The Bathroom.『Jakeki』

Nineteen.

Cuando pensó que nada iba a salir mal, estaba muy equivocado. Demasiado equivocado diría él.

Él no era desastroso en la cocina, Yeji le había enseñado cómo no serlo, y aunque no era un experto cocinando porque llevaba muy poco haciéndolo, sabía hacer una que otra cosa y era comestible. Un pastel no era tan difícil y podía hacerlo sin ensuciar tanto o terminar quemando la casa entera.

O eso pensó él, claro.

Jake ahuyentó con un pañuelo todo el humo que había quedado en el departamento, mientras él se encargaba de abrir toda ventana que pudiese ser abierta para que saliera ese desagradable aroma a quemado. Lo peor era que ni siquiera el pastel que habían intentando hacer se había quemado, sólo que el ojiverde empezó a jugar en la cocina quemando lo que quedó de azúcar en una olla y por andan besuqueándose se quemó, casi la olla se encendía.

Lanzó como pudo la olla caliente sobre el lavabo, abriendo el grifo para que el agua fría saliera y el "caramelo" se despegará de la superficie y pudiera rescatar la olla quemada, por lo menos para hacer ramyun servía.

Miró con reprimenda al mayor y se cruzó de brazos sobre su pecho. Tenía razón cuando dijo que estando con él todo sería desastroso, le tomaba la palabra.

El ojiverde sonrió con ternura mientras metía su dedo a la boca, ya que se estaba comiendo la mezcla del pastel que había quedado en el bowl antes de lavarlo. El pastel ya estaba listo y se estaba enfriando a un lado del mesón, para luego desmoldarlo y esperar para comerlo.

—Eres un desastre. —comentó, dándole un golpe en su costado con el pañuelo de cocina.

—Y tú te ves lindo usando mi ropa. —Jake desvió el tema de conversación, sus mejillas algo manchadas de harina y chocolate, como sí fuera un niño.

—¡Ese no es el tema! ¡Casi quemas todo el departamento, idiota! —reclamó Riki, haciendo una mueca molesto.

—Pero no lo hice, eso es bueno.

Riki rodó los ojos, cerrando el grifo para dejar en agua la olla quemada, rogando a que se despegue el caramelo y así poder lavarla.

—Sin duda eres un desastre en la cocina, ¿cómo sobrevives siquiera de ti mismo?

Jake rió, dejando el bowl babeado en el lavabo y pasando sus brazos por la cintura estrecha del rubio, pegándolo a su cuerpo.

—Te dije que sólo comía ramyun instantáneo por una razón, ricitos.

—Pues ya me di cuenta —dijo Riki, pero no pudo evitar que un par de carcajadas abandonarán sus labios.

El castaño era un caso.

—¿El pastel ya está listo para comer? —preguntó el ojiverde, luciendo emocionado por el azúcar como si fuera un infante, mirando por sobre su hombro una y otra vez para verificar si el pastel estaba listo.

—Sigue caliente, te dará diarrea si te lo comes así, bobo —refutó el rizado—. Quédate quieto, dios mío, pareces un niñito. Y se supone que el menor soy yo.

—Necesito azúcar, dame azúcar. —chilló el ojiverde, dando pequeños saltos sin separarse de su cuerpo.

Riki soltó un par de carcajadas y estiró su brazo, metiendo su dedo en el envase de azúcar abierto, para después pasarlo por encima de los belfos gruesos del mayor.

—Toma tu azúcar.

El moreno atrapó en sus labios el dedo fino del rizado, lamiendo la azúcar que tenía encima de su piel, pasando su cálida lengua con habilidad mientras sus labios succionaban con afán, quitándole todo indicio de azúcar a su falange.