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Los pasillos estaban silenciosos, solo le escucha los pasos de un grupo de personas que se acercaban hacia una de las habitaciones más seguras de palacio. Perú caminaba siendo dirigido por uno de sus hijos. Lima estaba a su lado pidiéndole que primero hablara con ella, pero hacía caso omiso. Al llegar a la puerta un par de ojos rojos se cruzaron con los suyos, Arequipa, la más aguerrida de sus hijas, estaba apoyada en la puerta con los brazos cruzados, como si fuera un guardián. Ella no solía salir de su territorio a menos que sea importante, la miro un momento y luego a sus otros hijos, todos parecían querer proteger a Pasco. Eso le enterneció, pero no quito que estuviera preocupado. Necesitaba respuestas y hasta el momento ninguno de ellos quería dárselas. 

- Arequipa - la llamo - Me dejaras pasar - exigió pues no vio que tuviera intención de moverse.

- También me alegra verte, papa - dijo ella con un tono de sarcasmo.

- Cariño, veo que quieres proteger a tu hermano - trato de razonar con ella - Pero necesitó saber que es lo que sucede, no pueden hacerlo ustedes solos.

- Deberías hablar con Lima primero - sugirió - Ha estado como loca todo este tiempo - Se quejó - Hasta tiene un discurso.

- Me lo dirá después, primero quiero comprobar que su hermano esté bien - menciono un poco más serio.

- Incluso si te dijera que él está en una sola pieza, entraras - afirmo. Ella no era alguien que mentía, siempre decía, las pensaba sin temor a que pensaran los otros. Aun así, ella tampoco le decía lo que sucedía. Empezaba a cansarse y sentía que lo retrasaban cada vez más - Veo que traes compañía. - expreso con enojo, pues sus ojos se dirigieron a quien estaba detrás de él - Me sorprende que siga con vida - menciono con sarcasmo - Pero no tientes con tu suerte, al menos destrocaremos ese bonito rostro que tienes - formulo amenazante.

- Arequipa - la volvió a llamar un poco más molesto que la última vez.

Ella suspiró - Está bien - expreso mientras daba un paso adelante y se alejaba de la puerta. 

Perú se acercó y giro la manija antes de entrar a la habitación. Su vista recorrió cada rincón hasta dar con su objetivo, ese par de ojos amarillos, Pasco se encontraba sentado enfrente de una mesa tomando un poco de té de muña. A su cotado se encontraban sus demás hijos, parecía que estaban compartiendo un agradable aperitivo. Ese ambiente no contrastaba con todo el alboroto que los demás habían realizado. Lo miro un poco más, pero no parecía que tuviera nada malo a simple vista. Aunque claro, no lo podía ver por completo. Lima, quien ingreso después de él, sintió que el alma se le devolvía al cuerpo ante lo que sus hermanos había hecho. La mesa cubría demasiado bien a Pasco.

- Papá - dijeron las mujeres ante su llegada. Cajamarca, quien se encontraba más cerca de la puerta continua - Te estábamos esperando - dijo lo más tranquilo que pudo.

- Siéntate, papá - ofreció alegre Ucayali, la menor de sus hijos, mientras le señalaba un asiento vacío - Como no te hemos visto en un tiempo, quisimos prepararte un almuerzo en familia - menciono - Incluso Loreto prepara algo para ti - expreso alegre la selvática - Él mencionó asintió mientras seguía comiendo de lo más tranquilo.

Perú los miro acá uno, todos parecían normales. Inclusive comían con tranquilidad, sin gritar ni molestarse entre ellos. ¡Eso no era norma! Loreto y Madre de Dio siempre discutían sobre quien cocinaba. Y ahora ellos estaban completamente en silencio. Incluso Callao, quien solía discutir porque siempre le servían poco, comía en paz. 

Todo era una farsa, dio un paso hacia delante y todos parecieron asustarse pues dieron un pequeño brinco. Huancavelica, la quinta de sus hijos, agarro la mano de Pasco en señal de apoyo. 

- Pasco - menciono más tranquilo Perú - ¿Cómo estás? - pregunto para tratar de no asustarlo.

Él le respondió con una leve sonrisa - Papá, perdón por preocuparte, pero estoy bien - expreso sinceramente - Mis hermanos están haciendo un drama por nada - empezó a hablar - Estuve enfermo hace un tiempo, pero estoy bien. - Volvió a sonreír - El doctor dijo que era por el constante trabajo que tenia, ahora ya lo he solucionado.

Aunque sonaba sincero, no podía estar seguro al cien por ciento. Aunque estaba más tranquilo, ya que lo vio. Intento acercarse, pero alguien paso corriendo a su costado. Había olvidado por completo de quien lo acompañaba.

Puno, Loreto y Moquegua se pararon al instante cuando vieron quien había ingresado a la habitación. Trataron de interponerse en su camino, pero Berlin fue más rápido. Él había rodeado la habitación para llegar al otro extremo donde se encontraba Pasco. Los ojos de este brillaron al simple ver a quien tanto añoraba. Había llegado lejos y no desperdiciaría la oportunidad que tenia delante, así que corrió con todas las fuerzas que tenia. Tiro todo lo que le impedía seguir, incluso esquivo algunos objetos que alguien le lanzaba. Se dirigió lo más velozmente hasta él, y solo se detuvo cuando lo tuvo en frente. Su par de orbes amarillos se abrieron por la sorpresa, vio como lentamente abría sus labios para decir algo; sin embargo, los cerros rápidamente - Pasco - hablo mientras traba de acercarse más y poder tenerlo en sus brazos. El miedo nublo sus ojos, los vio temblar y antes de que pudiera alcanzarlo, él se alejó apresuradamente. 

Perú vio como el europeo había atravesado la habitación en un paradero, incluso como este intento abrazar a su hijo. 

Pasco se levantó de un golpe de donde se había encontrado, incluso se escuchó como se caía la taza que minutos antes estaba bebiendo. La porcelana al romperse inundó la habitación, pero lo que más llamo la atención de los dos recién llegados no fue el ruido, sino el abultado vientre que tenia Pasco. El penúltimo de sus hijos, se encontraba abrazando su barriga en un vano intento de ocultarla. Vio como sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas. Ninguno de los dos pudo decir algo, y su mirada no se apartaba  de lo que protegía el peli amarillo. 

- Carajo - se escuchó maldecir a alguien. El pasqueño soltó algunas gotas de sus orbes, dio un par de pasos hacia atrás y salió corriendo del cuarto. 

Berlín no pudo mover ninguno de sus músculos. Eso ... No puede ... Es imposible ... Que esté esperando un niño, pensó.

- ¡Bastardo! ¡Hijo de ... - un grito rompió el cielo.

 - un grito rompió el cielo

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Secretos de un pasado tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora