Capítulo 18.

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Carla con un poco de esfuerzo la lleva hasta la cama, la mezcla de su perfume con el alcohol la tienen confusa, tanto que tiene que ser un esfuerzo sobrehumano para no despojarla de toda su ropa y comérsela en ese momento y conocer el exquisito sabor que debe poseer su piel. Es obvio que ha bebido y bastante para el estado en el que se encuentra, es una pena tener que enfrentarle en esta situación tan graciosa. La cubre con las sábanas tratando de no rozar sus dedos con ese lienzo que ha despertado su curiosidad, esto lo hace no sin antes mirar la piel descubierta de su cuerpo, sobre todo la cicatriz que resalta en uno de sus muslos, dándole un toque provocador y único.

—Más te deberías haber hecho —masculla en voz baja, pero se arrepiente de sus palabras en el momento que ve la foto entre los dedos de la periodista—. Tal vez estés sufriendo ya tu castigo, pero eso no te librará de experimentar el mío, todo a su debido tiempo, preciosa.

Coloca un mechón de su cabello detrás de su rostro, Amanda se mueve un poco y murmura algo que no llega a entender. Temiendo despertarla aleja sus manos de ella y sonríe. Es una mujer hermosa, mucho más de lo que deja ver frente a la cámara. ¿Quién iba a decir que ella tendría al alcance de sus manos a la periodista que ha revuelto todos los medios con su inigualable belleza? A la auténtica, a la que no se disfraza con maquillaje, la indefensa, la humana y para más suerte, hasta la borracha.

La joven sonríe ante sus pensamientos y luego se pone de pie rápidamente, percatándose que se encuentra desnuda sobre la cama de su víctima. Observa como la periodista se acomoda entre sus sábanas, es jodidamente adorable cuando hace esos gestos inconscientes, todo un pedazo de cielo donde perderse cuando duerme. Va hasta el baño por su ropa, tiene que salir de ahí.

—Tal vez dejarle mi olor en su almohada, no es una idea tan descabellada —sonríe con malicia tras susurrar sus palabras.

Empieza a abrir gavetas, tratando de hacer el menor ruido posible, que Amanda se despierte no es algo que esté en sus planes. Hermosas bragas, susurra al tropezarse con una. Abre otra gaveta y sonríe victoriosa, da con una camiseta larga, lo suficiente como para cubrir sus nalgas.

—Te gusta la comodidad Amanda, eso me agrada.

Observa la pantalla de su celular iluminarse, había quedado con Gabriela, pero pasar la noche en la cama de Amanda Gutiérrez, aunque sea solamente para dormir, es un plan mucho más tentador, su amiga lo entendería si le dijera.

Se escusa con su amiga. Observa a la periodista y este momento lo debe de guardar para un futuro, luego de tomar la foto sin pensarlo mucho se acuesta al lado derecho de esa cálida cama. El cuerpo de Amanda responde automáticamente al calor que desprende el otro y se acerca a este. Sube una pierna sobre sus muslos y posa un brazo sobre el abdomen. Carla ha contenido el aliento, de ver imaginado que iba a ser así, se hubiera marchado.

Amanda acurruca su cuerpo como un coala sobre el de Carla y recuesta la cabeza en su pecho, la respiración golpea directamente en su cuello, haciendo que la piel de la joven sufra una deliciosa tortura al erizarse completamente. Carla pasa una mano por sus hombros y la acerca más a ella, si es posible, porque la distancia entre ellas está totalmente reducida a nada.

Se dispone a dormir en paz, obviando el roce de sus piernas desnudas, del calor de sus cuerpos rompiendo las barreras creadas por el frio del interior, sin pensar en su hermana, ni en todo lo ocurrido, cuando se percata que la foto sigue en la mano de la periodista.

Se la retira y siente como su mirada se ilumina, era un angelito, de esos que desprenden paz con tanta inocencia expresada en su sonrisa, en sus ojos. Examina ambos rostros y se asombra del inmenso parecido que tienen ambos, madre e hija. Coloca la foto en una mesa, apaga la luz y se abraza más fuerte al cuerpo de aquella exuberante mujer.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora