Twenty Seven.

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El sábado finalmente había llegado, lo cual conllevaba a estar nuevamente en su casa —quizás para su desgracia— después de haber pasado tres días enteros en casa de Jake.

Tres días asombrosos, diría él.

Jamás pensó que ver una película con alguien, levantarse todos los días a su lado, desayunar y cenar juntos, o simplemente corretear por el departamento infantilmente sería tan especial. Nunca había experimentado ese tipo de cosas simples y cursis que quizás le daban sentido a la vida de los demás, y empezaban a dárselo a la suya.

Más Hyunjin lucía molesto cuando notó todas las mordidas en su cuerpo.

¿Cómo explicarle que desde hace dos días jugaba con su novio como si fueran perros a morderse mutuamente? Porque, al final, terminó cediendo a aquel raro juego.

Pero lo ignoró, y Hyunjin ahora lo miraba molesto pidiendo una explicación por aquellas marcas de dientes y zonas púrpuras en su cuerpo, consecuencia de las mordidas de Jake. Yeji lo molestó diciendo que ahora le gustaba el sadomasoquismo, pero a Hyunjin no se le hizo gracioso.

Y ahora no quería dejarlo ir a la fiesta de Jungwon.

—¡Pero-...! ¿Qué necesidad había de morderte cuando estaban haciendo sus cochinadas? ¡Principalmente, ¿por qué te muerde?! —farfulló Hyunjin, alzando sus manos en un ademán exagerado.

Riki rodó los ojos, terminando de peinar su cabello rebelde.

—No te incumbe, Hyunjin-hyung. Deja de fastidiar. —respondió.

—Jovencito, últimamente estás demasiado rebelde —dijo el pelimarrón, usando un tono exagerado—. Es tu vida, da igual, pero estás siendo demasiado repelente con nosotros.

—Con ustedes no, hyung —refutó, dándose la vuelta para encarar a su hermano mayor, cansado—, Yeji no se mete en mis asuntos y por eso no le respondo así. Tú sí.

Hyunjin hizo una mueca, llevándose una mano a su pecho, ofendido.

—¡Bien, tenemos preferencias aquí!

Riki soltó un suspiro agobiado, tomando sus sienes con sus manos, cansado del griterío constante del pelimarrón.

—Me largo, me esperan abajo —avisó, dando por zanjada la conversación—. Adiós, hyung. Adiós, unnie.

—¡Suerte, amor! ¡Te amo! —exclamó Yeji, desde la cocina sentada mientras veía su reflejo y arreglaba sus cejas con una pinza.

—Adiós, niño insolente —se despidió Hyunjin, acercándose a él para darle un fuerte abrazo—. Te amo. —expresó.

—También te amo, hyung. —respondió Riki, llenando sus pulmones del aroma común de su hermano mayor, aquel ahora que lo hacía sentir querido y en casa.

Aroma paternal lo llama a veces, haciendo que Hyunjin se moleste.

Tomó su chaqueta no tan suya, y bajó las escaleras con una sonrisa en su rostro, llegando hasta plata baja. Allí, como siempre, se encontraba Jake en su motocicleta, echando humo como una chimenea.

Contuvo el aliento mientras caminaba hacia él, nunca dejaría de sorprenderle lo atractivo que llegaba a ser ese hombre. Jamás. Tenía el cabello peinado hacia atrás, bien fijado, más unos lentes de pasta negra en el puente de su nariz. Usaba un pantalón pegado al cuerpo a cuadros negros y rojos, con cadenas en sus bolsillos y partes rotas, más una camisa blanca de botones simple manga larga y su infaltable chaqueta de cuero con millones de bolsillos al hombro.

Compartían mismo modelo de chaquetas, impresionante.

Riki sonrió sin poder evitarlo. Quizás Jake hizo eso a propósito sabiendo que usaría su chaqueta de cuero y se colocó una parecida, para ir a juego.

The Bathroom.『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora