Y lo conocía. No es hora de vengarse ya

— Por eso me lo ocultaste –confirmo–. Todo este tiempo callaste para que no me obsesionase con la idea de encontrar al asesino y hacerlo pagar.

— Por eso. Tienes derecho a odiarme si quieres, no obstante, si volviera a nacer lo volvería a hacer. Te protegería de nuevo, Iria. Porque tal vez en medio de la efervescencia creerías que esa es una labor justa, pero lo que desconoces es que en verdad se trata de una tarea titánica.

— Sabes que no puedo odiarte.

Mantengo la vista pegada al suelo como anclas.

— Eso me reconforta. No sabes cuánto, cariño...porque ahora sí te estoy diciendo la verdad: no sé quién fue.

— Iré a mi dormitorio

— ¡No; espera! –se inclina para tomarme de la mano.

Retrocedo viéndola a los ojos.

— Ahora como tú padre, tú vez distinto lo que ocurre en este pueblo: a los hermanos Chuker no los condenas. Por ende, si tú crees que son inocentes, si decides ser amiga de ellos, o defenderlos de quiénes los molesten, yo no te impediré hacer tal cosa. Porque no pienso como Candela.

— Gracias mamá.

Lloro bastante por toda la tarde hasta que Julia me marca y se aparece en casa luego de la alarme que le prendí, al decirle que estaba mal. Me compaña, me consuela y acabo aceptando que muy a mi pesar, mamá fue sabia al ocultarme la verdad. Pues me habría acabado la vida intentando en vano encontrar entre los poderosos de este país al verdugo de mi padre.

Quizá se me fuera la vida en ello.

Y lo cierto es que nada de eso iba a traer de vuelta a papá.

***

Cuando el teléfono de Julia suena después de horas sin hacerlo, me desconecto de mi tristeza por primera vez.

Ella cabecea en su llamada y al colgar, interrogo:

— ¿Quién era?

— Sardrián. Dice que por qué no he ido a la feria del Carnaval.

— Oh ya veo –sorbo–, tenían planes.

— Le he dicho que no te encontrabas bien, pero sin grandes detalles.

— Gracias –intento sonreír–. Y gracias por quedarte hasta ahora pero no es necesario que estés toda la noche.

— No me iré. Claro que no ¿o cómo piensas que voy a estar en la feria sabiendo que estás destrozada sobre tu cama, llorando por tu padre?

— Mal –comento en tono bajo.

— ¡Muy mal!

— Eres la mejor amiga que puedo desear...sin embargo, deseo que estés feliz. Al menos una debe cumplir eso que nos prometimos sobre emborracharnos en el último carnaval de Rooth antes de irnos a la universidad.

— Ay no –descarta–. Ya tuve suficiente borrachera en el cumpleaños de Matt...ugh creo que soy alérgica ahora.

Mientas hace muecas, la paso por alto en este plano de nuestra existencia. Recuerdo el cumple de Matt y solo veo a Axmiel ante mí. Con lo cual me entran ganas intensas de que me apapache mientras lleva un abrigo demasiado ancho con capucha pero sin que la lleve puesta, y que sus pies lleven calcetines de cuadritos que no le peguen con el atuendo. Estaría arrullada entre sus brazos todo el tiempo que la vida me dejara estar en pausa para cobrar el duelo que me arrebataron.

Pero ni Axmiel está, ni debe usar calcetines de cuadros, ni yo puedo tumbarme en la cama a llorar el duelo eternamente. Debo sanarme la herida por mí cuenta y levantarme aún con el corazón herido por su pérdida.

Toca seguir mi vida. En honor a papá.

— ¿Me oyes?

— ¿Eh? Sí ¿Qué?

— ¡Ay Iria! –bufa– Si dices "¿Qué?" es que no me oías.

— Ajá

— Entones no digas "sí"

Vaaale. No te oía, perdón.

— No importa. Te decía que bajes de la cama y vamos a jugar parchís.

— No.

— Ya sé que no te gusta mucho pero

— Voy a bajar de la cama...para vestirme e ir a la feria contigo.

Julia parpadea y sé porque la conozco bien que hubiera gritado. Pese a no hacerlo, su bien ánimo me contagia. Al menos para salir de casa sin retractarme ni una sola vez.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora