The Bathroom.『Jakeki』

Fifteen.

Tomó su bolso, colgándolo en su hombro mientras salía de su salón, con los ánimos por el suelo. Su examen final del último parcial del primer semestre reposaba en su mano, dándole una fatídica bienvenida a su segundo semestre en diseño gráfico.

Caminó como un sonámbulo hasta salir de su facultad, enviándole un mensaje a Jungwon o a Sunwoo para que le subieran el ánimo ese día, puesto Yeji no llegaría esa noche al departamento porque tenían que terminar una pasantía con Ryujin y Chaeryeong, y Hyunjin le avisó que llegaría a casa a eso de las diez u once de la noche porque tenía que hacer yo-no-sé qué cosa con Christopher.

Su celular vibró en un mensaje, Jungwon como Sunwoo habían respondido. Jungwon cumplía cinco años de novio con Jay y se fue temprano para celebrar su aniversario, Riki sabía a lo que iban. Y Sunwoo se había ido con su padre a pasar tiempo con el odioso de Sunghoon para presentárselo como era debido.

Resopló guardando su celular en su bolsillo trasero, sus cejas cayendo con desánimo sobre su rostro. Nadie estaba en ese momento para él y necesitaba liberar la tensión que ese jodido examen el había dejado.

Aunque, su tensión eran más ganas de llorar que otra cosa.

Esquivó a todos su compañeros de año ágilmente antes de que le restregaran en su cara sus buenísimas notas en ese último parcial, y prácticamente corrió hasta el estacionamiento.

En el mismo lugar de siempre, a la hora de siempre, en la posición de siempre, se encontraba él, fumando.

Contuvo el aliento sin poder evitarlo, sus ojos cristalizados por su desánimo moviéndose frenéticamente por sobre su imagen; traía una camisa negra en 'V' que mostraba levemente sus clavículas, ya que no hacía tanto frío, sus pantalones de cuero con varios cierres sin sentido y una camiseta a cuadros amarrada en la cintura, haciéndolo parecer el típico "fuckboy" de siempre.

Trató de huir de él porque no quería que lo viese así; tan patético llorando por un examen donde sacó 1.5. Y, posiblemente se reiría de él porque no buscaba perfección, como su hermana o en otras ocasiones haría él mismo, sino por por hecho de que se había esforzado tanto para sacar buena nota y terminó en eso.

Apretó su bolso en su hombro con una mano, intentando huir. Aunque, después de su extensa confesión en aquel ascensor y de que le haya confirmado que sentía lo mismo que él, las cosas se habían mantenido igual, sólo ellos dos, siendo amigos.

Para su lástima.

Con el revoltijo de pensamientos y emociones arremetiendo contra todo de sí, apretó el examen en sus manos, mordiendo con algo de fuerza su labio inferior, quejándose al instante cuando sintió el potente dolor.

Habían pasado cinco días del incidente del ascensor, aún no había sanado del todo su labio inferior y había una costra roja encima de él, viéndose algo doloroso. Por lo que, aún dolía.

Más cuando pensó que huiría, una mano se curvó por su brazo, deteniéndolo de su furioso camino. Ladeó la cabeza encontrando aquel par de orbes verdes más claros que la selva en ese momento, por el sol a esa hora que los esclarecía.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas abultadas, calientes y abundantes. Dios, apenas veía a ese hombre se destruía totalmente y se sentía absolutamente vulnerable.

—Ricitos de oro... —nombró, pegándolo a su cuerpo para darle un apretado abrazo—, ¿sigues huyendo de mí? ¿Qué te he dicho yo? —bisbiseó, besando su frente con cariño.

Correspondió el abrazo del mayor, escondiendo su rostro en su cuello para seguir derramando sus torrentes lágrimas, apretándolo en todo lo que podía a su cuerpo.