Pecado Concebido [TaeKook]

Capítulo 1

Siempre creí que con mis acciones podría cambiar el mundo, podría sanar el odio en el que estaba hundido, liberarnos. Crear el mundo perfecto.

Siempre supe lo que quería aunque para lograrlo debía de convertirme en lo que juré jamás ser, pues nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.

Tal vez no era la época correcta, ni el lugar indicado, tal vez todo estaba escrito, o tal vez solo tal vez yo lo había provocado. Mi deseo de cambiar al mundo lo terminó sentenciando.

Sigo con la mirada perdida en mi reflejo, pero a pesar de saber que soy yo, no soy capaz de reconocerme. Él me ha cambiado.

Él me ha convertido en lo que tanto había evitado.

Lo que me hace preguntarme una y otra vez:

¿Cómo llegué a esto?

Sin embargo acepto mi error.

Hágase señor tu voluntad...

Nunca debí haber ido a aquella cabaña.

En la Tierra como en el cielo...

No debí aceptar la propuesta...

Danos hoy nuestro pan de cada día...

No debí haberme convertido en el monstruo que soy.

Perdona nuestras ofensas...

Pero estaba ciego

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden ...

Codiciaba la libertad

No nos dejes caer en la tentación...

Una libertad de tan alto precio que estaba dispuesto a pagar.

Y líbranos de todo mal...

Convirtiéndose en el mejor error que he cometido...

—Amén —repitieron todos al unísono —. Muy bien hijos míos vayan con Dios, es todo por hoy —dijo el hombre posado sobre el altar. Al entonar sus últimas palabras los presentes comenzaron a desalojar el recinto..

Sin embargo, un castaño de piel acaramelada y semblante serio se acercó hasta él.

—Chanyeol —nombró a espaldas del sacerdote.

—TaeTae —respondió sonriente girando sobre su propio eje, logrando quedar de frente al joven —¿Y esas maletas? —preguntó curioso al notar dos maletas a los costados del menor.

—Me iré —contestó ausente de emoción.

—¿Qué? —gesticuló atónito abriendo los ojos de par en par.

—Es hora de cambiar de aires —sonrió amargamente el chico.

—Tae...—Siseó bajo una presión sofocante sobre el pecho.

—Por favor no me mire así —dijo al notar la tristeza en los viejos ojos del contrario —. Usted quería que me fuera y ahora lo haré.

—No lo digas así hijo...