Fifty One.

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Cerró su casillero con las fotos pegadas de ambos, respirando con tranquilidad, intentando olvidar el dolor que había en todo su cuerpo. No por un largo día de trabajo, sino por culpa de una cucaracha ojiverde.

Reprimió un queja cuando sintió una terrible punzada en su espalda baja y se dio media vuelta, para caminar hacia su casa ya que su jornada de universidad terminó y hoy no tenía trabajo. Gracias a dios.

Casi choca con alguien de no ser por sus reflejos extrañamente despiertos ese día y dio un respingo, llevándose una mano al pecho por el susto que le dio.

—¡Jungwonnie-hyung, qué susto!

—Creo que me quiero matar.

Frunció el ceño confundido, haciendo una mueca bastante exagerada, aunque era por la impresión más que todo. Jungwon venía con el cabello despeinado, oscuras ojeras debajo de sus grandes ojos algo hinchados y rojos, llenos de lágrimas y respiración agitada.

—Primero que nada, buenas tardes —dijo, guardando la calma—. ¿Qué pasó, hyung? ¿Por qué estás así?

Jungwon sorbió sus mocos y apretó la carpeta que tenía en sus manos, llevándola a su pecho en un ademán.

—No sé qué hacer, Ni-ki. Estoy estresado, cansado, la boda es en otoño y no tengo absolutamente nada en concreto, no consigo un buen salón, la madre de Jay peleó con mi madre en cuanto a que deberíamos hacer la boda en Estados Unidos, se me acumularon los deberes de la universidad y todo me da náuseas, no he comido desde hace dos días y ni siquiera tengo hambre —el pelinegro habló rápidamente, sorbiendo sus mocos a la par, en un ademán bastante nervioso—. Jay dice que no me estrese, me ha ayudado mucho pero no lo quiero fatigar más porque está trabajando dos turnos seguidos, él debe estar más cansado que yo.

—Jungwon-hyung —llamó tomando las mejillas del mayor en un ademán—, respira, nada va a pasar. Ey, cálmate.

—Ni-ki, no te cases, por amor a dios. Es horrible todo lo que va antes de eso, los preparativos, las flores, los pasabocas, el salón, el traje, los anillos —Jungwon llevó una mano a su cabello, tomando una profunda respiración—. Lo peor del asunto es que debo estar viendo las casas que hay en venta que me recomienda a ver Jay porque ya empezó los tramites para ponernos como padres adoptivos, y siento que voy a colapsar.

Riki colocó ambas manos en los hombros del más bajo y lo agitó un poco, para que volviera en sí ya que se estaba perdiendo en la nebulosa y divagando en millones de cosas que no dan al caso ahora.

—Jungwonnie-hyung, cálmate y hablemos —pidió—. ¿En qué necesitas que te ayude? ¿Puedo hacer algo por ti?

—No c-creo que puedas..., sólo te estoy buscando porque creo que dejé mi billetera en tu casa por el fin de semana pasado que me quedé allí con Sunoo-hyung —alegó, rascando su cabeza con su diestra—; ahí tengo el número de los floristas y del catering, y los necesito...

—¡Jungwonnie-hyung! ¡Déjate ayudar! —exclamó Riki, al borde de la desesperación por no ser escuchado por su hyung—. La billetera se la di a Jay-hyung ayer, supuse que la estabas buscando. Vamos a mi casa y hablemos con calma, te cocinaré algo para que comas y alimentes al mini-Jay que te da náuseas.

—¡Ni-ki! ¡No hay ningún mini-Jay! —gritó el pelinegro, siendo jalado de su antebrazo por el pelidorado hacia el campus de la universidad.

—Cómo sea, sigue caminando.

Escuchó a su mayor refunfuñando detrás de él mientras lo jalaba de un brazo por toda la vía, parando un taxi para ir a su departamento cuanto antes y poder hablar con más calma y ayudar a Jungwon, que parecía a punto de llegar a la locura.

The Bathroom.『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora