Siete de la mañana, Amanda abre sus parpados pesadamente, tal vez dormir demasiadas horas la dejó sin fuerzas para poder enfrentar la laboriosa rutina que tiene desde que salió del hospital. Las cortinas están cerradas, algo que agradece, no soportaría la claridad del sol y menos con el horrible dolor de cabeza que se la quiere partir en dos.
Cierra los ojos y suspira, agotada de tanto martirio y dolor. Flashazos de la noche anterior empiezan a despertar entre sus neuronas, su cerebro le muestra en señales vagas, hechos que no se atreve a creer. Incapaz de aceptar tales acontecimientos se sienta en la cama, segundos después el sonido de la moto que le es inconfundible la hace incorporarse rápidamente. Obviando el dolor en su pierna e ignorando que se encuentra semidesnuda de la cintura para abajo, se acerca a la ventana y no duda en abrir la cortina.
Carla mira en su dirección, esperaba que apareciera, sonríe y le lanza un beso desde la distancia. Amanda no muestra gestos ni reacción alguna, la observa marcharse y suelta todo el aire contenido en sus pulmones. Da la vuelta y observa su habitación dándose cuenta de dos cosas, una: en su cama ha dormido más de una persona, dos: un vaso con agua y una pastilla junto a una nota están sobre la mesa de noche al lado de la cama donde durmió ella.
Camina hasta donde está el vaso y compañía, lee la nota, se le dificulta un poco por la letra tan engorrosa, no hay duda de que esa chica no se preocupa mucho por la perfección de estas.
Gracias por la noche y la dulce pesadilla de dormir a tu lado.
Toma su teléfono y teclea rápidamente un mensaje.
— Deberías de pensar en mejorar los trazos de las letras. Escribes horrible.
Al pasar cinco minutos que le parecieron una eternidad, obtuvo respuesta. Al parecer la chica era rápida conduciendo ese inmenso medio de transporte que siempre la acompañaba.
— ¿Por qué? Si lo que importa es el contenido de las mismas. Tienes varias cosas que hacer, Amanda —La periodista frunce el ceño, ¿Quién se cree ella para ordenarle algo?
— ¿Qué cosas? —teclea rápido la pregunta.
—cómo tomarte la pastilla que te dejé, darte un baño (anoche no lo hiciste), el cual ya tienes preparado y desayunar. Espero que mi arte culinario sea de tu agrado.
—¿Por qué te molestas tanto en hacer estas cosas por mí? —Amanda deja el teléfono y va a comprobar el baño, confirmando las palabras de la chica.
—No lo hago por ti, Amanda, lo hago por mí.
—¿Cómo entraste a mi casa? —desvía el tema rápidamente.
— Tú me facilitas las cosas, Amanda, demasiado para mi gusto.
—¡No digas tanto mi nombre! Me desesperas.
—Se me hace imposible, AMANDA, tu nombre junto a tu persona es una combinación peligrosa.
—¿Por qué lo dices?
—Porque han enredado a un alma libre de ataduras.
Amanda tarda en procesar lo que ha leído, su corazón late desenfrenado.
—No deberías de decir eso, cuando tu objetivo conmigo no es positivo, todo lo contrario, me quieres hacer daño, más del que sufro ya.
—Tienes razón, pero una cosa no impide la otra.
—Quiero que te alejes de mí, que no me acoses.
—Mientras más lo pidas, menos lo haré. Eres como el mar, Amanda.
—No entiendo.
—Tan misteriosa y profunda, que has despertado mi curiosidad, periodista exquisita —la periodista traga en seco imaginando todo lo que pueda pasar por la mente de esa mujer desconocida, pensamientos que desea conocer, niega con la cabeza, es un error involucrarse con la persona que te quiere desaparecer de la existencia.
—Te quedarás con la curiosidad, Carla.
—Estoy segura que no. Has despertado mis instintos, los dormidos. Solo espero que sepas afrontarlos.
—No hay quien te entienda. Estás loca.
—Si, estoy loca, pero loca por conocer lo que escondes debajo de la escasa ropa que llevas puesta ahora mismo —la periodista siente sus piernas temblar, humedece sus labios y suspira.
—Olvida que existo, por favor.
—Es algo que, aunque yo misma me obligue a hacer, no lograré, Amanda.
Amanda no sigue con el chat, se resigna a pensar que de una u otra manera ella carga con parte de la culpa, dejó la ventana abierta, la descubrió, la encerró, se emborrachó, e inconscientemente durmió con ella semidesnuda, no era de extrañar su comportamiento. Se toma la pastilla y luego de unos minutos su cuerpo es despojado de ropa y se sumerge en el agua tibia, calmando por unos largos minutos su delicioso tormento.
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TATUAJES. (Editando).
Roman d'amourSu hermana Keila sufre un accidente tras el cual fallece en el hospital, ese mismo día una periodista famosa corre con la misma mala suerte, siendo la causante de la muerte de la joven y de su amada hija. Carla la hermana de la fallecida buscará v...