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Ucrania mantenía la vista sobre aquel cuarto que estaba al final del pasillo, sabía que se iría pronto. Levanto su brazo y miro los vendajes que tenía en estos, aún podía sentir sus cálidas manos. Ella había gritado horrorizada cuando lo había visto, más bien cuando los vio. 

Su padre era un hombre con altas expectativas en sus hijos, por ellos constantemente los hacía "entrenar", aunque más se podría ver como una tortura. Ellos tenían que soportar todo y ser los más fuertes, ellos tenían que ser como él. En esa ocasión habían tenido la orden de ejecutar a prisioneros humanos, se negaron, el pequeño suspiro resignado. Había pasado una semana encadenada sin comida ni agua, en completo aislamiento. Aunque fue un mal periodo, no se comparaba con lo que le había sucedido a su hermano, lo habían golpeado y luego dejado en el bosque con el ultimátum de volver en cuatro días. Los castigos junto con las arduas sesiones de combate, poco a poco drenaban sus fuerzas y esperanzas de tener una vida normal, o eso pensaban. Cuando el Señor México llego fue como una salvación, sus hermanos se aferraron a lo único que les proporcionaba paz. Pero, cuando ella apareció, su mundo fue mucho más normal. Si bien el tiempo que pasaban con el latino era maravilloso, este tenía que cumplir órdenes y misiones que realizar, por lo que había periodos en lo que no estaba con ellos. Esos vacíos habían sido llenados por ella, ¿Era muy egoísta pedir que se quedaran?

Camino firme hacia aquella habitación, había algo que lo molestaba desde su aparición. ¿Por qué se tenía que marchar? ¿Por qué no se podía quedar con él? Estuvo a punto de tocar la puerta, cuando su mano se detuvo. Se quedó pensativo por un momento, buscando entre sus recuerdos, sin hallar lo que necesitaba. ¿Cuál era su nombre? Abrió los ojos sorprendido y avergonzado a la vez, en el tiempo que habían estado juntos. Ni él ni sus hermanos le pregunto sobre su nombre. 

Eso lo desconcertó, tampoco recordaba que ella les hubiera dicho como se llamaba. Ahora que lo pensaba, no sabían mucho de ella. Sus mejillas empezaron a tornarse rojas, ella era parte importante en su vida y realmente no la conocían, ¿Como podía pedirle que se quedara? Incluso les había ayudado para que el Señor México se quedara más tiempo con ellos y les tomara atención. ¿Como podía retenerla? 

Estuvo parado enfrente de aquella habitación por lo que parecieron horas, bajo lentamente su mano. Si querían que tanto ella como el señor México se quedaran con ellos deberían de por lo menos interesarse en sus gustos. Salió corriendo de ahí, si querían que estuvieran en su vida para siempre, tenían que esforzarse para que quieran quedarse. 

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El viaje fue tan agotador como siempre, bajo del vehículo lentamente y camino hacia la entrada del búnker. Un pensamiento cruzó por su mente, algo que la hizo fruncir el ceño. Devuelta en casa, esa frase hizo que sintiera una corriente eléctrica viajar por toda su columna. En tan poco tiempo ese lugar se había convertido en su hogar. Sintió una punzada en su corazón, algún día esto no estará. El hermoso paisaje la hizo sentir aún más devastada, nada de esto existirá. Bajo la mirada, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir. El viento sopló violentamente contra ella, ¿Por qué se tuvo que enamorar de un criminal?

Unos brazos la rodearon, haciéndola tambalear, el abrazo fue cálido. Ella levantó la vista encontrándose con un par de ojos negros - Ilaya - dijo con dificultad el pequeño. Sus lágrimas salían a borbotones de sus hermosos orbes - Herzlich willkommen / Bienvenida - mencionó mientras se aferraba a ella. Ella sonrió, encantada de corresponder la muestra de afecto del menor. Lo miro un poco más mientras este se limpiaba con las manos los ojos y vio como pequeñas gotas caían de su frente, al parecer había corrido a la entrada cuando se enteró de que había llegado - Ich habe dich vermisst / Te extrañe.

Se inclinó y tomo al pelinegro en brazos, beso su mejilla - ich auch / Yo también - respondió. El niño abrazó su cuello con fuerza, sin querer separarse. Empezó a caminar hacia el recinto, hacia su hogar, ahí donde estaban las personas que amaba. 

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 URSS miró detenidamente a cada uno de sus hijos, los niños reían y jugaban junto a México. Sus ojos quedaron cautivados por la imagen que este último proyectaba. Su actitud jovial, tan diferente a todo lo que conocía, lo había fascinado. No pudo evitar sonreír para sus adentros, su reencuentro no fue el mejor posible, pero de alguna manera fue especial. El latino había llegado poco después de iniciada la guerra, con una actitud alegre y agresiva a la vez. Cuando lo vio este se asustó, aunque trato de disimularlo, eso le pareció encantador.

Si bien su carácter era frío y serio, siendo muy pocas las veces que se exalte por algo, el carácter del mexicano había sido todo una sorpresa. Siendo agresivo cuando algo le molestaba y volviéndose nervioso cuando lo llamaba. El hecho que cambiara de actitud tan rápido le intereso enormemente. 

Desde que lo vio por primera vez en aquella asamblea, desde que sus ojos se cruzaron con los del él, desde que él fue el primer país latinoamericano en reconocerlo, desde ese momento había decidido que lo tendría. Ahora, que compartían mucho tiempo juntos, su relación se había fortalecido. Eso hubiera estado bien, tener mejores relaciones diplomáticas cuando la guerra acabara o entablar tratados juntos, pero él quería más. Quería todo de él, y finalmente estaba por conseguirlo. 

El moreno había levantado su vista encontrándose con la fría mirada del soviético, no pudo evitar sonrojarse y desviar su vista rápidamente. Su mente revivía contantemente ese momento, tanto que aún podía sentirlo. Esa tarde, el pelirrojo lo había llamado a su oficina por algunos asuntos de guerra. La reunión había transcurrido normalmente, pero en algún punto el mayor se le acercó. No estaba seguro de como había pasado. Recordaba haber intercambiado unas palabras, pero nada claro. Sus labios se juntaron en un beso suave al principio, volviéndose más intenso. Inconscientemente, llevo sus manos a sus labios. En ese momento se había quedado estático, sin embargo, poco después correspondió el beso que le habían dado. Ahora su cabeza estaba hecha un lío, ya tenía suficiente con la guerra, mordió su labio. Realmente le había gustado ese beso, ¿no hacía mal en querer más, no?

 Realmente le había gustado ese beso, ¿no hacía mal en querer más, no?

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Feliz Año Nuevo

2022

Secretos de un pasado tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora