Capítulo 23 ~ Alexitimia

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*Alexitimia*: incapacidad de hacer o corresponder las acciones con las emociones



¿Qué se siente al no haber visto a tu hogar tal y como era desde hace años? ¿Qué se siente al ver que todo lo que pudiste vivir era parte de tu imaginación? ¿Qué se siente al haber perdido algo muy importante y no haberte enterado hasta años después? ¿Qué se siente ante todo esto? Nada, no se siente absolutamente nada
Mi vida me hacía creer que ya era capaz de montar en bici, según ella, podía hasta hacerla volar, pero en realidad, seguía utilizando ruedines para no caerme

Salí del taxi con Gigi y me quedé de pie en la acera de mi casa, mirando aquel hogar lleno de mentiras, de recuerdos que nunca surgieron y otros que si lo hicieron, pero que en mi realidad, no existieron

— ¿Sigues queriendo entrar? — me preguntó Gigi. El taxi aparcó en la plaza libre que quedaba pegando a mi casa, justo al lado del póster de esta, en la que ponía "se vende"

— Sí — asentí con la cabeza como respuesta. Gigi sacó unas llaves del bolsillo. Las reconocí nada más verlas, una de ellas era la llave que introducía en esa cerradura cada vez que volvía del instituto, de comprar o de andar

Antes de que la pudiese preguntar nada, se adelantó y me dijo — sí, las tenía yo, pero creí que hubiese sido mejor idea no desviarnos — abrió la puerta de la entrada

Cuando abrió la puerta, se me vinieron a la cabeza dos recuerdos con mucho en común, del mismo día y  misma hora.
En el primero salía una mujer y un hombre agarrándome la mano, después de haber pasado un feliz y largo día en familia. Yo era más infantil y más baja de altura. Ella abría la puerta mientras que él me hablaba de una forma cariñosa y con un toque humorístico y juguetón
En el segundo salía yo de nuevo, igual de baja e infantil que en el primero, abriendo la puerta con una maleta y mucha prisa por entrar antes de que me cogieran los del orfanato. De todas formas, nunca lo hicieron, ya que por ley tenían que cuidar a todo niño abandonado, pero si estos se escapaban y dicen que no los encuentran (aunque sepan perfectamente dónde están), un gasto menos para el centro

— Comunicando con Grace... ¡Grace!, vuelve al presente — insistió Gigi, volví a teletransportarme a la realidad — ¿sigue en pie lo de irnos? Me está doliendo la espalda

— ¿De qué? — pregunté

— De andar — contestó

— Pero si hemos ido en coche — añadí

— Anda calla, esto no es por ir en coche, esto es por la paliza que me das — nos reímos

Accedí al interior de mi casa, me fijé en la mesa del salón, donde solía apoyar mis brazos mientras que mis padres hacían la comida, cosa que nunca hicieron

Miré a la cocina, donde preparaban macarrones, mi plato favorito. Otra cosa que no sucedió, la comida la solía pedir o comprar hecha, pocas veces las preparaba yo, ya que, suponían un gran esfuerzo y una pérdida de tiempo que no podía malgastar por los estudios. También recordé la última vez que me cocinaron algo, según ellos me porté mal, y para cenar, solo tuve patatas y un vaso de leche

Entramos al salón, donde mis padres y yo veíamos pelis de comedia, nos reíamos con una manta puesta y palomitas y regaliz en la boca

Subimos por la escalera, donde me sentaba a ver a mi madre comer helado por la noche, incluso en verano. Cosa que hizo la última vez que la vi antes del accidente, yo estaba enfadada con ella y me senté en la escalera a pensar si debía decirla alguna cosa

Cuando llegamos al piso de arriba, entramos en la habitación de mis padres, donde me leían un libro con muchas leyendas antes dormir, donde me quedabas dormida sin querer, de hecho, me tenían que llevar cogida a la cama, siempre procuraban no despertarme

Salí de la habitación de matrimonio y dejé de lado los servicios para entrar en la mía. La habitación en la que había pasado más tiempo desde el accidente. Habitación en la que tomaba las jodidas pastillas, esas que me hacían olvidar la dura realidad. Por una parte lo agradecía, pero por otra deseaba que nunca las hubiese tomado, ya que, cuando de golpe te das cuenta de todo, te quedas vacía al completo

Me fijé en la cama de mi perro (al lado de la mía), al que el orfanato dio en adopción sin mi consentimiento, en consecuencia de que nadie lo pudiese cuidar. Como yo era menor de edad, dieron por hecho que no tenía más familia y se encargaron de mi vida, pero en realidad, no hacían ni eso.
Hoy en día me preguntó que habrá sido mi perro, mi pequeñín, donde estará, como está, que estará haciendo

No tenía ganas de hacer nada, solo de quedarme quieta allí, pero sin pedirlo, una lágrima salió de mi ojo. Estaba llorando sin darme cuenta, pero aunque parezca que la tristeza abundase en mi, estaba ausente de mis sentimientos, no era capaz de sentir absolutamente nada

Gigi me abrazaba preocupada, mientras que me tranquilizaba frotándome la espalda

— Lo siento — me disculpé

— ¿Pero qué dices? — me contestó — lo siento ¿por qué?

— Por tenerte así, encima de que vienes a recogerme - respondí

— Vamos a ver, tú no sabías que pasaría esto — añadió

— Sí, sí que lo sabía — respondí. Sabía perfectamente que me iba a ablandar, pero necesitaba ver a mi hogar tal y como era, no como soñé hace años

— Grace, a veces, es bueno desahogarse, y a ti te a tocado ahora, no hay más que hablar — tomó una bocanada de aire y añadió — ¿En que piensas?

— En mi perro, en mis padres, en cómo hubiera sido mi otra vida — respondí mientras seguía abrazándola, no podía despegarme, Gigi curaba el vacío de mi mente.

— ¿Te acuerdas de aquel día? — me preguntó. No hizo falta dar más detalles, todos sabíamos cuál era ese día perfectamente. Asentí como respuesta y añadió — ¿te acuerdas de que se iban turnando los asientos para no dormirse? — preguntó

— No del todo, pero más o menos — respondí. Ese día me quedé dormida en el coche, era una costumbre

— Pues mi padre fue el último que estaba al volante, el conducía cuando pasó — afirmó. La temblaban los brazos, presentía que estaba incómoda o nerviosa al hablar de este tema

— No, que va, estaba mi padre. Me acuerdo perfectamente de que me desperté por el frenazo de cuando pararon en la carretera, y mi madre le cedió el asiento del conductor — respondí

— Grace, estaba mi padre — intenté contradecirla pero añadió — tu padre no estaba borracho, si hubiera conducido el tuyo, no hubiera pasado nada — ¿cómo sabía que estaba borracho?

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