Capítulo 12 ~ Dosis de Realidad

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Grace Keller

Cada segundo veía en mi mente unas traumáticas imágenes diferentes recreándose en mi esta, intentaba ocultarlas, no quería que aparecieran más, me hacían cada vez más débil

Todo empezó cuando me aparté de las pastillas, pero hace unos días sentí la necesidad de volver a tomarlas. Cuando decidí volver a dejarlas, me pasa esto, al final comprendí que eran necesarias en mi vida, no me podía alejar más de ellas, es como si fuera una parte de tu cuerpo, si la separabas de ti, surgían consecuencias

Y de repente, en mi mente se crea un destello de luz, como si te alumbraran con un foco. Después, aparece lo que nunca quise ver: un señor de mediana edad con la cara destrozada (ojos blancos, nariz rota, labios y dientes rotos por los que chorreaba sangre)

Absolutamente todas mis extremidades temblaban. Mi cerebro me dejó entre uno y tres segundos para poder respirar y volver a la realidad, después, seguían reproduciéndose esas escenas en mi cabeza

Segundo fogonazo: el mismo señor de antes, el cuerpo perforado (un poco más arriba del intestino), la camisa blanca que llevaba encima estaba cubierta de sangre, esta vez se podía ver que estaba tumbado en una camilla con sábanas verdes (pero sin arropar)

Otros pocos segundos hasta el siguiente, mi cerebro me estaba torturando, ya no me sentía viva, era como si no existiera, lo único que sí lo hacía era lo que mi mente me mostraba

Tercer fogonazo: una pareja compuesta por un hombre y una mujer en los asientos delanteros del coche a los que observaba desde la parte de atrás del todo (en la tercera fila del coche), estaban aplastados por otro coche que atravesaba este por el parabrisas. El coche destrozado y los asientos manchados del líquido rojo que contenían sus cuerpos

Menos segundos que la anterior vez, cada vez me aparecían estas cosas con más velocidad, esto producía que me arañase y arrascase en la piel sin darme cuenta, una vez que había empezado, era inevitable parar

Pero lo que más me dolía no era ver esas horrorosas imágenes rondando por mi cabeza, era algo peor, que podía reconocer sus caras, les conocía perfectamente, verles en ese estado me apagaba

Después de unas cuantas imágenes que me rompían el corazón en mil pedazos, pararon, algo que no creí que pasaría, pero al fin lo hicieron y pude volver a la vida, al fin me desperté

Me dolían los brazos y las piernas, me desarropé y vi que me había hecho unos grandes cortes en ellos estando dormida, sin darme cuenta. Estos me escocían, me ardían, pero no más que mi interior, que suplicaba olvidar todo ello que pude ver

Me podía notar hasta mis pulsaciones cardiacas de lo rápido que iban, mi corazón latía tan fuerte y tan rápido que parecía que se me fuera a salir del pecho en cuanto menos me lo esperase, mi respiración no se calmaba, parecía que acabara de correr una maratón, solo hiperventilaba, intentaba relajarme, pero era algo imposible

Tenía todo el pijama mojado, calado. Surgían de mi cuerpo millones de gotas de sudor (incluyendo a mi pelo), unos segundos más tarde me di cuenta de que mi cama estaba igual que mi pijama y yo en general, empapada, como si recientemente se me hubiera caído encima de ella un cubo enorme y lleno de agua caliente

Estaba decidida, abrí el bote que estaba en mi mesilla, desenrosqué el pequeño frasco y miré durante unos segundos la pastillas que actualmente se encontraban en mi mano, no sabía si a esta hora podía tomármelas o no, pero me daba igual, me volvería a tragar, volvería a ingerir las pastillas que se pegaron a mi cuando yo no lo quería, y así lo hice

Sofocada de calor, giré mi cabeza hasta mi despertador, marcaba las 2:10 a.m., volví a posicionar esta misma en el mismo lugar que estaba antes, mirando hacia el techo, pensando en la nada intentando que sirviera de pasatiempo, pero ese pasatiempo no funcionaba

Para mí pasaron cinco horas desde que miré el despertador hasta este mismo momento (no me podía dormir), pero en realidad solo había pasado una hora, deseaba que la noche fuera menos duradera, el aburrimiento que tenía me mataba por dentro, tenía ganas de salir, vivir y no volver a sentir

Entonces se me ocurrió salir a fuera, a mi sitio favorito desde hace poco tiempo, el campo de detrás del instituto. Esta vez también esperaba encontrármele, en verdad, quería encontrármele, aunque no creía que lo pudiese ver y menos a estas horas, pero lo iba a intentar, era lo único que necesitaba ahora.
Quería ver también ver a Gigi, pero me porté mal con ella, me fui corriendo sin decirla ni un a donde voy

Me cambié, me puse una sudadera negra encima de unos pantalones vaqueros y así, intentar ir lo más cómoda posible

Salí de mi casa por la ventana, para no despertar a mi madre, que seguía tirada en el sofá (como siempre estaba) y me dirigí a ese bonito sitio habitado por la naturaleza, donde gobernaba la paz y la armonía entre las plantas y los pocos animales que habían allí

Cuando encontré el árbol, me senté e impaciente esperé y esperé. De vez en cuando giraba la cabeza buscando al chico de los profundos ojos azules, que por cierto, ya tenía nombre y ese era Jonathan (pero prefiero decir este)

Mi subconsciente me repetía, Grace, no vendrá, Grace, no te quedes, Grace, no va a venir, y al final, este obtuvo la razón, no vino. No podía esperar que viniese sin ni si quiera haberle dicho ni una palabra de que estaría aquí y menos a estas horas

Decepcionada conmigo misma, por pensar que estaría presente. Me fui de aquel lugar y me puse unos cascos al volumen más alto que pude, quería conseguir perderme en mi realidad.

Ande sobre la casi oscura acera (únicamente iluminada con unas farolas cada determinados metros), de noche, con los pájaros pasando de un lado a otro del cielo, el silencio de las calles reinando y la luna brillando como brillaban sus ojos todas las veces que los vi, los profundos ojos azules de aquella persona

Al final, alcancé otra vez mi destino, mi casa, mi aburrida casa, el último sitio en el que me apetecía estar ahora mismo.
Escalé por los huecos que había entre una madera y otra del exterior de la casa y llegué hasta arriba, pasando una pierna al interior, la otra y al final, conseguí entrar nuevamente en mi habitación

Me tumbé en la cama sin ponerme mi pijama por tres razones:
La primera era, porque no me apetecía
La segunda, porque iba a tener las clases pronto y me tendría que cambiar mil veces
La tercera, porque estaba todo sudado y era un agobio estar con eso, si no podía dormir ahora, con eso puesto había menos posibilidades

Abracé mi almohada, la única compañía que tenía a parte de mi perro, que estaba dormido (era muy dormilón, al contrario que yo) en una esquina de la habitación

Miraba hacia el techo, frotando mis dedos como entretenimiento, podría recurrir al móvil para que se me hiciera la noche más corta, pero quería intentar dormir, aunque fuesen unos minutos, necesitaba esos minutos para las clases de mañana, corrijo, para dentro de unas pocas horas

Un ruido algo fuerte llamó mi atención, llegó de la calle hasta mi habitación por mi ventana, me levanté de la cama y me dirigí hacia ella con curiosidad

La Sombra Que Esconde El Árbol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora