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El que los humanos no se relacionaron con los countrys más que lo mínimo necesario era una regla implícita que todos conocían. Por eso, en épocas antiguas, cuando un country tenía un hijo, este era educado por el mismo padre o se lo daba en tutela a otro, claro todo con suma vigilancia. No entendía por qué una mujer humana estaba sentada frente a él, ella lo miraba tranquilamente y de vez en cuando le sonreía. Su corazón no pudo evitar sentir calidez, nadie hasta el momento lo había mirado así. Sentimientos complejos habían empezado a formarse dentro de él. Hasta ahora lo único que hacía era seguir las clases que su padre le había impuesto y seguirlo a donde fuera que vaya. Lo cual era complicado, pues se movía constantemente. Aunque su padre era frío e indiferente con él, daba todo lo que podía para sobresalir y recibir su aprobación. 

- Sag mir, Baby, wie heißt du? / Dime, pequeño, ¿Cuál es tu nombre? - pregunto la mujer castaña mientras tomaba un poco de té, sus ojos avellanas lo hipnotizaron. 

- Wer bist du? / ¿Quién eres? - le preguntó con seriedad.

Ella volvió a sonreír - Niemand Wichtiges, nur jemand, der jetzt bei dir ist / Nadie importante, solo alguien que está contigo ahora - desvío la pregunta - Lass uns in dieser Hölle Gesellschaft leisten / Hagamonos compañía en este infierno - susurro.

Por alguna extraña razón se sentía a gusto a su lado - Deutschland / Alemania - le dije - Das ist mein Name / Ese es mi nombre - Ella lo miro con ternura, algo que lo hizo sonrojarse, para luego perder su mirada en el horizonte. Eso me fascinó - Welches ist deins? / ¿Cuál es el tuyo? - intento continuar la conversación, pues queria seguir sintiendo la calidez que ella emanaba.

- Ilaya - murmuro con una dulce voz - Nenn mich Ilaya / Llamame Ilaya-  La vi levantarse y dirigirse a mí, me cargo cuál niño pequeño - Ancha kuyayllapaq warmacham kanki (Eres un niño muy lindo) - dijo en un idioma que no entendía, pero aun así eran dulces sus palabras - Munayki (te quiero) - ella besó mis mejillas y mi frente. Me lleno de besos y afecto que no habia experimentado antes. Pude sentir como empezaba a sonrojarme, no pude evitar querer más de ella, más de ese cariño. Me aferré a ella y sollocé, el vacío que había intentado ocultar por tanto tiempo de alguna manera había empezado a llenarse. Pues hasta el momento me habia sentido tan solo, como si no exisitiera. Ella empezó a tararear, y mi llanto no daba señales de querer parar. Limpio mi mejilla - Ya no llores pequeño, ya no estaras solo - Pronuncio como si supiera exactamente lo que pensaba. Y de alguna manera quería que esas palabras fueran verdad, pero sabía que la vida humana era demasiado corta. 

- Mientes - le dije - Un día ya no estarás - me quejé. Al parecer mis palabras la sorprendieron y ella rio con incomodidad.

- Puede ser, pero hasta entonces podemos estar juntos - respondió - Realmente eres un niño muy inteligente - Y con esas palabras mis lagrimas sesaron, pues no habia recibido ese cumpido antes.

- Padre insistió en que aprendiera varios idiomas, pero lo que dijiste antes no lo entendí. 

- Ya veo - la escuché suspirar - No fue nada importante, así que no te preocupes - Ella empezó a caminar conmigo a un en brazos - Será mejor que comamos algo, se ha hecho tarde - Realmente una mujer extraña, pensé. Alguien difícil de olvidar. Esa tarde fue una que nunca olvidaré, Ilaya, una mujer que llego como un torbellino haciendo que mi mundo girara 180° grados. 

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Sabía lo que sucedería si decidía venir aquí, era inevitable. Su respiración era agitada, me aferraba a su cuello clavando mis uñas en su carne. Él mordía mi cuello dejando marcas por donde pasaba, tonos morados, verdes y azules adornarían mi cuerpo mañana. Sentí como aceleraba el ritmo, sus embestidas cada vez más rápidas y profundas hacían temblar mi cuerpo. Cogió uno de mis pechos y lo estimulo mucho más, sentí mis paredes contraerse llegando a mi clímax. Con unas últimas estocadas, él liberó su esencia dentro de mí. Esa noche había llegado a su habitación y la había tomado. No puso resistencia, se dejó hacer después de que tomara uno de sus tobillos y se montará encima. El amor nunca fue una opción, pero la obsesión era latente. No estaba segura cuanto tiempo permanecieron así. Solo que ya entrada en la madrugada lo sintió irse de su lado, con dificultad logre levantarme. Envuelta en una sabana me dirigí al escritorio que estaba en una esquina y saque una hoja de papel dispuesta a escribir. 

Secretos de un pasado tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora