El viento soplaba en aquella noche tranquila, acababa de regresar de cenar con su familia. Sonrió inconscientemente, siempre era feliz cuando se reunían, y más cuando está su padre con ellos. Eran una familia unida, a pesar de todo. Acaricio lentamente su vientre, su hijo pertenecería a aquella familia, estaba seguro de que viviría bien y lo cuidarían bien, aun si él ya no estuviera ahí. Suspiro, el futuro eran incierto, pues no era claro que pasaría después de que diera a luz. Eso lo llenaba de temor, pero no le importaría dar todo su territorio para que su hijo viviera. Rezaba para que al menos pudiera ver su rostro si llegara a morir. Sonrió levemente y empezó a tararear una dulce melodía, había empezado hacerlo cuando estaban ellos solos, el bebe y él. Le gustaba creer que le escuchaba - Tu abuelo no parece estar molesto - le menciono - Dijo que se encargaría de todo y no nos preocupes - expreso mientras se dirigía a la cama - Que se encargara de devolver a ... tu padre - Se sentó en el borde de esta, mirando su vientre por un momento - Quisiera saber que pensó cuando me vio - murmuró - Tal vez ... Le pareció desagradable - expresó mientras una lágrima salía de sus orbes - Por eso no me sigo y no ha venido a buscarme - dijo más para sí mismo - Pero eso no importa - Trato de convencerse a sí mismo - Porque me tendrás a mí, a tus tíos y a tu abuelo.
Se a cómodo entre las sabanas, mirando el techo, trayendo recuerdos del pasado. Berlín había llegado a su vida de golpe, y lo había conquistado sin que él tuviera tiempo de reaccionar. Cuando pudo darse cuenta, ya estaba completamente enamorado de su sonrisa. Frunció el ceño molesto, el germano no debió volver después de su recuperación por el accidente. Pero un par de meses después, de manera sorprendente, se había aparecido ante su puerta con un ramo de flores. Aunque su semblante era pésimo y parecía tener ganas de vomitar, así había sido su segundo reencuentro. Río, inconscientemente, le había dado soroche cuando viajo a su territorio. En aquel momento creyó que nunca más lo vería, pero lo sorprendió y su corazón se sintió cálido. ¿Que lo había enamorado? Esa era la pregunta que siempre le hacía tiempo después de que habían decidió ser una pareja. Generalmente, le respondió que era por su rostro, que era muy apuesto. Pero, la verdad era que se había enamorado de como lo miraba y le trataba. Le había mostrado el lugar donde vivía y este había quedado fascinado, de su naturaleza, de su gente. Eso lo había cautivado, y cuando veía que sus ojos brillaban cuando le miraban, él no podía girar su rostro.
Unas lágrimas recorrieron su rostro, ese brillo no lo había visto cuando se vieron la última vez. Para él, seguramente era repulsivo que tuvieran un hijo. Tal vez solo fue un amor pasajero, claro, había sido un tonto al creer que le amaba de verdad. Todo había sido una ilusión, ahora le había abandonado. Realmente, era un idiota, ¿como pensaba que una capital europea se podrá haber fijado en él, que nada más era un departamento? Sin darse cuenta termino quedándose dormido.
Un leve sonido se escuchó en la habitación, seguido de un clic la ventana se abrió lentamente. Una figura oscura ingreso por esta con cautela, aquel individuo llevaba una capucha y únicamente se podía ver un par de ojos rojos. Aquel hombre se acercó sigilosamente hacia donde se encontraba un pasqueño dormido. Lo miro por un momento y se arrodilló para poder estar a su altura. Cogió una de sus manos y la llevo a su rostro, para posteriormente besarla. Había esperado demasiado para esto, había sufrido demasiado para ello y sabía que sufriría más en el futuro. Pero por un momento, quería sentir paz, la paz que solo tenia cuando estaba a su lado. Examino su rostro detenidamente, queriendo preservar cada facción en su memoria. Su vista recorrió su cuerpo y se posó en el vientre del contrario, sin poder contenerse, extendió la mano. Ahí yacía su hijo, pensó, el fruto de su amor. Sonrió como un tonto, este pequeño State le estaba dando un maravilloso regalo. Una familia, algo que únicamente los humos podían tener, ahora también era de ellos.
Ante su toque, los orbes amarillos poco a poco empezaron a abrirse. Cuando su vista se acostumbró a la oscuridad, pudo ver aquella gran figura. El miedo de que alguien hubiera entrado a su habitación para dañarlo, lo invadió. Se levantó de golpe y trato de retroceder en un intento de proteger a su bebe - ¿Quien ... - dijo con temor - ¿Quien eres? - pregunto.
El contrario pareció sonreír y llevo sus manos hacia su capucha - Cariño, soy yo - expreso mientras quitaba esta y dejaba al descubierto su rostro - Te he extrañado - Berlín se había acercado en un instante a él y lo había tomado por una de sus muñecas - Pasco - lo llamo antes de besarlo.
Nota 1: Después de que Berlín regresara a Europa, volvía muchas veces a tierras peruanas para ver a Pasco. En su segundo viaje, tuvo ayuda de Callao para saber donde podía encontrarlo, solo que este no le acompaño, termino pagando demás el transporte y el viaje le cayó pésimo. Vomito parias veces por el camino, pero pudo llegar a casa de Pasco. Las flores las consiguió en un puesto de flores cerca a un cementerio. La paso mal todo el viaje, ya que no estaba acostumbrado. (Se me hace gracioso imagina a Berlín, son soroche, mal de altura)
Nota 2: Los hermanos de Pasco, Junin y Piura, se enteraron de lo que más le gusta a este de Berlín es su rostro. Es por eso que en capítulos anteriores, Arequipa dice que al menos le destrozaran su bonito rostro.
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Secretos de un pasado tormentoso
Ficción históricaUn alma pura se puede destruir de mil maneras. ¿Cuántas veces más tiene que pasar? - Podrías, por favor - con una mirada maternal en su rostro, ella pidió. - Claro - Desde hace cuanto que hacíamos esto, se preguntó mientras cambiaba su apariencia a...