Capítulo veintiocho

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Narra Kiae

—¿No entiendes que sólo lo hacía para protegerte? —repetía una y otra vez mi padre.

Rodé mis ojos.

—¿Alguna otra mentira? —solté, hastiada hasta las narices.

—Las que te dice Loen —comentó Neill.

Le mandé una mirada asesina.

—Cierra el hocico —escupí con fastidio.

—Te recuerdo que él mató a mis padres sin piedad. Y a tu madre.

Solté una risita llena de burla.

Ya sabía que él no había matado a mi madre.

Pero ese no era el punto, a la vista tenía ese frasco con mi sangre que descansaba en la mano de Neill.

¿Estás lista?

Sí.

—¿Puedo hablar a solas con Neill? —sugerí.

Mi padre cruzó un par de miradas con él y salió de la habitación un poco desconfiado. Seguramente cree que le propondré algo.

—¿Qué desea la princesa? —susurró, sarcástico.

Me lo pensé dos veces. No quería que nada saliera mal, y esperaba que Are estuviese esperando por mí.

Tal y como lo planeamos.

—¿Por qué tienes mi sangre?

Él miró el frasco y lo acercó a su rostro. Movió sus comisuras hacia abajo en un gesto desinteresado.

—Es algo interesante, y la única manera de traerte devuelta, pero lástima que aún no hayamos terminado con ella...

—¿A qué te refieres?

Él fijó su vista en mí.

—A que nuestro matrimonio espera, mi querida Kiae...

Mierda.

Actué rápido. Si no lo hacía, no sé qué pasaría.

Era ahora o nunca.

Primero: le arrebaté el frasco y le di una patada en su entrepierna.

Ja, nunca me cayó bien.

Segundo: con mi mano libre agarré una lámpara de escritorio y se la planteé en la cabeza.

Para ver si dejas de ser un tarado. jijiji

Tercero: abrí rápidamente el frasco y me bebí toda la sangre que había en él. Siendo sincera, estaba deliciosa.

Ok, suena re turbio.

Ricura de uva.

Cuarto: ...

¿¡CUARTO!?

¡No hay cuarto! ¡CORRE PERRA, CORRE!

Salí de mi habitación y corrí como alma que llevaba el diablo.

Mi vida dependía de esto.

Bajé las escaleras, escabullendome de todos lo que querían atraparme. De pronto sentí un jalón de brazo y me di cuenta que mi padre me había agarrado.

—¿¡Qué crees que haces!?

Su rostro era una combinación de decepción y enojo.

—Lo siento, pero esto no depende de ti —dije.

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