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El sol en el horizonte daba comienzo a un nuevo día, se levantó con pesadez. Con dificultad entro al tocador y se miró en el espejo, realmente era una bestia. Las mordidas y chupetones estaban desde su cuello hasta su abdomen y su cintura. Solo habían pasado unos cuantos días desde que había llegado ahí, y en cada noche no pudo conciliar el sueño. Se lavó el rostro, y sonrió, siempre sonríe, se dijo. Se metió a la regadera y dejo que el agua cubriera su cuerpo, saco fuerzas para no romperse y continuar. Lo provechoso era que durante el día podía estar por donde quisiera y nadie le diría nada, con algo de dificultad había logrado leer ciertos documentos. Reich podría ser muchas cosas, pero menos un desordenado. Tenía todo limpiamente documentado y archivado, desde la más mínima cosa hasta la cantidad de armamento que tenía. Aunque claro, no todo estaba ahí, solo los aspectos más importantes. Se alistó mientras miraba la hora, con un vestido sencillo y un abrigo salió. Aunque las noches eran intranquilas, los días eran relajantes y lo eran mucho más cuando pasaba tiempo con el pequeño hijo de Reich. Alemania, aunque parecía tener una apariencia seria, solía ser muy tierno ante sus ojos. 

Salió de la habitación con la intención de ir a comer algún bocadillo de la cocina. Al doblar una esquina se cruzó con aquel niño, que al verla corrió donde ella y se abalanzó a sus brazos - Ilaya - dijo mientras ocultaba su cabeza en su pecho.

- Wie war der Unterricht? / ¿Cómo estuvo la clase? - le pregunté mientras acariciaba su cabeza. 

- Es war gut, ich habe viel über Verwaltung gelernt / Estuvo bien, aprendí mucho sobre administración - dijo feliz. Ese fue un golpe para su ego, ella debería de estar dirigiendo su país.  Rezaba internamente que no pasará nada en el tiempo que estuviera fuera y que su hija, Lima, pudiera sola y que los demás se encontraran bien. Después de esto, seguro recibiría un regaño de parte de sus hijos. 

- Was willst Du heute machen? / ¿Qué quieres hacer hoy? - pregunte para distarme. 

Él me sonrió. Sus dientes puntiagudos eran de alguna manera intimidante, una clara característica de que era hijo de Reich. Acaricie su mejilla, pero a mí me parecía adorable a su manera - Gehen wir raus / Salgamos - Jalo una de mis mangas y señaló la puerta principal de la casa - Vater hat einen Hund mitgebracht und ich will mit ihm spielen / Papá trajo un perro y quiero jugar con él.

- Ein Hund?/ ¿Un perro? - pregunté incrédula. Los cambios de actitud de Reich eran a veces sorprendentes. Solía ser frío y serio la mayoría del tiempo, pero en ocasiones tenia un gesto cariñoso con ellos - OK los geht's / Está bien, vamos - Tomé su mano, esperaba que ese día fuera tranquilo. 

Después de un par de horas, empezaron a llegar soldados con armamentos. Diversos carros militares llenaron la entrada del aquel recinto. Eso no era una buena señal, los hombres empezaron a descender de los autos y formarse en filas. Si bien algunos de ellos nos miraban intrigados, no dijeron nada y ni se acercaron. Todo el ruido que estaban haciendo quedo silenciado cuando dos hombres bajaron de un carro negro. Mis ojos se abrieron antes la llegada de esas personas, Italia Fascista junto al Imperio Japonés habían llegado.

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- Vamos Pasco, tú puedes - se motivó así mismo - No, realmente no puedo - se volvió a desanimar. Había venido a darle unos documentos sobre su región a su hermana, fácil y sencillo, regresaría a casa en la noche y tal vez visitar a su hermano Huánuco el día siguiente, o al menos esos eran sus planes. No había contado conque en ese preciso momento había llegado una visita inesperada. Lima, con todos los pendientes que tenía por la falta de su madre, se había desplomado en el escritorio ante la noticia. Ella se quejó de que no tenía tiempo y que no podía atender a alguien en ese momento, entonces su mirada se dirigió a él y se formó una sonrisa, una maliciosa. Su hermana lo cogió de los brazos y le pidió que recibiera al visitante. Que era importante que alguien lo recibiera porque el mandar aun humano no sería lo más apropiado, además de que mamá no estaba y que era nuestra responsabilidad dar una buena impresión y de que ayudaría al comercio en el futuro. Suspiró, en su mente, seguía el recuerdo de esa reunión.

- Por favor, Pasco - ella pidió - Solo tienes que llevarlo con Callao, a la base naval, solo eso - imploró - No pediré nada más y te deberé un favor - Trató de convencerlo. El ver los ojos suplicantes de su hermana hicieron que su corazón se sintiera pesado.

El acepto de mala gana - Está bien, ¿A quién debo escoltar entonces? - aceptó de mala gana.

Con una notoria sonrisa, ella dijo - A Berlín.

Ahora se encontraba en puerta de palacio - Bien, tranquilo - habló - Solo viene a recoger los buques que están con Callao, nada más - se animó - Además, él solo no puede lastimarnos, no está en su territorio - Respiro profundo - Vamos - pronuncio antes de abrir las puertas. Lo busco en aquel recinto y cuando choco con su mirada. Se sintió minúsculo, se mordió la mejilla interna. Porque carajo los europeos tenían que ser tan altos, pensó. Lo vio inclinar un poco su cuerpo y saludarlo. Se le quedó mirando, no pudo evitar el sonrojo en sus mejillas. Ese sujetó era realmente guapo.

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Cierto alemán había llegado a tierras peruanas, nada oficial claramente. Se encontraba en palacio de gobierno esperando la llegada de Lima. Una sonrisa se forma en sus labios, había conseguido tener un poco de tiempo libre y alejarse de todo el caos que se había formado en su hogar. Se felicitaba internamente por haber leído el reporte de los buques, el MS Leipzig y el MS Monserrate, que no habían regresado a Alemania a inicios de la guerra. Pues había obtenido una buena excusa para distanciarse de la guerra. 

Las puertas de aquel palacio se abrieron sacándolo de sus pensamientos. Volteo para poder encontrarse con la limeña, pero no era la persona que esperaba ver. Un joven de cabellos amarillos había ingresado, al parecer buscaba algo o a alguien con la mirada. Cuando ese par de ojos verde se posaron en su persona, vio sus mejillas sonrojarse - Buenos días, un gusto poder conocerlo - le saludó firme - Mi nombre es Berlín y he venido a llevar un par de buques a mi patria. 

El muchacho no respondió, lo vio ponerse mucho más rojo de lo que estaba. No pudo evitar sonreírle, se veía muy lindo - ¡Ah! - exclamó después de un momento incómodo entre los dos, como si lo hubieran sacado de un trance - Disculpe - dijo nervioso - Es un placer poder recibirlo, mi nombre es Pasco. Mi hermana, Lima, lamenta no poder recibirlo en persona. Ella se encuentra en estos momentos fuera de la ciudad, por eso es que me pidió acompañarlo a las instalaciones donde se encuentran los buques que ha venido a recoger - se sorprendió ante el monólogo del menor, educado y directo. Eso le gustó. No esperaba ese tipo de recibimiento, pero estaba satisfecho. - Por favor, si pudiera acompañarme - su dulce voz lo cautivo. Se preguntaba como sonaría su nombre si lo dijera con esos delicados labios. El pequeño empezó a caminar hacia las afuera y él lo siguió - Espero que tu estancia hasta el momento haya sido agradable - le pareció adorable el esfuerzo que hacía para no bajar la mirada avergonzada, pues sus mejillas aún estaban tornadas de un color carmín.

- Estuvo bien - Al parecer su respuesta lo alivio. El viaje fue en silencio, el ojiverde miraba por la ventana del vehículo y él no dejaba de mirarlo. Había cautivado su corazón. ¿Alguien se puede enamorar a primera vista?, se preguntó. 

 

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Secretos de un pasado tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora