Are 5

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Había misterio en todo este asunto. Podía sentirlo.

—Su Majestad... Es solo precaución —susurró, con amabilidad.

Extendí a la niña en mi brazos, y ella solo extendió sus manos sobre la cabeza de la bebé y empezó a murmurar palabras en idioma de brujas.

Era el manto de protección. Como una capa invisible que la protegería de cualquier mal que quisiera atentar contra ella, pero eso funcionaba más mientras estuviera fuera de este mundo, y eso era lo que me estaba preocupando.

...

Pasadas un par de semanas, decidí volver a mi castillo, encontrándome con mis padres dentro de mi despacho, esperándome.

—Hijo mío —saludó mi madre, mientras que mi padre se veía enojado mientras tomaba licor.

—Hola mamá, ¿sucede algo? —pregunté.

Silencio total.

Suspiré, sabiendo lo que venía bajando.

Me senté tranquilamente y enserié mi rostro.

—¿Y todavía lo preguntas? —habló mi padre, muy serio.

—Cariño —susurró mi madre a su esposo.

—¿Dónde carajo has estado últimamente? —reclamó con furia.

—¿Te debo explicaciones?

—Soy tu padre —rebatió.

Me levanté y lo miré fijamente.

—Y yo soy tu rey. Como tu rey no te debo ningún tipo de explicación —zanjé.

Su rostro se relajó y formó un gesto de confusión.

—¿Cómo te atreves... —se acercó y alzó su mano para abofetearme, pero actué rápido y la paré a unos centímetros de mi rostro.

—¿Cómo osas levantarle la mano a tu rey?

Anonadado por aquella escena, se retiró bruscamente de la habitación, casi que echando fuego por sus ojos.

Mi madre solo parecía ser una espectadora silenciosa.

—Are... —susurró, tranquila.

—Ya sé mamá, estuvo mal, pero él...

—No. No me refiero a tu padre. Es el olor extraño que traes.

Ella sospechaba.

—Eh, es de la reina Kaia —excusé.

Ella resopló divertida.

—¿Y la reina Kaia hace brillar tus ojos como estrellas en una noche muy oscura? Puedo sentirlo, Are. Puedo sentir esa extraña sensación de felicidad comprimida...

Aparté mi mirada y cerré mis ojos un momento. Ella estaba entrando en mí, y no podía dejar que eso sucediera.

—Mamá, basta —ordené.

Ella rió.

—¿Por qué lo comprimes? —preguntó, llegando a lo profundo de mis emociones—. ¿Por qué lo escondes? ¿Por qué no lo liberas?

—Te ordeno que salgas de mis emociones —tajé, molesto.

Ella se acercó a mí a paso firme.

—Conmigo no uses ese truquito, Are. Te lo prohíbo. No eres mi rey. Eres mi hijo —zanjó—. Ahora dime el porqué de comprimir tan bonita y reluciente felicidad.

Con mi madre era diferente. No podía aplicarle la misma que a mi padre, así que le conté todo. Absolutamente todo.

Ella quedó casi perpleja ante mi confesión, pero almenos se sentía feliz por mí.

—Apoyaré cada una de tus decisiones, hijo mío —consoló.

Le sonreí como agradecimiento.

***
Una mamá como la de Are📈

Me despido💖
Atte: Autor Anónimo.

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