The Bathroom.『Jakeki』

Twelve.

El sol chocaba sin clemencia sobre su rostro haciendo que se queje leve, para ser invierno había como mucho sol. Se estiró en su lugar, soltando un bostezo cansado, aunque recién despertaba aún tenía sueño.

Le sorprendió que mientras más se estiraba en la cama no había indicios de que alguien más estuviera a su lado, confundiéndolo. Él recuerda haberse dormido después de una extensa conversación con Jake sobre el significado de sus tatuajes, teniendo la mayor escusa para toquetear su cuerpo bien definido.

Se sentó en la cama, observando la habitación clara por el sol que se colaba entre la ventana panorámica. Sus zapatos regados por ahí al igual que los del moreno, y demás de sus prendas, dando una imagen muy comprometedora aunque no haya ocurrido nada entre ambos.

Bajó de la cama, rascando su ojo derecho mientras sus músculos se iban despertando de a poco, a medida que se le iba pasando el sueño a su cuerpo.

Escuchó las notas melódicas de una guitarra, practicando una melodía que conocía perfectamente. Claro que la conocía, solía escucharla todos los días antes de irse a dormir pensando en el ojiverde que la compuso para él.

Mordió su labio inferior intentando contener la sonrisa que se asomaba por su rostro, caminando a pies descalzos por todo el pasillo hasta llegar a la cocina concepto abierto, observando el dueño de sus pensamientos tocar aquella melodía.

Jake murmuraba a la par que tocaba con habilidad la guitarra, inmerso en su mundo manteniendo sus ojos cerrados. Estaba sin camisa, sólo con sus pantalones de dormir puestos, a pies desnudos, y con sus piercings nuevamente vistiendo su rostro atractivo. El cabello castaño caía sin algún orden por su frente, los rayos del sol que se colaban por el gran ventanal a un lado tocando mínimamente su piel, haciéndola resplandecer y resaltar más sus pectorales fuertes y clavículas algo marcadas.

Contuvo la respiración al delinear mucho mejor su abdomen marcado, cubierto por otros tatuajes bien dibujados, más un camino mínimo de vello castaño bajando desde la finalización de sus pectorales hasta el inicio del elástico de su bóxer, perdiéndose por allí.

Las notas de la melodía se detuvieron abruptamente cuando el otro se cercioró de su presencia, se sonrojó al instante por ser atrapado en su labor de violarlo con la mirada, aún mejor por la luz que rozaba su piel.

—Hey, ricitos, buenas tardes —saludó Jake, dejando reposar su guitarra en sus muslos—, ¿no te desperté?

Riki agitó su cabeza rápidamente, negando, adentrándose a la sala de estar y sentándose a un lado del ojiverde.

—No, para nada. Pero, ¿tardes? ¿Qué hora es?

Jake alzó la mirada y observó su gastado reloj de pared, que servía de milagro, porque tenía años sin cambiarlo o ponerle tan siquiera pilas.

—Son exactamente las dos de la tarde, dormiste mucho, ricitos.

—¿Dos de la tarde? —farfulló el rizado, parpadeando varias veces perplejo—. Dios, es bastante tarde.

—No nos dormimos hasta que fueron las cinco y media, casi amanece —dijo Jake, soltando un par de risas mientras dejaba la guitarra acústica a un lado—. Es normal que hayas dormido mucho.

—¿Y tú? ¿Lograste dormir? —preguntó Riki, acercándose lentamente hacia el ojiverde—, lo último que recuerdo es que estábamos hablando y tú no parabas de acariciar mi cabello y...

—Y tú te quedaste dormido como un bebé, hasta soltaba ronquidos. —interrumpió Jake, riendo suavemente.

—¿Yo ronqué? Ay, dios mío, qué pena. —se cubrió el rostro con ambas manos avergonzado.