Thirty One

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Jake estaba seguro que Riki era una persona sobrio y otra totalmente distinta ebrio.

Las risas escandalosas del rizado se escucharon en todo el pasillo, más las llaves cayéndose al suelo cuando intentó abrir la puerta con el menor a su costado, riéndose de cualquier idiotez que pudiera cruzar por su mente.

—Tengo un novio, ¿sabías? —dijo el rubio, arrastrando las palabras mientras lo señalaba con su delgado dedo—, y tú te pareces mucho a él, no sé porqué.

Rodó los ojos a la par que se inclinaba en lo que podía para recoger las llaves de su departamento que habían caído al suelo, teniendo ahora un peso extra en su espalda cuando Riki se lanzó encima de él, casi haciéndolo caer.

—Yo conozco este lugar... —Riki volvió a reír, jugando con sus labios y haciendo el tonto sonido de un tren—, una vez vine con mi novio..., casi me folla pero me asusté y salí corriendo. Me arrepiento ahora..., ¿por qué no le dije que sí? ¿Por qué~? —el rizado alargó las vocales, soltando sonidos extraños e infantiles.

Tomó las llaves y las volvió a meter en la cerradura, elevando un suspiro cuando por fin pudo abrir la puerta de su casa teniendo al rubio casi encima.

—Vamos adentro, ricitos de oro, estás muy ebrio. —indicó, empujando con suavidad el cuerpo del más alto dentro del departamento.

—No, ¿por qué? —se quejó el menor, elevando su voz a medida que hablaba—, quiero volver a la fiesta, quiero tomar el ramo. Quiero casarme... déjame volver.

Jake rodó los ojos, encorvándose en su lugar para tomar las piernas del menor y subirlo a su hombro, cargándolo como un saco de papas fácilmente. Agradecía hacer ejercicio constantemente o nunca podría cargar al menor, sería delgado, pero en lo alto lo compensaba todo.

Cerró la puerta dándole una patada y se adentró a su departamento, escuchando quejarse en voz alta al menor y dándole leves golpes en su espalda, haciendo un berrinche.

—Vamos, dulzura. A dormir y mañana te compro tu ramo de flores para que te cases. —Intentó mediar, caminando hasta su habitación.

Riki pataleó en su espalda, dándole leves golpes para que lo bajará, soltando chillidos molesto y fastidiado a la vez. Maldición, qué jodido era tratar con su novio ebrio.

—¡No es igual porque yo quería el de Sana-noona! ¡Para casarme, sino, no funciona! —chilló.

—Creencias de viejitas, sin duda. —mofó Jake, riéndose en voz baja mientras abría la puerta de su habitación.

—¡Mami dijo que los gays no se casan, por eso quiero casarme! —exclamó Riki, soltando un resoplido gracioso, como si fuera un infante—. Además, mi novio es muy sensual, no puedo soltar a ese bombón canela.

Jake estalló en carcajadas, lanzando entre las sábanas al menor con algo de cuidado, quitando sus zapatos y parte de su chaqueta para que esté más cómodo.

—¿Ah, sí? ¿Qué tal sensual es tu novio? —preguntó burlón, mientras quitaba el cinturón de Riki para que durmiera tranquilo.

—Muy..., muy sensual —Riki rió, desabotonando por si mismo su camisa—. No es tan alto para mí, aunque él mismo sea un poste de luz..., tiene labios gruesos y sensuales..., mhm, tiene un piercing en la lengua, ni te imaginas lo que hace con ese piercing —el menor mordió su labio y lo miró entre la oscuridad, sentándose en la cama—. Sus ojos verdes parecen más profundos que el mar, y tiene una espalda... ¡Oh, dios mío! Qué hombre más caliente, hasta su piel canela es sensual.

Jake rió nuevamente, acariciando una de las mejillas del menor con su mano, observando con detenimiento como su rosada lengua trataba sus finos labios y los hacía ver brillantes y apetitosos por su saliva. Tragó en seco, controlándose, Riki estaba ebrio.

The Bathroom.『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora