32 (parte 2)

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Me veo tentado a responderle: «sí ese soy yo» aunque hayan otros más pero no digo nada. Cabeceo para fajarme detrás de Nora: Iria aparece usando un vestido celeste que grita estar de estreno esta noche. Y su versión de salida nocturna es tan impresionante para mí al punto que me desencaja el rostro. Consigue que toda mi atención quede en su cuerpito menudo tan bien ataviado, por lo cual, Nora carraspea devolviéndome a su lugar en silla de ruedas.

— No me importa a qué hora llegue, siempre y cuando regrese feliz. Si vuelve triste o peor, llorando, te incrustaré dos balas en alguna parte gemela de tu anatomía.

Iria emite una sonrisilla que tapa con una de sus manos.

— Entiendo –alego.

— Bien. Porque si mi hija no te lo ha comentado, tengo una puntería muy buena.

— Eh no, no me lo ha comentado pero tampoco lo dudo.

De soslayo veo algunos premios e insignias que tienen como adornos alrededor del televisor. Volteo y saludo con sonrisa a la señora.

— Adiós –nos despide ella.

— Adiós Nora.

— Adiós señora.

Iremos a un restaurante en el muelle, el "Luciérnaga Gris" que tiene la mejor vista al mar, además de ser los más especializados en platos fuertes con carne asada en parrillas a un estilo japonés, yakiniku. O eso me dijo Sar porque fue el quién me ayudó al elegir el mejor restaurante, mismo que resultó ser el más caro. Por ende él me apoyó con los gastos, aunque no sé si comentárselo a Iria sea lo mejor.

— ¿Sabes? –se detiene tirándome del brazo antes de entrar– Nunca había venido a estos, solo a uno, al "Tenaza Fosforescente", es el más antiguo de todos los restaurantes de la zona. Sé que este es muy reservado para quienes puedan permitírselo, así que me parece que deberíamos ir a otro.

— No, para nada –discuto acunándole su cachete en la palma de mi mano–, quiero que cenemos en este, y no te preocupes por los gastos, que ya están cubiertos.

— ¿Qué, ahora te salió una tía-abuela millonaria de abajo del colchón? –ironiza.

— No nada de eso, algo similar aunque menos fascinante. Escucha Iria, quiero traerte a comer yakiniku ...

— ¿Yakeké?

— Comida en parrilla –sonrío–. Me habías dicho que te gustaba y ahora dices que nunca has venido aquí, por tanto no hay vuelta atrás. Olvida si ahí dentro nos ven mal o si el dinero a pagar es mucho; solo deja a tu paladar disfrutar.

Con lo dicho le parece suficiente para entrar al interior. Básicamente tengo estructurado lo que deberíamos pedir, pues Sar se encargó de hacerme una recomendación y por lo menos de mi parte pienso cumplirla al pie de sus instrucciones. Por ende, de primer plato pido un sashimi, que consiste en degustar mariscos y pescados cortados finamente con salsa de soja y wasabi. Iria acepta probar esta novedad, aunque le tema al impacto de lo picante, así que pide igual. Lo acompañamos de cervezas y junto a ello pedimos brochetas de yakitori; ella lo pide a su gusto de la forma tradicional con pollo y yo de pez con salsa teriyaki.

— Tienes muy buen gusto –elogia–, digamos que yo me siento rara aun comiendo de esto.

— Digamos que tuve asesoría

— Seguro que fue Sardrián...

Tampoco se debe ser un genio para sumar dos más dos.

— Pues sí.

— ¿Y él es la tía-abuela millonaria?

Mmm cincuenta y cincuenta...oye ¿te molesta que nos page parte de la cena?

— No, o sea, ya estamos aquí y estoy tratando de no llevar a una escala tan dramática mi discordia con él, pero sí hubiera preferido que me tomases en cuenta con el tema del pago.

— No. Yo hice la propuesta y me tocaba pagar a mí, además la otra mitad la pago de mis ahorros, y si vas a pasar cuentas claras, fue Sar el que insistió en que tenía que traerte aquí.

— ¿Y esto hará un gran vacío en su billetera?

— No demasiado, él gana muy bien con su trabajo de chef de alta cocina y también tiene ahorros que le permiten darse un lujo él, o ayudar a que otros se lo den.

Sabía que Iria no iba a estar feliz con el tema.

Medito que será posible dejar de lado este asunto cuando salgamos del restaurante. Tengo una idea de a dónde ir con ella, de manera gratis y muy simbólico.

— Esto está delicioso –hace una pausa al degustar su postre.

Hemos comido tres platos diferentes con carnes, verduras y arroz, pero ya no recuerdo esos nombres que el comensal nos nombró. Ahora mi intención es grabarme en la memoria a Iria y su deleite con el postre.

— Estoy súper lleno...–indico al tocarme el estómago– ¿te lo acabarías por mí?

— ¿No quieres? Pero si es lo mejor de toda la cena...–expone.

— Anda tómalo sin pena, de verdad ya no tengo espacio para probar nada de postre.

Iria se me queda viendo.

— No sería adecuado ¿Tampoco podemos devolverlo? –tantea.

Niego sin remedio, luego ella lo toma.

Por mi parte, no tengo idea de si se puede o no devolver los pedidos en este restaurante. Sin embargo, mi intención real es que ella lo digiera por los dos, ya que no necesito tanto el postre como ver la sonrisa en sus labios mientras lo prueba.

— Antes de irnos ¿nos tomamos una foto? –propone y acepto.

Le beso una mano en la captura, siendo por primera vez el centro de atención de muchas miradas que no pasan desapercibidas esta vez. Aunque para mal gusto de los presentes poco nos importa su sorpresa y contribuimos a ella con un beso en los labios antes de pedir que nos pasen la cuenta de los gastos.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora