Capítulo 2

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Las campanas sonaron antes del amanecer, la llamada a misa alertó a los habitantes. El estruendoso resonar que emitía el campanario principal de la iglesia, tan solo podía indicar la llegada de un nuevo sacerdote, que para una población dividida entre creencias, era motivo de molestia colosal.

En un mundo regido por la violencia y el terror, la religión no era signo de protección, al contrario, era tiranía. Sin precedentes, sin corazón, sin respeto.

Miles de vidas habían sido arrebatadas dos años atrás en los juicios de Italia con motivo de frenar la brujería, y todo en nombre de un ser todopoderoso que quizás solamente era una excusa para cubrir la verdadera naturaleza de la humanidad.

Mujeres, niñas, ancianas habían sido masacradas bajo la atenta mirada del odio y el repudio. Los juicios de Italia quebrantaron la fe de muchos, reemplazandola por algo tan obsceno como el miedo. Y a pesar de que no había sido la primer masacre ni la última, aquel año el mundo se quebranto.

El odio y la envidia se habían desatado, sembrando el caos y dando a florecer una guerra, mostrando lo peor de la humanidad

Aquel año todos perdieron algo, una hermana, una esposa, una madre, la fe.

Las pocas familias que lograron escapar se refugiaron al norte de Europa, extendiéndose por Asia y algunos otros a Reino Unido.

A donde fuera, pero que la Iglesia jamás los encontrara.

Pero nadie estaba exento y aquella pequeña ciudad no era la excepción. La única iglesia con la que contaba la región se hallaba casi a las afueras del condado Corbeau, al Suroeste de la región.

Se trataba de un santuario añejo, con las paredes repletas de hongo con la pintura desgastada, con una cúpula amenazando con caerse, mientras que el suelo se negaba a soltar los rastros de loseta que quedaban.

Era un santuario indeseado, viejo y casi abandonado, pero para evitar la furia del clero de Inglaterra lo mantenían con falso aprecio.

—Todo listo —mencionó Jimmy ingresando a unas pequeñas oficinas a un costado del santuario.

Taehyung asintió terminando de ajustar la sotana de color crema con el cuello rojo y una linea del mismo color atravesando su torso hasta llegar a sus pies, acompañados de un bordado dorado alrededor de las telas. Un vestuario poco agraciado por el castaño, pero el único disponible en aquel lugar.

—Los creyentes comienzan a llegar —anunció Jennifer ingresando a la administración. Quedándose paralizada al notar las prendas sobre el cuerpo del más alto —. ¿Eso es del padre Mateo? —inquirió hacia el pelinegro de labios pomposos.

—Sí —afirmó Jimmy negándose a reaccionar ante su tono—, el joven Kim no contaba con ofrecer una misa.

—Park —gruñó la chica fulminándolo con la mirada, transformando la atmósfera de la habitación.

—Aquí no, hablemos después —espetó girándose hacia el castaño —. Cuando guste puede iniciar la misa, por ese pasillo puede ingresar al santuario principal —señaló hacia el fondo del lugar donde se hallaba una entrada en arco, sin luz.

—Sí, gracias —musitó ignorando la molestia en la joven que les acompañaba —. Con su permiso —habló aventurandose al extenso pasillo con nula iluminación, el lugar era sofocante, el calor se aferraba a sus paredes; además, del peculiar aroma a humedad.

Taehyung atravesó el pasillo con el cuerpo rígido al desconocer aquel sitio, mas la luz al final del camino le alivio, aceleró el paso conforme la luz iluminaba con mayor intensidad.

Un destello abrumador cegó los ojos del castaño, obligándole a parpadear en repetidas ocasiones para poder aclarar su visión. En cuanto lo logró sus ojos se abrieron de par en par al tener frente a él, un altar de dimensiones espeluznante, un cristo colgaba de la pared principal, su rostro desfigurado de dolor y la sangre escurriendo por su cuerpo estremeció a Taehyung, antes ya había visto aquella figura grotesca, pero sus dimensiones eran totalmente distintas. Tragó duro al notar la presencia de hombres y mujeres que comenzaban a tomar asiento en las viejas bancas de madera que rechinaban ante el esfuerzo por soportar el peso poco amigable.

Inhalo profundo pero el aroma a incienso irritó su garganta, tensó la quijada y frunció el ceño en respuesta. Las miradas despectivas no tardaron en llegar, Taehyung los miró creyendo que se trataba de la mueca que decoraba su rostro, pero conforme más feligreses se reunían en el salón supo que no se trataba solo de eso.

Miradas despectivas, bañadas en hipocresía, recorrían su cuerpo. Se acercó al altar percibiendo las cientos de velas que iluminaban el santuario. Flores blancas, resistiéndose a morir, a quebrarse, decoraban el santuario sostenidas por un par de floreros de cobre, ubicados en cada esquina del recinto.

Las bancas se abarrotaron a tal punto que algunos permanecieron de pie, fue así que pudo percibir las prendas lujosas junto a un par de perlas que portaban las personas de las tres primeras filas, sus miradas llenas de arrogancia y que por sus poros destilaban soberbia, mientras que el resto solo portaba harapos rasgados y sucios, miradas cansadas y el peso de una sociedad. Un sector más pobre.

Clases...

El estómago de Taehyung se removió incómodo ante el pensamiento, viéndose obligado a iniciar la ceremonia.

—Que el Señor esté con nosotros —espetó al centro del altar y con los brazos extendidos.

—Y con tu espíritu —respondieron al unísono.

Los feligreses se levantaron de sus asientos, alzando los brazos simulando esperanza.

—¡Dios, ten piedad! —habló Taehyung inspeccionando los rostros de los presentes —. Perdona todos nuestros pecados —entonó fundiéndose con el ambiente, mostrando paz, arrepentimiento e incluso molestia.

—¡Dios, ten piedad! —cantaron en coro.

—Por todo aquellos que te han negado.

—¡Dios, ten piedad! —rugieron con fervor, cimbrando el lugar.

—Por todos aquellos que se niegan a tu orden

—¡Dios, ten piedad!

—Por aquellos que han dañado

—¡Cristo, ten piedad! —el mundo se frenó para Taehyung en ese momento, el rugir de los presentes estremeció sus entrañas. Cientos de miradas se posaron sobre él.

Hipócritas...

Sus semblantes se endurecieron ante la pausa del sacerdote.

Al igual que tú.

Sonriendo desvió la mirada, comenzando a caminar hacia el pequeño altar de madera.

—Pueden sentarse —indicó tomando la biblia sobre el altar.

Todos lo somos.

Procedió a la lectura.

Pecado Concebido [TaeKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora