32 (parte 1)

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El fin de la jornada laboral marcó un efecto de complacencia en mí que aunó las ganas de hacer algo diferente con Iria. Ambos necesitábamos sentir que nos dedicamos un tiempo para formalizar la relación, y sé que ella por ser discreta no me lo iba a mencionar.

De modo que cuando cerramos el Café se lo propuse. Íbamos directo a nuestras casas esta vez de la mano y entonces dejé ir el agarre para adelantarme a sus pasos.

— Tengamos una cita –dije.

— Claro ¿pero cuándo?

— ¡Hoy! –evidencié.

— ¿Hoy? O sea, ¿ésta noche?

— Sí ¿Por qué? –supuse– ¿Tienes algo más que hacer?

— Bueno, la verdad es que en las noches me dedico a buscar entre páginas y páginas de alquileres, uno para cuando me vaya a la ciudad. Julia y yo convencimos al señor Bonet para irnos a un piso, y ella no se dará a la labor de buscar uno en buen estado, además de con renta que nos podamos permitir

— así que esa es tu oculta y altamente prioritaria misión nocturna –concluí.

— Pues sí.

— Okey, puedo hacerte una contraoferta: tenemos esa cita hoy, y yo te ayudo a buscar piso. Conozco algunos sitios que no son peligrosos para vivir, aunque oye Sar sabe mucho de eso, tiene varios colegas viviendo en alquiler, quizá pueda apoyar con eso a Julia.

Iria trazó una mueca en sus labios, siendo de disgusto por el nombramiento de mi hermano. Supe que la mención le recordó los problemas latentes entre nosotros, así que me sellé la boca con forma de zíper. Ella habló entonces, luego de extenderme una de sus manos.

— Creo que ellos no se dedican a hablar tanto como nosotros pero dale, tengamos esa cita, aunque ¿a dónde iremos?

— Me parece que una cena sería bueno para comenzar la noche

— ¿La cita será toda la noche? –sopesó.

— Y la madrugada toda si querés...

El reloj en el comedor del Motel marca las ocho en punto cuando voy con Raeél a buscar la cena para mis hermanos, con lo cual, estoy feliz de ir en apoyo pero no para degustar esa cena de hospital: escasa e insípida.

— Es un alivio saber que Iria y tú ya no estén distanciados por causa del tema de Sardrián –infiere Ra.

Cabeceo sin más. Hasta que lo pienso y suelto algo por la boca:

— Y tú ¿Qué...? –quiero saber pero no sé cómo decírselo.

Raeél es mi hermano, sin embargo, no soy indiferente al hecho de que él me crió, que representa más que una figura fraternal; es una figura de respeto, alguien con quien ni yo ni mis hermanos, platicábamos temas personales, sino de manera aislada y general.

Él siempre ha estado al tanto de nuestros asuntos pero los suyos ha optado por reservarlos.

— ¿Todo bien con tus...fans? –completo.

— ¿A qué viene eso?

Mmm –niego– nada, simple curiosidad. Volvamos o esto se nos enfriará.

— Entiendo tu curiosidad –comenta en el tránsito hacia el dormitorio–. Antes ni siquiera tenían idea de con qué mujeres estaba, ahora pueden verles el rostro, hacerse una concepción de ellas y juzgar de alguna manera si quieren que esté con ellas pero si crees que iré en serio con alguna, nada de eso. Rooth será transitorio en nuestras vidas, hermano, igual que esas chicas lo van a ser para mí.

— Entonces no tienes nada con Candela.

Afirmo para mí en tono audible para él.

— ¿La snob? ¿Esa que tiene que ver?

— Fiona dice que estás con ella...ya sabes que tú y ella

Intento darle el típico gesto de "follan" sin decirlo, pero a causa de la bandeja no puedo hacerlo con éxito. De todas formas, Raeél me entiende.

— Claro que no. Fiona es una especuladora, no olvides eso.

— ¿Entonces de qué hablaron en la mañana?

— ¿Por qué te interesa?

— Porque si no tienes esa relación con ella Fiona está en lo cierto y no había razón para que se fueran a charlar en privado...

— Ay Ax ya, ¿okey? A Fiona no la escuches, ya sabes como es.

— Estás nervioso –expongo.

— Llegarás tarde a la cita –contraataca.

Cuando nos abren, Ra entra por el dormitorio dándole un vistazo a Fiona. Ella no lo nota pero a mí me queda claro que entre mi hermano y la snob sí pasó algo. Ya el cómo, o el por qué, se los reservo a ellos que no quieren hablar del tema.

Media hora después me hayo un tanto en desacuerdo con mi atuendo, frotando mis palmas a pesar de que no hay frío, sino una leve brisa y para colmo, olvidé con las prisas colocarme el gorro beige. En consecuencia, siento como si me hubiesen desterrado de una prenda que me da seguridad. Pues suelo ir del uso de la gorra beisbolera al gorro beige, constantemente, y ahora que ando nervioso, no ayuda el hecho de no tener nada sobre mi cabeza más que el cabello, mismo que tampoco me peiné.

¿Qué puedo decir? Los Chuker no tenemos buena relación con los peines y gozamos de abstinencia con la puntualidad. Me recuerdo esto último porque de camino a la casa de Iria la diviso a ella detrás de una cortina viendo al prado. Espera que llegue y cuando mi cercanía la captan sus ojos, ella se esconde. Al instante sonrío.

También me digo que procuraré ser tan discreto como lo es ella, y no mencionaré que la vi en esas.

— Buenas noches, señora Sara –saludo en la puerta.

— Es: Nora.

Mierda. Arrugo mis ojos por la pena del error al que me empujaron los nervios.

— Sí, eso quise decir.

— Tú eres El Chuker.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora