Capítulo nueve

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Estábamos en medio del bosque, unas hojas secas hacen ruido al mismo tiempo en las pisamos mientras caminamos.

Acepté hablar con él y venir aquí.

—¿Qué quieres hablar? —rompí aquel silencio.

Él resopló cansado.

—Es muy difícil estar cerca de ti y mantenerme concentrado... —murmuró, con impaciencia—. Sé que no confías en mí, pero necesito que lo hagas...

—Te aclaro que la confianza se gana, no se pide —mencioné—. Nunca había cruzado una sola palabra contigo, no me pidas que confíe en ti si no sé quién eres realmente.

Él empezó a acercarse a mí, al mismo tiempo en que dijo...

—Kiae, ¿acaso no te es suficiente eso que sientes cuando estoy cerca de ti?

Sus pasos eran largos, yo tenía que retroceder lo más rápido que podía, gracias a que era más baja que él.

—No siento nada cuando estás cerca de mí... —expresé, con nerviosismo.

Tenía mi corazón latiendo a mil por segundo y un calor intenso recorría mi cuerpo descontroladamente.

Él seguía acercándose peligrosamente a mí, como si me acechara.

—No te acerques más o juro que me las pagar...

De un momento a otro, mi pie tropezó con una rama e hizo que mi cuerpo perdiera todo su equilibrio.

Are en un movimiento rápido, tomó mi brazo, evitando que cayera al suelo.

—Cuidado, puedes hacerte daño —dijo, preocupado.

Él me acercó a su cuerpo, logrando que recuperara el equilibrio.

Me aparté rápidamente de su torso y algo muy extraño llamó mi atención.

Mi brazo.

En el lugar donde Are me había agarrado.

Estaba totalmente rojo.

Como si toda mi sangre se hubiese acumulado ahí.

—¿Qué es esto? —susurré, tocando el lugar del moretón.

Pero no dolía.

—La clara respuesta a lo que dices. Ahora dime, ¿estás segura de que no sientes nada estando cerca de mí?

No.

No estaba segura.

—Y eso rojo. —Señaló mi brazo—. Es porque tu sangre quiere sentir la mía, pero no logro entender el porqué, si solo eres una humana.

—Ya sé que soy una simple humana mortal, efímera. No tienes que restregarmelo en la cara, es odioso ser humano, pero no tengo otra opción —hablé, seria.

—Kiae, no eres una simple humana, lo tengo muy claro, pero necesito averiguar qué es lo que eres en realidad.

Ahora me hace parecer un bicho raro.

Genial.

—Ahora no entiendo lo que quieres decir —comento.

—¿Qué sabes de tu madre?

Suspiré antes de responderle.

—A mi padre no le gusta hablar sobre ella, pero lo que me ha dicho es que ella era una alcohólica que intentó asesinarme cuando era solo una bebé...

—¿Y eso es cierto?

—¿Por qué no lo sería?

—Tu padre te oculta cosas, la verdadera pregunta es: ¿por qué sería verdad? —mencionó.

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