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Kaia salió de la habitación así como había entrado.

—Disculpen, es un asunto entre ella y yo. Lo mejor será que demos por terminada esta reunión. Mañana les estaremos enviando las invitaciones para la coronación y la boda —avisó mi padre.

Como es de costumbre, la coronación debe ir de la mano con la boda el mismo día. Y esto empezaba a preocuparme más de lo necesario.

Cuando todos salieron del salón, le hablé a mi padre.

—Debe ser una jodida broma —espeté.

—No lo es.

—No sé qué haré, pero ni creas que voy a casarme con alguien que ni siquiera me corresponde —sentencié.

—Lo harás quieras o no.

Empecé a caminar hasta la salida, pero su voz me detuvo unos segundos:

—No la busques, a Kaia. Te conozco, ni lo pienses —amenazó.

Salí azotando puertas y dirigiéndome a la salida del castillo. Ahí, me encontré a Kaia, esperando lo que parecía ser su transporte.

Ella notó mi presencia, pero ni siquiera volteó a verme.

Quise hablarle, pero la orden de mi padre me hizo retroceder.

Yo iba a ser el próximo rey de Obsiris, podía hacer lo quisiera, ¿no?

—Su Majestad —saludé, llamando su atención.

—Joven Alteza, ¿no le han dicho lo peligroso que es andar de noche fuera del castillo? —dijo, sin mirarme aún.

Tragué grueso.

—Quiero hablar con usted —propuse.

Ella se giró hacia mí con firmeza y autoridad. Así era ella.

—No tenemos nada de qué hablar un joven príncipe y una vieja reina —aclaró.

Ella tenía muchos años, eso sí, pero claramente conservaba su juventud en cuanto a su físico.

—Sobre mi padre... y su corazonada —respondí.

Sus ojos brillaron.

—No hay nada que deba decirle a usted —rebatió.

Suspiré.

—¿Asume usted que si tiene una hija es muy probable que sea mi sangre correspondida? ¿Es esa su corazonada? —Fui directo al grano.

—Es hora de irme —avisó, evadiendo el tema.

—Sabe muy bien lo que pasará si eso se hace realidad —persuadí, evitando que se fuera.

Ella suspiró, resignada.

—Tenía un acuerdo con tu padre —Empezó—, habíamos quedado en que no ascenderías a rey hasta que naciera de mi vientre una niña. Le expliqué que tenía una corazonada de que mi primera hija sería tu sangre correspondida. Y mis corazonadas son un don, él lo sabe muy bien. Yo misma muchísimo tiempo antes de que nacieras le dije que tendría un varón, de sangre y carácter fuerte.

—Y nací yo...

—Pero él cree que mis corazonadas son simples palabras —se acercó a mí—. Yo no me equivoco con esto, créeme.

Sus palabras salían de su boca con tanta sinceridad que no podía creerlo.

—¿Y qué se supone que haga yo?

—No te cases, almenos no hasta que tenga mi primera hija —recomendó.

Pero ella ni siquiera había encontrado a su sangre correspondida.

—Ya sé que estás pensando en que ni siquiera lo he encontrado, pero confío en mi corazonada...

Nada perdía confiando un poco, y aunque no fuese como ella dice, entonces almenos tendría la certeza de que esperaría lo que fuera necesario.

***
Gracias por leerme!❤️

Me despido💖
Atte: Autor Anónimo.

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