Prefacio

85 18 23
                                    

Cuentan las leyendas que cada mil años, diez humanos se convierten en las almas gemelas de los almas negras, y justo hoy se cumplen los mil años.

Muchos creen que es un mito, otros que es una realidad, y el resto está ansioso por saber qué humanos serán los próximos.

Según mi padre, diez personas de todo el mundo son los destinados, pero no se sabe si esto es real ya que sucede cada mil años.

Los ancianos creen que es una maldición y que las personas que están destinadas están malditas, ¿pero será esto cierto?

A decir verdad siempre sentí curiosidad por ellos.

Esto parece la sinopsis de un libro que no termina bien.

Así como dicen: "La curiosidad mató al gato."

Espero y no me mate a mí.

Espero...

Los almas negras tiene apariencia casi humana, sino fuese por su altura y apariencia física, sería difícil diferenciarlos de nosotros, los humanos. Ellos en cambio vienen a la tierra todo el tiempo, es muy común ver algunos de ellos caminando por las calles o comprando en los mercados.

Como todo en esta vida, para ellos hay reglas.

Claro que muy poco de nosotros han ido a su planeta porque está muy lejos del nuestro, pero ellos poseen algo muy extraño que pueden transportarlos, pero aún no sé si los humanos pueden usarlo para llegar hasta su mundo.

En fin.

La vida, siendo la vida.

Bufé mentalmente.

En este preciso momento, me encontraba en el supermercado. Acompañando a mi padre a comprar licor para su fiesta de cumpleaños.

—¿Podré tomar? —pregunté, esperando vagamente que dijera que sí.

Mi padre inmediatamente me miró con una mala cara.

—Claro que no, aún estás pequeña. Cuando seas mayor de edad, podrás si quieres.

—Aún falta mucho —dije, haciendo un puchero falso.

—En esta vida hay tiempo para todo —dijo serio, mientras miraba una botella de lo que parecía vino.

—¿Y si muero mañana, y nunca he probado una pizca de alcohol? —Él me miró, con una cara de: "¿En serio?"

Negó como si no tuviese remedio.

—Sería una lástima, pero tendrás tiempo de eso en tu otra vida. —Hizo una pausa para llevar con cuidado la botella que llevaría al carrito de compras—. Ahora necesitas terminar tus estudios, y por favor no metas la pata antes de tiempo.

Luego de eso empezamos a caminar por el pasillo para pagar lo que llevábamos.

Mientras caminaba, cuidaba de no pisar las rayas del piso, ya sé, pueden juzgarme.

Mientras lo hacía, no me había percatado de que venían personas, y al pasar a lado de ellas mi hombro chocó fuertemente con el brazo de un chico más alto que yo.

—¡Auch! —exclamé.

Talvez fue mi imaginación, pero todo se sintió en cámara lenta.

El chico me miró justo después de habernos chocado. Sus peculiares ojos llamaron mi atención. Fruncí mi ceño ante aquella curiosa escena.

Sus ojos habían cambiado de color de un segundo a otro, pero lo extraño fue cómo los cerró abruptamente, como si quisiese evitar que lo viera.

¿Qué había de malo con eso?

Él era un "alma negra."

Era de saberse que los almas negras tienen peculiaridades, pero ¿por qué él trataba de esconder las suyas?

No dijo nada, ni se disculpó y siguió caminando como alma que lleva el diablo.

Lo vi mientras se iba, era el doble de mi tamaño, claro que tampoco es que sea alta. Vestía una sudadera gris y unos joggers. Su cabello era negro, y su rostro...

Su rostro no lo pude observar, solo sus enigmáticos ojos. Me habían envuelto en una curiosidad demasiado grande.

Ahora no solo tenía curiosidad por ellos. Necesitaba saber más de ellos.

—Disculpa a mi hijo. Es que no es muy sociable, ¿necesitas ir a un médico para que te revise? —miré a la mujer que me estaba hablando.

Era muy hermosa.

Delgada, su rostro era fino y su semblante era elegante. Su voz era suave y sus ojos... Sus ojos eran como los del muchacho antes de cambiar de color.

Eran un gris intenso.

—No. Yo estoy bien, gracias —Ella asintió y siguió caminando.

—¿Qué pasó? —indagó mi padre.

—No lo sé, fue muy extraño. Al verme sus ojos cambiaron de colores...

—¿Negro y rojo? —interrumpió mi padre.

Yo lo miré confundida.

¿Acaso él sabía el por qué?

—Sí —respondí.

Él tensó su mandíbula y miró hacia todos lados, como si estuviese alerta de cualquier amenaza.

Estaba empezando a asustarme.

—Hay que irnos, vamos. —Agarró mi brazo hasta llevarme fuera del supermercado.

Entonces, nos dirigimos al auto, donde antes de subir empezó a caminar de un lado a otro, con desesperación.

—¿Qué sucede?

Él me miró y negó.

—¡Demonios!

—¿¡Qué sucede por Dios!? —exclamé.

—Lo hablamos en casa, sube rápido. —Hice caso y subí al auto.

Él arrancó y salió rápido de los estacionamientos.

Al pasar en frente de las puertas de aquel establecimiento, lo vi. Aquel misterioso joven estaba ahí parado, mirándome fijo. Como si no perdiese ni un segundo mis ojos, y eso de alguna manera me daba escalofríos.

Sus ojos eran normales, ya no eran los que vi estando dentro del mercado.

—No lo mires —ordenó mi padre e hice caso.

¿Por qué mi padre se comporta de esa manera?

¿Por qué aquel misterioso joven me mira como una presa?

¿Por qué siento una gran curiosidad ante él?

¿Por qué todo es tan confuso?

AreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora