—Ya lo sabe —afirmó.
Asentí, aún aturdido por aquella sorpresa.
—Le contaré la verdad, sólo si promete no dejar escapar ninguna palabra que le encomendaré ahora —agregó, con cautela.
—Yo, Loen Are Codenleph, rey del lado Lei de Obsiris, prometo no comentar nada con nadie de lo que está a punto de decirme —juré
Ella asintió más tranquila y suspiró.
—La reina Kaia me ha dicho que aquella criatura es de un humano —Mis ojos se volvieron a abrir de la sorpresa—. Según lo que me ha dicho es que, ha mantenido una relación secreta con un humano.
—¿Cómo es posible? —pregunté, anonadado—. La niña...
—Es mitad obsiria, y mitad humana —respondió antes de que siquiera pudiera terminar mi pregunta.
—¿Cómo? Rompió la ley madre.
—Sí, lo hizo, y es su deber, rey Loen, castigarla con el máximo castigo que es una sentencia a muerte. ¿Lo sabe, no?
Aquellas palabras me dejaron casi sin aliento.
—No puedo matarla, bruja. Me es imposible hacerlo, o siquiera dar la orden...
—¿Por qué? —preguntó, sospechando el porqué.
Su rostro pedía a gritos mi respuesta para así descartar sus sospechas.
—Porque en su vientre crece mi reina —respondí en un susurro—. Pero que ella no lo sepa. Aún no.
La bruja asintió en acuerdo y me miró con una sonrisa consoladora.
—Me alegra que alfin su sangre destinada se haya aparecido en su camino. Verá, esto beneficiará al mundo y a sus vidas como no tiene idea —comentó—. Temo decirle que...
Su tono fue diminuyendo, convirtiendose en un susurro triste y apagado.
—¿Qué sucede? —le pregunté, empezando a preocuparme.
—Las cosas de ahora en adelante se pondrán cada vez peor. Debe proteger a la niña a como de lugar, las cosas se pondrán muy feas, señor.
Aquello me dejó más preocupado de lo que ya estaba.
Sentía que estaba traicionando mis propios principios y leyes.
—Ya sé cómo se siente, pero créame, a veces para tenerlo todo, debemos quedarnos sin nada —Sonrió y se dirigió a la habitación de nuevo, pero la detuve.
—¿Quién es el padre?
Ella se giró hacia mí y sonrió.
—Es complicado, pero lo sabrá a su debido tiempo —respondió, y se fue.
Durante todos esos meses de embarazo, sólo podía pensar en ella, ansiaba su llegada con tanto ímpetu que se me olvidaba muchas veces mis responsabilidades como rey.
Pensar en el castigo que debía darle a Kaia, y que no lo haría, me hacía sentir un traidor a mi propio reino.
Pero supongo que estaba arriesgandolo todo, por todo.
Durante los últimos días de embarazo, me la pasé en Kei, cuidando de Kaia junto a la bruja. Volvía una que otra vez a mi castillo, donde encontraba a mi padre.
—¿Por qué ahora te la pasas en Kei? ¿Que no sabes que tienes muchas responsabilidades aquí?
Rodé mis ojos y lo miré con suma seriedad.
—Sé lo que hago, déjame en paz —tajé, molesto.
—¿Cuidando a una reina convaleciente? ¿Deberías ir pensando en quién va a hacerse cargo de ese lado de Kei si la reina muere por la extraña enfermedad que tiene, porque es obvio que no dejará descendientes.
—¡Papá ya basta!
—¡Haz tu maldito trabajo, Loen!
La ira se revolvió en mí como polvo agitado, pero no debía dejarme llevar.
Respiré profundo y salí de ahí.
Me dirigí rápidamente a Kei mediante un portal, y cuando entré al castillo, escuché gritos fuertes de dolor.
Me asusté por un momento, pero me acerqué al lugar de donde provenían aquellos gritos, y me di cuenta que Kaia estaba a punto de dar a luz.
—Su Majestad Loen, ayúdeme porfavor —pidió la bruja.
Juntos, durante unos minutos que parecieron horas, ayudamos a Kaia a tener la fuerza suficiente para resistir aquel difícil parto.
Y cuando alfin hubo de tenerla entre sus brazos, cayó dormida del cansancio, y tomé a la niña entre mis manos.
No podía creerlo.
Era simplemente increíble.
Su pequeño cuerpo cabía entre mis brazos.
Su olor había inundado toda la habitación, haciéndome entrar en un estado casi hipnótico.
Sus pequeñas manos y pies, todo en miniatura era tan perfecto en esa pequeñita. Sus lindos ojos y su tez tan blanca como las nubes en verano.
Ella despertaba en mí aquel instinto de protección que no sabía que tenía.
Sus ojos se paseaban por mi rostro con curiosidad y un brillo único que jamás podría olvidar. Su casi inaudible respiración me daba tanta ternura.
Ella era tan pequeña, tan frágil, tan perfecta.
—Hola, soy Are pequeñita —susurré.
—Su Majestad —escuché a la bruja, e inmediatamente un gruñido salió de mi garganta, una pequeña ráfaga de molestia recorrió mi cuerpo—. Perdóneme, no quería...
—No —interrumpí, dándome cuenta de la situación—. Discúlpeme usted a mí. ¿Qué necesita?
—Necesito hacerle la protección a la pequeña...
—Me tiene a mí —zanjé.
—Sí, Su majestad, pero la protección es para cuando esté sola y corra peligro en algún momento dado...
—Eso nunca va a pasar, estaré siempre con ella...
—Su Majestad...
—¿Hay algo que no sepa, bruja? ¿O que no quieran decirme?
***
Secretos por aquí, por allá...Me despido💖
Atte: Autor Anónimo
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Are
Science FictionKiae, una chica curiosa, cuya intriga la llevará a un mundo totalmente distinto... -Desde las sombras. Siempre visualizaba una silueta, la cual me seguía a todos lados... Y aún lo hace. ¿Acaso estoy loca? ... Un chico, que dice llamarse Are. Es de o...