Capítulo 3.

2.3K 197 9
                                    

Una hora antes del accidente:

—Abrígate bien hija y a la pequeña también, hace mucho frio —la señora Angela las observa abrigarse para enfrentar a la fría noche.

—Si mamá, en eso estoy —dice la chica que sonríe ante la insistencia de su madre en protegerlas de las bajas temperaturas que reinan en el ambiente.

—No sé cuál es la prisa en irte, ¿no te has dado cuenta cómo está la noche? La nieve es cada vez peor, es peligroso conducir así mi amor, quédate.

—Mañana estará peor mamá y no puedo dejar para después los planes que tengo con este pequeño ser, sabes cómo se pone la princesa de intensa cuando no se hace lo que ella desea.

—Adiós agüela, hata mañana, vas a venir, ¿sí? —la pequeña peli castaña de ojos verdes sonríe a la mayor de las tres.

—Adiós preciosa, dios te bendiga, si, iré mañana si el clima lo permite. Amanda —se dirige a la mayor.

—Mamá —se acerca a ella y deposita un beso en su frente, es lo único que la mantiene sana y con esperanzas, su hija es la base de su sostenibilidad.

—Te amo, no dejes de llamarme cuando lleguen, por favor, me quedo preocupada, no podré dormir hasta que hayan llegado a casa.

—Llamaré mamá, yo también te amo. Vamos pequeña, beso a la abuela, es hora de irnos.

Era la última vez que sentiría sus pequeños e inocentes labios sobre su mejilla, tenía un mal presentimiento que se ha instalado en su pecho desde que decidieron regresar a su domicilio, pero con la terquedad de su hija, no fue posible convencerla para que se quedaran, Amanda no escucha, cuando algo se le mete en la cabeza lo hace, aunque tenga que ir hasta el fondo, sangre de periodista corre por sus venas y arterias.

Puso toda su fuerza y fe en sus palabras y empezó a rezar para que llegaran bien, sin ningún contratiempo, sin ningún impedimento, era muy tarde en la noche, demasiada nieve en las calles, era como si toda la furia de la naturaleza hubiera sido descargada sobre esa pequeña parte del planeta, muy peligroso para que su hija vaya conduciendo.

Mientras tanto la madre de la pequeña, Amanda, conduce impecablemente, más control del necesario, observaba periódicamente a su hija que estaba dormida, el sueño la había derrotado a los pocos minutos de salir de casa de su madre. La carretera estaba completamente cubierta de nieve, pero no impedía que el coche se moviera con facilidad, además, la distancia entre su casa y la de Ángela, apenas era de 20 minutos, sería poco el tiempo que estarían ambas en las garras de aquel nefasto invierno.

Observa y se da cuenta que, de no ver regresado ahora, mañana le iba a ser imposible, la nieve cayendo había aumentado considerablemente, la temperatura en segundo bajó varios grados por lo que tuvo que subir la calefacción del coche, fácilmente alguien podría morir de hipotermia si no se resguardaba entre mantas.

Mira más adelante, a varios metros de distancia y observa a una persona, es una mujer joven, a esa distancia logra ver que es rubia, un poco alta, se extraña al verla tan sola a esa hora de la noche.

—¿A quién se le ocurre salir a caminar a esta hora, con el frio que hace? Es de locos —sonríe ante sus palabras y se centra en conducir correctamente.

Acelera un poco sin sobrepasar los límites permitidos en la velocidad, ya que las calles aún lo permiten, anhela refugiar a su hija en el calor hogareño de su casa, este frio le puede hacer mal y no soportaría ver a la pequeña padeciendo una gripe por su culpa, no se lo perdonaría.

Pone sus ojos en la persona que se encuentra en la calle, no puede ver bien su rostro, por lo poco que logra distinguir puede percibir que se encuentra mal, la idea de ofrecerle ayuda pasa por su mente, pero de los desconocidos se tiene que dudar, además, es muy extraño que se encuentre sola a esa hora de la noche, así que desiste de ello.

Pone sus ojos en la carretera nuevamente y se concentra en conducir, no debe de preocuparse por lo ajeno, cada quien tiene sus problemas, cada quien debe de preocuparse por lo suyo, como ahora mismo, su preocupación es salir lo más rápido de aquel frio entorno.

Una segunda persona, un hombre, se coloca cerca de la joven en fracciones de segundos, logra ver su cara y pestañea varias veces, ¿de dónde salió? Apenas procesa como maniobrar el volante y los frenos, al ver como aquel sujeto empuja a la mujer hacia el auto, logra frenar, pero es imposible evitar el impacto contra aquel cuerpo inocente, pierde el control del timón y termina dando vueltas.

Siente un dolor agudo en la pierna derecha mientras varios golpes más acribillan sus músculos y huesos, todo se le vuelve turbio, todo encaja a la perfección con aquella desgracia que espera no tener que contar en su existencia, siente que sus ojos arden y antes de sumergirse en la oscuridad, una sola imagen cobre su mente, Lía, su pequeño ángel, su obsesión de vida, su primavera en sueños.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora