Fourty Four.

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Jake se vestía con un traje formal a su frente mientras él seguía pegado a las sábanas, sin ánimos de levantarse. Bostezó, estirándose en su lugar.

—Es muy temprano. —se quejó.

—Me dio hambre y después de comer me voy directo al trabajo, tengo que recoger unas cosas antes de irme.

—¿No puedes enviar a alguien para que lo recoja por ti? —los labios de Riki se curvaron en un puchero, abrazándose a las sábanas—, quédate. Dentro de unos días nos vamos y no hemos disfrutado nada de Brisbane.

—Oh, yo sí he disfrutado —el ojiverde le guiñó un ojo, mordiendo su labio inferior coqueto—. Muchísimo.

—¡Cochino!

Riki le lanzó la almohada y tapó su rostro entre las sábanas, el sonrojo subiendo hasta sus mejillas como una ráfaga de calor ensordecedora, como siempre.

Jake rió.

—¿Bajarás a desayunar?

—Mejor más tarde, es muy temprano para pelear con tu madre —respondió, ladeando la cabeza para mirarlo—. Nos vemos luego.

—Está bien, dulzura. —dijo el castaño, dejando un beso en sus labios.

Riki lo jaló de la corbata y besó nuevamente sus belfos, mirándolo con una sonrisa ladeada.

—Piensa en mí.

—Oh, ¿qué he hecho? —Jake exageró su tono, mirándolo con culpa, para luego darle una nalgada—. No me tardo.

Riki le despidió con una sonrisa.

La puerta se cerró y bostezó nuevamente, levantándose de la cama y vistiéndose con la camisa que había en el suelo. Posiblemente de Jake o suya, no tenía mínima idea y tampoco importaba.

Caminó hasta el baño y limpió sus dientes, haciendo su aseo normal y aprovechando para darse una relajada ducha. Cuando estuvo limpio, quitó las sábanas de la cama y las echó en el cesto de ropa sucia, para cuando la mucama entrará se llevará la ropa sucia.

Vagó por la habitación unos segundos, yendo hasta el balcón y llenándose del sol mañanero, tomando profundas respiraciones y llenándose de la buena vibra del día. Hacía un bonito sol, no quemaba tanto y había una deliciosa brisa.

Miró hacia abajo, notando como la señora de la casa estaba tomando su desayuno en el lugar de siempre y Jake se excusaba de mil formas y se iba. Notándose lo incómodo que le ponía su madre, aún más después de la situación con Louis. Hasta el sol de hoy esa mujer le seguía culpando de todo.

Hizo una mueca al ver aquella cabellera pelirroja entrando al patio trasero, sus voces excesivamente chillonas recibiéndose mientras los niños castaños corrían hasta el viejo columpio. Lo que le faltaba, Charlotte estaba allí.

Apretó sus labios en una fina línea sin poder creerlo. Maldición. Otra vez no. Esas dos juntas en un mismo lugar. Iba a perder la cabeza.

Pensó en quedarse encerrado todo el día en la habitación hasta que Jake llegará y tuviera que salir de aquel cómodo lugar que había sido su cueva esas tres semanas.

Su viaje se había alargado más de lo pensado, sus hermanos ya habían presentado su preocupación y Hyunjin le había gritado por llamada, por lo que Jake había insistido en regresar apenas la fiesta se llevará a cabo. Le agradecía eso, no quería quedarse más allí.

Pero cuando creyó que podría quedarse todo el tiempo que quisiera allí encerrado, la puerta fue tocada y una fina voz irrumpió en su felicidad.

Señor Riki, la señora Emma requiere de su presencia en el patio trasero —avisó la mujer al otro lado de la madera.

The Bathroom.『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora