Capítulo cuarenta y seis

22 4 2
                                    

Ya habían pasado las dos semanas que estuvimos en aquella isla.

Me dolió mucho tener que abandonarla. Se había vuelto en mi lugar favorito, pero Are dijo que podiamos volver a fin de año.

No niego que la pasamos muuuuy bien.

Demasiado diría yo.

Sólo fuimos Are y yo, realmente no necesitaba nada más, me era suficiente tenerlo a mi lado.

Estaba en Lei, decidimos vivir en la casa de Are, pero una vez a la semana tenía que viajar a Kei para supervisar el manejo de los diferentes departamentos había restablecido.

—Señorita Kiae, la cena está servida —anunció Susi asomándose por la puerta de mi despacho.

Asentí ante su aviso.

Estaba revisando unos papeles. Al parecer la detención del grupo que lideraba mi padre, o mejor dicho el señor Goen, ya había sido encarcelado, exceptuando a los obsirios.

No podía creer como atentaban contra su propia especie, pero supe que cada uno de ellos tenía un resentimiento o recelo hacia la realeza.

No vi el nombre de Neill por ningún lado.

¿Dónde está?

La cena Kiae.

Cierto.

Salí de mi estudio y me dirigí al comedor, donde un fuerte olor a mariscos inundó mis fosas nasales y unas arrasadoras náuseas se atravesaron en mi estómago.

—Carajo —susurré.

¿Qué me pasa?

Ve al médico, tengo mis sospechas.

—Pequeña, ¿estás bien? —escuché la preocupada voz de Are, quien corrió a mí al verme quejar.

Negué con la cabeza.

—Kiae... —advirtió—. ¿Alguien te tocó? Tienes el vago olor de otra sangre...

Mierda.

—¿Are? —pregunté, al verlo quedar en estado de shock.

Carajo.

—¿¡Are!? —lo llamaba, e intentaba sacarlo de ese estado, pero él parecía absorto de absolutamente todo.

Las náuseas volvían cada vez más fuertes al sentir ese olor a mariscos.

Sin poder evitarlo sufrí arcadas que provocaron que vomitara todo lo que había comido en la tarde.

—¡SUSI! ¡SUSI! —llamé.

En cuestión de segundos la tenía en frente de mí.

—Llama a un médico o a la bruja ¡pero ya! —pedí.

Tantos gritos me estaban causando mareos ahora.

Carajo.

—Kiae... —susurró Are. Al parecer ya salía de su trance o el shock en el que estaba—. Estás embarazada.

Lo miré con los ojos bien abiertos por la sorpresa.

—¿Qué? —Ahora la que iba a quedar en shock era yo.

—¿Me necesitan? —escuché a la bruja, y asentí lentamente, aún sin poder creer lo que acababa de escuchar.

Are pareció entender que no podía hablar porque aún trataba de asimilar lo que dijo, así que habló por mí.

—Está embarazada, o eso sospecho, necesito que la revise que nos digas si todo está bien con ella y el bebé —pidió, e inmediatamente la bruja se acercó a mí, que con un toque pude volver a la realidad.

Ella colocó una de sus manos en mi abdomen y esbozó una sonrisa tranquila, casi tierna.

Hizo un par de toques más hasta que nos miró.

—Felicidades, sí van a ser padres. Pero por lo que siento, son tres.

—¿¡Qué!? —fue lo único que pude articular.

Ay Diosito, soy yo de nuevo.

¿Cómo se respiraba?

Bajé lentamente mi mirada hacia mi abdomen.

¿Ahí estaban creciendo tres criaturitas?

—No. No estoy lista para ser madre —expuse, pero Are me miró y se acercó a mí.

—Hey, y yo no lo estoy para ser padre, pero míranos, tendremos tres hermosas criaturas. ¿No te parece mágico?

Sí, pero... ¿tres?

Tragué grueso el solo pensar en un futuro.

—No estás sola. Yo estoy contigo. Lo haremos bien —consoló Are, y por un momento me sentí la mujer más afortunada de tenerlo conmigo.

Sin previo aviso, unas lágrimas salieron de mis ojos. Y lo abracé fuerte.

Voy a ser mamá...

Vamos*

La emoción y felicidad brotaban de mí.

—Lo harán bien. Pude sentir su futuro, y será maravilloso, y un dolor de cabeza... —mencionó la bruja.

La miré confundida.

—¿Por qué lo dice? ¿Les pasará algo malo a mis bebés?

Ella negó.

—Serán dos niños, y una niña. La niña les traerá grandes angustias.

—¿Por qué? —preguntó Are.

—Será mejor que lo averigüen ustedes mismos y se preparen para lo que sea —advirtió—. Serán fuertes y sanos. Estarán bien.

Sonrió y se fue.

—Su majestad, llegó el médico del reino —anunció una trabajadora doméstica.

—Hágalo pasar a nuestra habitación —ordenó Are.

Yo estaba muy pensativa ante la predicción de la bruja.

—Oye, no te preocupes, haremos lo posible para que eso no se haga realidad. Recuerda que solo son suposiciones.

Eso me tranquilizó, y él tenía razón. Haríamos lo posible por que eso no se hiciera realidad. Pero la preocupación de que ni siquiera han nacido y ya sé que uno me dará dolores de cabeza, pues no es normal.

Y no cae nada bien.

***
Hola :3
Ya se está terminando esto, he estado muy desaparecida por el colegio y exámenes, todo un dolor de cabeza.

Me despido💖
Atte: Autor Anónimo.

AreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora