🙞 𝒳𝐿𝐼 🙝

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El tiempo pasaba demasiado rápido a su parecer, los minutos se convertían en horas y las horas en días. En cualquier momento, Imperio Japones atravesaría esa puerta, dispuesto a embarcarla a Europa. Tarde o temprano, ella saldría de esa isla. Por lo tanto, permaneció todo el tiempo que podía junto al pequeño Japón, quien todavía seguía triste por la partida de cierta country. Así mismo sabía que el nipón mayor aún estaba molesto por lo sucedido, no permitiría que él le hiciera algo al menor. Aunque dudaba que intentara algo, sabía que no podía.

Se levantó lentamente para tratar de no despertar al pequeño, que nuevamente se había dormido en su pecho como noches anteriores, camino hasta la cama y lo deposito sumamente sobre las sabanas. Acaricio cariñosamente sus cabellos, habían pasado buenos momentos. Claro en lo que se podía, sonrió levemente recordando como este se había sorprendido cuando realizo la ceremonia del té a la perfección. Él le pidió que le enseñara, ya que aún cometía algunos errores, ella aceptó gustosa. Esa noche también salieron a contemplar la luna y las estrellas. Esas eran memorias que guardaría con amor en su corazón. 

Ella se acostó a su lado, ver niños countrys siempre le hacía dolor el corazón. Nunca tendrían una infancia normal, no como la de los humanos. Ellos tenían deberes que conllevaba representar una nación, una de ellas era estar a su costado aunque la situación sea difícil. Siempre abogando por su gente, siempre de su parte. Tener una paraciencia de una nación fuerte eso era lo único que importa, en muchos casos incluso a costa de su propia felicidad. Por eso desde que son jóvenes son criados de manera estricta, siempre para ser mejor que tu predecesor. Pero eso no era lo más lamentable, ya que muchos de ellos aparecen como varones, los infantes no llegan a conocer el amor de una madre. Ese calor que solo ellas pueden dar. 

Ella lo había sentido una vez, antes que su madre muriera. Aunque en ese momento tenia la apariencia de un niño. Tahuantinsuyo era su nombre, una mujer fuerte y poderosa dueña de un glorioso imperio. Alguien que intimidaba pueblos, pero con un corazón amable. Fue una gran mujer, suspiro, recordando algunos pasajes de su infancia. Empezó a tararear una dulce melodía mientras hacía aparecer unas cuantas mariposas, como ella había hecho hace mucho. Estuvo así un tiempo hasta que se quedó dormida.

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Lima miró a cada uno de sus hermanos que estaban reunidos en esa habitación. Los veinticinco, no estaba segura de como empezar. La habitación permaneció en silencio por un largo tiempo, sin que ninguno dijera nada para romperlo. Pasco se encontraba a su costado en una silla acariciando disimuladamente su vientre. Ella suspiró, había demasiado que discutir, entre las cuales como mantener oculto a Pasco y el cómo decirle a su madre sobre esto. Esperaba que todos ellos se mantuvieran serenos, aunque lo dudaba. 

- ¿Por qué nos llamaste? - dijo molesta Lambayeque - Estaba ocupada con mis cultivos - Se quejó.

- ¿Como vas pequeña? - pregunto La libertad.

- Bien. Mis plantas crecen sanas y fuertes, hermana - le respondió feliz.

- Me alegra escuchar que lo manejas bien Lambayeque - interrumpió la limeña. Gracias al pequeño alboroto de sus hermanos el ambiente se había relajado, eso la tranquilizaba.

- Lima - la llamo serio Junín. Ella tembló un poco - Es por Pasco, ¿no? No me han dicho aún lo que tiene y espero que me lo digas pronto - habló. Al ser uno de los mayores, solía ser sobre protector con sus hermanas, sobre todo con los más jóvenes. 

- Que dices hombre, acaso no ves que el huambrillo está bien - hablo Ucayalí - Míralo, sentadido el llullo (bebé). 

- Lima - volvió a decir ignorando por completo a la selvática. 

- Está bien - había llegado el momento pensó. Bueno, en algún momento tendría que saberlo y era mejor estar todos juntos - Si es por Pasco - confirmo - Primero, ha estado mal los últimos días como ya algunos sabrán. 

- ¿El huahua se ha sentido mal? - le pregunto Cajamarca a Amazonas.

- Al parecer si - contesto - Siempre somos los últimos en enterarnos de las cosas - menciono desanimada.

- Los médicos examinaron a Pasco y ... - La intensa mirada de Junín no le permitió continuar. Sabía que estaba molesto, porque le había ocultado algo. Tomo un poco de aire y continuo - Necesito que estén tranquilos, por favor - pidió.

- Lima - insistió el mayor de los hermanos - dilo de una vez.

- Pasco está esperando un bebé - expreso al fin más bien como un susurro que como una frase bien formulada pero entendible para todos. Ellos sabían a lo que se refería, por lo que la noticia cayó como un balde de agua fría. La habitación se tornó en un ambiente sepulcral. 

- Eso no es posible - formulo enojada Arequipa - Pasco - llamó para obtener una confirmación, obteniendo tal con un leve movimiento de cabeza. 

- Por favor, hermana - suplico Lima. Sabía del carácter explosivo de esta, así que quería - No mentiría en este asunto - Trato de explicar y abrazo ligeramente a quien era el centro de atención en ese momento. Templaba y tenían los ojos llorosos, sabía que esto podía suceder. Pero era mejor ahora. 

- ¿Quien? - pregunto aún más molesto Piura, quien había permanecido cayado todo este tiempo. 

La limeña trató de volver a hablar, pero un grito la corto - ¡Lo voy a matar! - grito molesto Junín. Este se había levantado de su asiento y caminaba decidido hacia la salida - ¡Callao! - menciono a la provincia constitucional, el cual salto cuando lo escucho - ¡Los buques, ahora! - exigió. La limeña trató de acercarse para detenerlo, pero este no escuchaba razón alguna - No me importa cruzar el océano con tal de romperle el cuello a ese alemán - expreso - Como se atrevió a tocar a ... 

- ¡Hermano! - grito Pasco para llamar su atención - Por favor - expreso entre lágrimas - Yo lo amo.

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Japón abrió lentamente sus ojos y lo primero que vio fue unas mariposas revolotear sobre su cabeza. Se quedó admirándolas un momento hasta que sintió de alguien lo abrazaba apegándolo a su pecho. La respiración de esa persona era pausada. Sobó sus orbes con sus puños para poder terminar de despertar y poder observar su alrededor. Cuando su visión fue más clara, adaptándose a la luz, pudo apreciar extensos cabellos rojos carmesí rodeándolo, mechones de un color brillante. Un agradable aroma frutal lo invadió. Por un momento se asustó pues alguien que no concia estaba a su lado hasta que escucho un murmurar femenino. Entonces lo entendió, Akane, como le había dicho que se llamaba, había sido la última persona con quien había estado. La que se había reusado a decirle su nombre, pero que a la vez le había dado una pista. Akane era una planta de la que se obtenía un tinte rojo de su raíz. De la misma tonalidad de aquella melena. Un país que tenia esa coloración en su bandera, pero muchos países tenían el color rojo, pensó. ¿Como sabría cuál era? ¿Y sí, viera su rostro? En ese caso, ¿Si alzaba su mirada podría ver que country era? 

 ¿Como sabría cuál era? ¿Y sí, viera su rostro? En ese caso, ¿Si alzaba su mirada podría ver que country era? 

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Nota 1: Las relaciones entre Japón y Perú se remonta más de 140 años atrás. Por lo que Perú aprendió varias costumbres de este país como una forma de integración cultural y para mejores relaciones. De manera que muestra lo importante que es para él este lazo, aunque claro se rompió tras la segunda guerra. 

Nota 2: Lambayeque y La libertad son regiones agropecuarias (agricultura y ganadería). La libertad le enseño a Lambayeque sobre el cuidado de animales y plantas, ya que son regiones vecinas. Se llevan bien, aunque en el futuro competirán por quien tiene mayor exportación de productos y mejor calidad. 

Secretos de un pasado tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora