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Mirta celebra con su cara esplendida cierta victoria sobre nosotros. Tal vez el hecho de que caímos en su trampa y nada más. Resulta ser eso, pues al sentarse sobre mis piernas, habla lo tocante al tema, en tanto Izer quita la mordaza de la boca de Sar.

— Lo tenía todo fríamente calculado. Por ti –acusa– porque te amo.

— Te odio.

Confieso con rencor e ira.

— ¿Crees que no lo sé? Y porque me odias, todo está sucediendo de esta manera. Siempre me dije que llegarías a amarme. Pensaba: quizá cuando sea mayor...pero no. Continuabas conmigo pero no me deseabas.

— ¿Cómo se espera que un esclavo ame a su amo? Si solo puede responder con temor u odio al trato que se le da. Tú eres una enferma ¿Lo sabes verdad?

— Tal vez –considera–. ¿Te digo una cosa? Les digo... –generaliza– yo soy el Caos de los Chuker; y no saben cuánto disfruto serlo. Es algo que me

Suspira mientas agita su mano cerca de los senos.

— exista demasiado.

— Como me arrepiento... –alega Sar con desdén y asco– solo me usaste para jugar.

— Ambos nos usamos y estuvo bien. Tú me usaste para olvidarte de esa ex ¿Cómo se llamaba? Oh ¡Letizia! Y yo me serví de ti para saber qué se sentía estar con un Chuker que me deseara. Lo cual resultó para ambos en algo espectacular y delicioso. Ahora te haces el digo pero en ese entonces te encantaba –acusa.

— ¿Estabas con Mirta desde lo de Leti?

— Ax...–pronuncia Sardrián.

— ¿Celos bebé? –interviene Mirta.

— Ya quisieras...decepción es lo que siento. Por ti Sardrián; porque no pudiste conseguir una mejor opción para sacarte el despecho.

Mirta da un golpe en mi mejilla con el dorso de su mano.

— Deja de humillarme Axmiel Chuker, o acabarás en el panteón

— Prefiero eso, no sabes cuánto, antes de estar contigo.

En mi pecho brota una movilidad acelerada consecuente de esta valentía. Por fin he dicho a Mirta «No», pues comprendí que no le pertenezco a ella; que jamás lo he hecho.

— Es divertido –considera con sonrisa pirata–. Lo que puede hacer la genética, porque...eso justo cómo acabas de decirlo, me lo respondió Etrian.

— ¿Etrian? ¿También lo engatusaste a él?

— No. No puede, siempre se resistió y por eso está muerto. Se buscó un final trágico porque no fue capaz de asegurar uno estratégico.

— ¡¿Tú lo mataste?! –exijo saber.

— No bebé. Izer lo hizo por mí –revela–. Una dosis sobrecargada de temazepan inyectada y ¡bum! Etrian comenzó a tener somnolencia excesiva, además de confusión mental, falta de equilibrio; por tanto para Izer fue muy fácil llevarlo a la cajuela de su auto y dirigirse con él al Motel que estaba desierto (gracias a la celebración del Carnaval). Entonces lo acostó en su camita como el niño bueno que siempre fue, mientras Etrian atravesaba por una depresión respiratoria y de función motora. Por demás, en este punto el cerebro, más otros órganos pueden no recibir el oxígeno adecuado a causa de la hipoventilación severa que trae consigo el uso de la droga en sobredosis. Y como estudié tanto el tipo de muerte que quería darle a Etriti les doy unos últimos daticos: el temazepan resulta fácil de inyectar porque viene en cápsulas llenas de líquido, el sujeto sufre de hiperventilación severa y el líquido se congela en las arterias provocando una trombosis mortal y gangrena. Sí, que...denigrante –expresa con pena actuada–. Por eso la consumen drogadictos, dependientes de las benzodiacepinas para tratar su insomnio y aquellos que desean suicidarse. De modo que –eleva sus manos– la policía bien fácil sabría dar un informe de defunción.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora