Capítulo 7.

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Sintió como aquel objeto siliconado la penetraba hasta lo más profundo, siendo guiado sin compasión, buscando en su interior lo más escondido, desgarrando sus paredes y haciéndola gozar como pocas veces había sentido, tantos días sin sexo le estaba pasando factura, ella que siempre se mantenía muy actualizada en ese aspecto, se extrañaba de ver aguantado tanto tiempo sin sentir su cuerpo temblar en ese disfrute.

Sus gemidos y jadeos aumentaron en frecuencia, mostrando lo bien que lo está pasando, gozaba de toda locura hecha con su cuerpo y en él, su respiración entrecortada, su voz ahogada, sofocada, pidiendo más, hizo que la rubia que había conocido hace apenas unas horas, la embistiera con fuerza y rapidez, con destreza y experiencia, se nota que conoce perfectamente lo que hace, porque la peli negra se caracteriza por ser una mujer exigente en este aspecto, pero esta conocida le estaba dando lo que su piel pedía a gritos, placer.

Sintió su cuerpo temblar y sus paredes internas contraerse, pocos segundos después saboreo un orgasmo que, aunque no la llenó del todo, por un momento la hizo olvidar de todo el dolor que rodea su vida.

—Dame más —jadeo bajo el pedido de sus labios. Necesita olvidar que su alma duele, que vivir le escuece, que la ausencia definitiva de Keila, no es más que una señal de su destino, dándole a entender que ella vino a este mundo a sufrir en soledad y desdichas.

Dolor y placer, su combinación favorita para escapar de todos sus fantasmas y tormentos, sin sentimientos que la volvieran débil, sin sonrisas cargadas de esperanzas, sin sueños por cumplir, ni una meta por alcanzar. Su única meta es la de vivir a diario como si el mañana no estuviera tocando las puertas de su existencia.

Carla huía de todo tipo de caos, pero estos la buscaban y siempre terminaban encontrándola, pero el último llegó para acompañarla en lo que quedaba de vida y a eso temía la joven, a no poder superar lo ocurrido con su gemela, tanto logrado para en segundos descarrilar todo lo encontrado.

Los movimientos de aquella mujer le gustan, pausados y posesivos, sus gruñidos bajitos le ponían más y su cuerpo reaccionaba como a cualquier persona le gustaría, obediente al control sobre él.

—Más fuerte —jadeo la pelinegra, rogando por más, ser pasiva nunca se le dio bien, pero necesitaba no tener el control ni en eso, ansiaba un poco de ceguedad en ella, para evitar pensar más allá de lo límites de sus pensamientos, hay cierta persona que no la dejaba caminar en paz y ni siquiera ha podido ver su rostro.

El dildo entraba y salía de ella impetuosamente, sintió como aquellas manos hasta ahora desconocida aferrarse a su cintura y penetrarla con fuerza, la chica la empujó haciéndola caer a la cama nuevamente y alzando más sus caderas, tenerla en cuatro ponía en ventaja a la rubia, para hacer de ella lo que le diera la gana y en ese momento a Carla, eso le gustaba.

Un segundo orgasmo se adueñó de todas sus terminaciones nerviosas y terminó riendo, se separó de la chica y aun con el cuerpo temblando fue hasta la cajetilla de cigarro y encendió uno, esta es una costumbre que poco a poco tomaba fuerza en ella y no ha pensado parar.

—¿Cómo has dicho que te llamas? —pregunto dando una calada al cigarro y mirando a los ojos de aquella radiante rubia, siente como el dulzor de la nicotina acaricia sus labios y sonríe ante la sensación de adicción de ella.

—Cintia —responde la joven retirándose el arnés un poco exagerado de tamaño y acostándose al lado de Carla que la mira de reojo.

—Ok, Cintia, eres buena sabes, me has hecho llegar dos veces, muy delicioso todo, pero como comprenderás esto es lo único que hay —señala la cama y vuelve a llevar el cigarro a sus labios, llenando su boca y todo lo implicado al fumar, de humo, lo retiene un poco y luego lo expulsa con gran maestría.

La rubia no dice nada, solo la observó y sonrío. Se colocó su ropa y se dispuso a marcharse, pero no podía quedarse callada ante tan despreciable persona.

—Estás podrida, eres una persona seca, despreciable.

—Eso es algo que también lo sé.

—Por tu manera de actuar llegué a pensar que podías ser diferente, pero no eres más que otra del montón, inservible.

—Discúlpame por ser así, pero es lo que hay en mí, no tienes la culpa de nada, pero tampoco te voy a mentir y mucho menos a ilusionar.

—Algún día aprenderás a respetar y a no hacernos sentir usadas, como objetos, humilladas.

—No te lo tomes tan a pecho, tampoco hablamos de otra cosa, sabías a lo que veníamos, yo no tengo la culpa de que seas una ilusa.

—El día que caigas, demorarás en levantarte, ojalá estar para verlo.

—¿Quién dijo que me quiero levantar? ¿Acaso no ves que estoy en el suelo? ¿Qué soy esto que ves aquí? Una señal de lo que es vivir, así que limítate a disfrutarme y cállate la puta boca —Carla se pone de pie un poco rabiosa, luego de tanto disfrutar, esta chica la ha hecho enojar.

—Que ten den —dice la rubia dirigiéndose fuera de la habitación, incapaz de seguir frente a tan fría y calculadora persona.

—¡O si querida —grita la gemela para que la tal Cintia la escuche—, eso seguro! ¡Adiós y cierra la puerta al salir!

Se dirige al baño, regula la temperatura del agua y se dispone a bañarse cuando su móvil suena.

—¿Quién cajones es tan inoportuno a estas horas? —sonríe al ver el mensaje, pasar un día con la loca de su mejor amiga, tampoco le haría algún mal, todo lo contrario.

Su mente viaja hasta el hospital y la sonrisa que dibujaba en sus labios desparece, tiempo al tiempo y podrá cobrar lo suyo.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora