—Asesina.
Fue la palabra que salió de los labios de la pelinegra de ojos verdes, luego de que se marchara la enfermera y siguiera mirando hacia el interior de aquella habitación, con una sensación clara de ambicionar todo lo malo que pudiera existir hacia la morena que se encuentra postrada en la cama con signos de no querer despertar nuevamente a la vida.
Todo el rostro lo tiene cubierto por un vendaje que le impide conocer de una vez, su más excitante objetivo de ahora en adelante, pero todo a su debido tiempo, ella que es una persona impaciente, se dedicará a esperar lo que haga falta esperar.
—Asesina, estas me las pagarás, mi hermana no se puede ir así, por tu culpa, por tu maldita culpa. Te la llevaste sin importarte nada, sin detenerte a observar su maravillosa vida —habla en voz baja, como si estuviera rezando, cuando es todo lo contrario, lo que quiere es que la causante de la muerte de su hermana sufra sus consecuencias y ella la hará pagar por ello, todo el desasosiego que siente su corazón en este momento es producto de la ausencia definitiva de Keila y ella sola no va a cargar con ello.
Varias lágrimas ruedan por el rostro de la joven, mostrando y aliviando un dolor que la asfixia, que la quiebra, en una dimensión incalculable, ella necesita castigar para poder estar bien, necesita vengar a su hermana para poder vivir en paz.
Su sangre hierve al imaginar todo lo que le hará a esa mujer que se encuentra ajena a todo lo que pasa a su alrededor y por la mente de ella. Carla contrae su rostro y todos sus pensamientos, de pronto se ven interrumpidos por el llanto de una persona.
Un hombre se derrumba recargado de una pared llorando como si le hubiesen arrancado un órgano vital, nadie debería de sufrir más que ella, mas, desconoce el poder que tiene el sufrir de un padre o madre al perder un hijo, frente al de perder una hermana. Es algo que la joven gemela ni siquiera imagina, su mente no está para pensar en los problemas de los demás, el sufrir en sus extrañas es tanto que lo que ocurra o deje de ocurrir a su alrededor carece de importancia.
Observa a una señora que tiene que ser atendida inmediatamente, tras ver recibido una información, se encuentra igual o en peores condiciones que el hombre que llora tirado en suelo, la noticia que deben de ver recibido debe de ser casi letal, para que se encuentren así en esas desastrosas condiciones, mostrando aquellos gestos desesperados de dolor.
Un equipo de médicos llega hasta la pareja que acaba de recibir la infernal noticia y hacen lo que deben de hacer, por muy incómodo que sean estos hechos, es su trabajo mantener informados a los familiares de cualquier paciente, sin importar el estado en que este se encuentre.
—Señora Angela, de corazón lamentamos la perdida, cuando nuestro equipo llegó, ya era demasiado tarde, no se pudo hacer nada —la joven de ojos verdes que se encuentra a varios metros, no se pierde un detalle de aquella escalofriante charla bastante perfeccionada para sus gustos, todo esto sin retirar la mirada de la mujer inconsciente sobre la pulcra cama dentro de la habitación.
—Yo, quiero ver a mi hija —Carla escucha la voz de la señora apagada y no puede evitar llevar sus ojos hasta ella, la mujer aparenta unos sesenta años, bien cuidados, se podría decir que, hasta menos, en su juventud debe de ver sido una joven muy atractiva, porque las facciones delicadas de su rostro le resultan acogedoras y hasta cautivadoras.
—Su hija en estos momentos se encuentra estable, con varios traumas en diferentes huesos que aún estamos estudiando, no creo que sea lo mejor, señora Angela, no en el estado en el que usted se encuentra.
El dolor reflejado en aquellos ojos grises fue demasiado para la joven Carla, ella es una persona insensible al dolor ajeno, pero el que muestra aquella mujer la ha llegado a perturbar demasiado y ella no es así. Se fue alejando poco a poco, lo más que pudo de ese sitio, a llevar su padecimiento a otro lugar, lejos del pesar de los demás. Estaba sola en el mundo, necesita pensar, necesita encontrarse al menos unos segundos.
Una desconocida ha puesto fin a la vida de su hermana, una desconocida se ha llevado todos los sueños y logros de su gemela rubia, la ha alejado de ella sin disfrutar sus sonrisas, sus gritos, de sus llamados de atenciones ante algo que no le gustara, de todas las experiencias, tanto negativas, como positivas que han quedado en el recuerdo y que ella no sería capaz de olvidar nunca.
Fuera del hospital su cuerpo se relaja un poco, pero vuelve a tensarse al recibir los ataques eufóricos del frio sobre su piel, no lleva suficiente abrigo, pero es tarde para pensar en eso ahora, su mente no da para más. Observa su reloj, cinco de la madrugada, dirige sus pasos hasta donde dejó su coche, pero desiste de ello al ver que es prácticamente imposible conducir, con todas las calles cubiertas por la nieve, aquel manto blanco con más de 50 centímetro de espesor le imposibilita prácticamente trasladarse caminando.
Una llamada entrante a su teléfono le hace fruncir el ceño. ¿Qué cojones quiere Joel a esta hora? Ya suficiente tiene con la muerte de su hermana para tener que aguantar al idiota del novio también.
—¿Qué quieres?
Contesta de mala gana, solo hablar con él, le hace renacer el odio que pensó apartado en estos minutos hacia la causante de la muerte de Keila, se devuelve sobre sus pasos, necesita saber al menos su nombre.
—Tu hermana no contesta el teléfono.
Sintió como un nudo se fue formando en su garganta, pero era lo que tocaba, aunque nunca estuvo de acuerdo con la relación que tenía Keila con él, siempre la respetó. Decir en voz alta que su gemela está muerta es la prueba más grande que ha tenido que pasar en su jodida vida.
—Nunca más lo hará Joel.
—¿Por qué no? Soy su novio, me tiene que atender —ahí está el motivo para desagradarle, niñato de mierda. Carla suela una carcajada.
—Tú lo has dicho, novio, no dueño, imbécil, ella no te contestará porque está muerta, ¡muerta!
El joven hace silencio, lo que más temía acababa de pasar.
—¿Es una broma? —actuar, es lo único que puede hacer, nadie lo vio, nadie fue testigo de nada.
—Ninguna broma idiota, murió en un accidente hace unas horas. ¿Por qué dejaste que regresara sola? Ah, si tú siempre andabas de perro faldero detrás de ella.
—Yo no hice nada —Carla frunce la frente, si hay algo que ella no es, es tonta—, ella se fue sin decir nada, solo que necesitaba verte.
—Es raro que te justifiques estúpido, eso lo mantendré presente para cuando me tropiece contigo —detiene sus pasos a la entrada del hospital—, pero no vales la pena Joel, ojalá no verte más en la vida, no quiero ver tu cara en el funeral y más te vale que sus cosas estén intactas, porque de no estar así, me vas a conocer.
Cuelga, está demasiado alterada para entrar nuevamente al hospital. No aguanta más, llega hasta su coche y ya dentro de él deja salir un poco su dolor, llora, grita fuerte, hasta casi hacerse daño en la garganta, desgarra su interior y deja que un alivio la recorra completamente.
No sabe cuánto tiempo pasó dentro del auto, pero cuando estuvo lo suficiente calmada, retiró los rastros de las huellas dejado por las lágrimas de su rostro, suspiró y sonrío a su dolencia. Tomó su teléfono y mando un mensaje a su mejor amiga, es hora de recibir un poco de apoyo. Pidió fuerzas prestadas y se vistió de decisión.
Caminó hasta aquel cristal que la separaba de su objetivo y observó nuevamente a aquella desconocida mujer, aprieta su ropa con fuerzas, con rabia mezclada al dolor y rencor que corre por sus venas y al deseo de venganza, tanto odio empieza a cegarla, esto tiene que acabar rápido.
Alguien se coloca a su lado y apenas se da cuenta de ello, Angela la mira y luego lleva sus ojos hasta su hija.
—¿Conoce a mi hija?
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TATUAJES. (Editando).
RomanceSu hermana Keila sufre un accidente tras el cual fallece en el hospital, ese mismo día una periodista famosa corre con la misma mala suerte, siendo la causante de la muerte de la joven y de su amada hija. Carla la hermana de la fallecida buscará v...