Capítulo treinta y nueve 👑

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Me encontraba detrás de unas cortinas, esperando el momento de mi presentación.

Mi corazón latía fuerte y rápido. Sentía la leve impresión de que en cualquier momento se saldría de mi pecho. Me estaba volviendo presa de los nervios.

¿Y si algo salía mal?

Todo va a estar bien. No te preocupes, confía en mí.

Me tranquilizaba de más escuchar mi sangre.

Me removía un tanto incómoda por la esponjosidad del vestido, pero era muy hermoso. Solo debía acostumbrarme.

De repente, sentí la presencia de Are, gracias al delicioso aroma que emanaba su sangre. Aquello quitaba mis nervios en un dos por tres.

—¿Nerviosa? —interrumpió el silencio a lo que yo asentí.

—Are, me siento en un funeral —expresé, ya que toda la decoración era de color negro, en tonos bajos y altos.

Inclinó su cabeza para esconder su pequeña risa.

—Te dije que era la tradición... —me recordó.

Y sí.

El lado que gobernaba Are era el más luminoso, y el que ahora gobernaría yo era el más oscuro.

Según Are, eso no quería decir nada.

La única explicación para eso, era el sol. El sol daba menos tiempo en el lado Kei, eso quiere decir que la noche se extiende por mucho más tiempo y el día no dura mucho, mientras que en el lado Lei el día se extiende y la noche dura menos.

¿Que por qué no lo noté antes?

En el realidad no lo sé...

Otra cosilla curiosa que supe fue que, nuestros nombres son muy parecidos a el de los lados de Obsiris y nuestros padres. Al parecer, también es una tradición asociar los nombres.

—Pequeña, es hora —avisó Are—. Por cierto, estás divina.

Ya me era costumbre sonrojarme ante las palabras de Are. Siempre lograban remover algo en mí, aunque solo fuesen simples palabras.

Susurré un "gracias."

Tomé una gran bocanada de aire y la dejé escapar.

Hoy era el día.

Era el momento.

Aún no me creo que vaya a hacer esto.

Vamos mi reina, eres valiente.

Lentamente las cortinas se corrieron, dejándome a la vista de todos.

Mi corazón latía fuerte.

Alcé mi vista, y miré al frente.

Entrelacé mis manos sobre mi abdomen y empecé a andar, paso por paso. Dejando que la falda de mi vestido se meciera a medida que iba avanzando.

Los nervios poco a poco desaparecían, y una gran ráfaga de seguridad me envolvía.

Los presentes me observaban con atención, como si buscaran el más mínimo error para juzgarme, pero no los miré ni un segundo siquiera. Tenía que demostrarles que notara o no su presencia, seguiría en mi labor.

Tal y como dijo Are: "Habrán muchos a los que no le agrade tu trabajo o el esfuerzo que haces por mantener tu reino a flote, pero tienes que demostrarles que sus críticas y sus miradas no te afectan, porque almenos tú haces el esfuerzo para subir cada día más, mientras que ellos se quedan abajo, viendo y envidiando como te elevas..."

AreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora