Fourty Seven.

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En el momento que él le pidió un tiempo sintió que su mundo se caía en millones de pedazos y todo su pecho se retorcía en dolor.

"Un tiempo", "un tiempo". ¿No era más fácil simplemente decirle que no quería nada, que todo se había acabado y que hasta ahí llegó lo suyo? ¿No era más fácil ser cruel con él a darle falsas esperanzas que sabe que jamás se completarán porque jamás volverán? ¿No era mejor? ¿Por qué ser así?

Tomó sus decisiones, quiso hacerlo así, él no sufriría. Y caminó lejos, derramando un par de lágrimas a la par que las limpiaba rápidamente porque no valía la pena, se decía, no lo hacía.

No importó estar mojado, el frío era terrible porque Australia siempre era extrema en cuanto a sus estaciones, tampoco supo qué hacía cuando se encontraba en un bar.

Vagos recuerdos vinieron a él, momentos negros en lo que su primer novio lo abandonó, el dolor que sintió y el trauma de lo tóxica que fue su reacción, se permitió sanar, pero ahora bebía por otra razón.

Esa vez, sí tomó el primer trago y perdió consciencia de sus acciones.

Ser un alcohólico en sobriedad siempre ha sido difícil, pero su estabilidad y concentración jamás flaqueó, hasta ahora. Hasta ese momento en que recordaba sus tiernos rizos dorados tan brillantes como sol, sus ojos mieles tan claros como el oro brillante, su sonrisa cuadrada de labios medianamente gruesos de tonalidad fresa, con aquellos lunares preciosos y aquella manos suaves.

Estaba perdido, en su risa, en sus bromas pesadas, cuando le decía que lo odiaba cuando no era verdad, las veces que paseaban en moto, cuando cocinaban juntos o hacían su intento. En todo lo que componía estar con su ricitos y que a la vez no era nada, porque él era tan sencillo pero tan difícil de entender. Aceptó ese reto porque desde que sus ojos lo vieron se enganchó a su persona, no diría que fue amor a primera vista, pero a medida que lo veía cada vez le parecía más perfecto.

Ver su indecisión y desconfianza al conocerlo, pensar que le haría daño cuando en realidad moriría si eso hiciera, entender que fue un trauma de no confiar en todos los hombres gracias a su padre y no enamorarse; tener miedo de todo, de estar a su alrededor siquiera, haciéndolo ver como una criatura indefensa.

Se prometió cuidarlo hasta el cansancio, intentar abrirlo y ser consciente de porqué era así, para entenderlo, y lo logró, con un poco de esfuerzo, enamorándose aún más.

Riki también lo hizo, le entregó su corazón, le dejó desnudar su alma y tocar cada extremo de su piel, luego se desnudó ante él y le mostró lo hermoso que era y será siempre, y más perdido en su amor no pudo estar.

Estar en sus brazos era perfecto, reírse de su timidez era un privilegio, hablar hasta dormirse fue un premio, y tener su cuerpo bajo el suyo fue incierto hasta que reiteró lo conocido.

¿Se podía amar a una persona tanto como él amaba a ese perfecto niño de ojos dorados y tiernos rizos largos? No creía que alguien sintiera eso que él sentía, no de esa forma, y por eso quiso tenerlo con él para siempre, porque sentía que era su camino, sentía que Riki era ése chico.

Ése amigo que sería su novio, ése novio que convertiría en su esposo y sería su amor eterno, cumpliendo aquel juramento bobo de "hasta que la muerte los separe". Porque lo veía su ricitos, sentía en él un lugar en el cual descansar, en el cual refugiarse, en el de sentirse él finalmente.

¿Por qué le pedía un tiempo, entonces? ¿Por qué? ¿Por qué?

Sentía su corazón apretarse, no respiraba, y seguía bebiendo, haciéndolo sentir vivo y bailando con todo aquel que estuviera allí. Riendo de las bromas que unas chicas hacían y pareciendo otra persona.

The Bathroom.『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora