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El caso de los Harzal fue cerrado. A Izer lo procesaron y esperará su juicio en prisión. Fiona fue puesta en libertad por causa del robo, ya que su abogado probó que nunca fue una cómplice consiente. Julia y Sar rompieron cuando se supo las verdades que él ocultó tanto a ella como a sus hermanos. Sardrián se ocupó en arreglar los asuntos que podían retenernos en Rooth. Candela retiró su denuncia y la estación de policías comenzó una inspección con supervisión municipal.

Iria fue sepultada fuera de Rooth pero nadie fue al entierro, solo Nora. Pues su cuerpo fue reclamado por su abuela paterna que vive en Albania. En su país de origen. Nora no se negó a esa petición, a sabiendas de que Iria no quería terminar en el panteón de Rooth.

Dos días después de su viaje me atreví por fin a ver a Nora a la cara.

— ¿Qué tal el viaje?

— Estuvo bien. ¿Necesitas algo Chuker?

— Lamento incomodarte pero quisiera tener algo de ella. Un llavero que le regalé. He pensado mucho en esa baratija y tal vez sea una tontería pero quisiera conservarla.

— Descuida. Entra, siéntate.

Cuando vuelve de su habitación me trae una caja redonda forrada de tela color marrón.

— ¿Qué es esto?

— Sus llaveros –evidencia.

— ¿Cómo que sus llaveros? –flipo.

Destapo la caja y me encuentro con una colección de llaveros, pestañeo.

— Nunca lo dijo...no sabía que tenía tantos.

— Quizá no lo mencionó para que el tuyo no pareciera menos.

— Seguro que sí, cuando se lo regalé estaba tan obsesionado con que fuera algo especial para ella que...

— Entiendo.

— ¿Sabes de otro sitio donde pueda tenerlo guardado?

— Intentaré buscarlo. Cuando lo tenga te lo entregaré.

— Nora yo...me iré de Rooth y si tú quieres puedes venir con nosotros. Iria quería llevarte de Rooth y yo estaría muy feliz si le cumpliera ese deseo.

— Lo pensaré. Por cierto, algo más que te deberías llevar.

Esta vez no consigo retener mis lágrimas.

Nora me entrega un álbum de fotos. La portada está deletreada con la palabra: «Irmiel», y adentro están nuestras fotos: las de la ceiba, las del restaurante, en el tren, e incluso la que nos hicimos al salir del teatro de Costa Dever. Iria estaba confeccionando el álbum de nuestra vida.

— Este era el regalo –comprendo–, ese que ella no me dijo cuándo estaría terminado, porque sería algo que haríamos...

Nora no dice nada cuando me callo para cubrir mi rostro.

— Gracias Nora –repongo después.

— Cuídate Chuker.

Con el álbum en mano, voy al Tenaza Fosforescente a pedir tragos hasta que caiga la noche. De ahí, me dirijo a la estación.

Llevo una semana exacta con la rutina, mientras mis hermanos ponen en orden ciertas cosas yo me limito a beber y a viajar en tren.

— Otra vez aquí –evidencia Arthur al tomar asiento enfrente de mí–. ¿Ya tenemos confianza como para hablar sobre qué pasó?

— Ella murió.

— Lo suponía, chico.

Arthur se inclina para chocar su botella con la mía.

— Mis condolencias. ¿Y ahora qué?

— No sé.

— Creo que tienes un leve patrón a seguir.

Sonrío sin chiste al verlo señalándose.

— ¿Sabes que cené antes de subirme aquí? –espero que lo diga– Una salchicha que me robé de la basura. Un niño iba con su papá de la mano y la dejó caer en el cesto pero no corrí hacia allí de inmediato. Esperé que pasaran de largo y se fueran para evitarme la vergüenza de que el niño me viera.

Muerdo mi labio inferior y observo el álbum sobre mis piernas.

— Quiero ser un adulto responsable y decirte que este no es el camino. Porque estoy en este punto pero tú, chico, estás a tiempo de no llegar.

— Puede ser.

— Es, es –afirma–. Eres joven, te repondrás de esto...eso dicen ¿no? que el tiempo lo cura todo.

Da un buche a su botella.

— Pero el tiempo también hace inmortal a algunas personas.

— Es correcto.

— Quizá en memorias de ellos debemos ser mejores. ¿No crees?

— Tal vez pero...es difícil a veces encontrar el despegue para dar el primer paso.

— También es cierto. Empieza por rasurarte –sugiero–. ¿Quieres?

— Puede ser –valora–. Tú avanza a segunda base, porque el tren no va a estar andando toda la vida contigo dentro. En alguna parada debes bajar y continuar con tu vida; sin ella. Procura hacerlo mucho mejor que yo y si lo logras, búscame.

— No; tú me encontrarás primero.

Decreto con cierta efusividad repentina.

— ¿Cómo así?

— ¿Ves este álbum?

— Sí.

— Lo voy a llenar con mis éxitos, en memoria de ella. Ahora mismo no sé cómo pero voy a ser famoso; me convertiré en el mejor jugador de beisbol de este país. Así que en un futuro, pregunta por Axmiel Chuker y sabrás donde encontrarme.

— No dudes que lo haré. Y entonces, quizá te diga mi apellido.

— Es un trato.

Estrecho mi mano con la suya.

Cuando el viaje termina bajo del tren después que Arthur y desecho la botella en un cesto de basura. Voy a por el timón de mi vida con la convicción de que entonces sí lo siento al alcance de mis manos.

Voy de regreso al Motel.

Comparto eso que dicen –hablo a Iria mediante mis pensamientos, ya que no tengo una tumba cercana en donde visitarla–, el amor de tu vida te motivará a cumplir tus sueños, en lugar de abandonarlos. Yo los había abandonado hacía mucho...pero te conocí y recuperé las ganas de hacerlos realidad. De modo que solo basta agradecerte: por ser lo más bonito que me pasó este año, por las extensas charlas, las sonrisas, los abrazos, y los besos que compartimos. Gracias infinitas por no dejarme en los momentos difíciles y por darme la oportunidad de amar mientras era amado.

Gracias mi valiente dramática por llegar a mi vida en el peor momento, porque era el indicado, el mejor y en el que más lo necesitaba.

Iria, tú me cambiaste la vida con solo con un voto de confianza, de modo que también es cierto lo que una vez te dije: «desde que te conocí no he parado de agradecerte».

Y sé que jamás dejaré de hacerlo.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora