—Dime Pedro —Carla contesta la llamada entrante de su abogado.
Son más de las diez de la mañana y Carla no ha logrado encontrar el valor que necesita para salir de su habitación y enfrentar todo lo que espera, teme no poder controlarse, su carácter a veces muestra su verdadera cara y no es nada agradable presentarse así con tan inesperadas visitas.
—Tu querido excuñado ha puesto una denuncia, adivina quien lleva el caso.
—Alma.
—Exactamente. Como te comenté el otro día, esa policía no es de fiar, pero ya me estoy encargando de ello, mis contactos se encargarán de todo. ¿Cómo estás tú, mi niña?
—Estoy bien, un poco sorprendida por lo que me acabas de contar, pero era de esperarse. Joel no es hombre de hacer las cosas solo, es un cobarde, solo queda demostrar que esos dos tienen un tipo de relación y acabar de una vez con todo esto.
—Estoy trabajando en ello, ya tengo personas detrás de ellos. No son muy inteligentes, algunas evidencias dejarán, solitos caerán en el anzuelo.
—Gracias, Pedro. Ahora tenemos un inconveniente más gordo, que sí me podría meter en problemas, uno en el que me han metido mis amigas.
—¿Qué problema, pequeña?
—Tengo en mi casa a Amanda Gutiérrez.
—¿Cómo llegó ahí? Eso no puede pasar.
—Ya te dije, mis amigas, no sé en que estaban pensando al traerla aquí. Tengo orden de alejamiento, si alguien habla de más y se enteran las autoridades, o, mejor dicho, la tal Alma, será embarazosa la situación.
—Estás actuando como una adulta, muy bien hecho. Ahora mismo voy para allá. ¿Ya la viste?
—No, no he salido de la habitación, temo perder el control sin conocer las verdaderas razones para que Gabriela y Leticia hayan traído a esa mujer a mi casa. Las escuché llegar bien temprano, luego de que llegara yo, ya sabes de dónde.
—Gabriela y Leticia me van a escuchar —el abogado se muestra furioso.
—Si no las mato yo antes —Carla hace silencio—. Pedro.
—Dime, cariño.
—Gracias por sobrellevar todos mis problemas.
—Lo haría una y mil veces más, cariño, sabes que, para mí, eres la hija que nunca tuve.
Carla cuelga y se dirige al baño, observa la imagen de ella que le muestra el espejo, no ha dormido nada y rastro de ello, se muestran reflejados en su cara. Ha llegado la hora de actuar y enfrentar a sus amigas, ellas deben estar peor, esperando su reacción. Hecha un poco de agua en la cara y sonríe maliciosamente, saber que Amanda está a varios metros de ella, es algo que la excita tanto, como arterias recorren su cuerpo.
Se quita la ropa que lleva puesta y se coloca un corto pijama trasparente que deja poco a la imaginación, está en su casa, no tiene por qué cambiar su rutina hogareña de cada mañana. Que se jodan las lesbianas que estarán a su alrededor, todo sea por su comodidad.
Al salir de la habitación la sorprende el silencio que gobierna en la casa. Camina como si estuviera sola, descalza, rasca su cabella y finge bostezar, sabe que desde algún lugar Gabriela la está observando. Al llegar a la sala se la encuentra en penumbras, no ha pasado un alma por ahí, frunce el entrecejo y su estómago avisa la necesidad que tiene de alimentos. Se dirige a la cocina y sonríe al ver la puerta de acceso a esta, cerrada, la abre sin pensar, pero en vez de sorprender, la sorprendida es ella. La señora Angela la mira asombrada, suelta el cuchillo que tenía en la mano, nerviosa.
El olor a comida invade las fosas nasales de la joven, haciéndola olvidar por el momento todo lo que tiene que arreglar con las personas que han invadido su casa, ahora entiende el por qué la puerta estaba cerrada, es para que el olor de los alimentos no se esparciera por el resto del departamento.
—Señora Angela.
Carla no dice nada más al ver los gestos nerviosos de la señora. Ella es una persona inteligente, sabe que, de estar madre e hija en su casa, algo malo debe de ver sucedido, porque de lo contrario duda que así sea. Observa varios segundos los alimentos que cocina y se relame los labios, deben estar deliciosos y eso no ayuda para nada al hambre que tiene.
—Carla, yo, perdón por ocupar tu cocina, Gabriela me dijo.
—Luego hablamos con calma, con el estómago vacío no puedo pensar con claridad, tengo mucha hambre.
La joven se dirige a la nevera y toma una jarra con sumo de naranja, vierte un poco en un vaso y se lo toma en pocos tragos.
La madre de la periodista la observa de pie a cabeza y recíprocamente, sonríe al ver el descaro de la joven, la poca escasez de ropa en el cuerpo de esta, es algo que podría llamarse vergonzoso, pero no para ella, que es de mente abierta, además, es una persona que se metió en su casa sin permiso.
—¿Qué le causa gracias? —Carla la mira contagiada y suspira aliviada a ver que la mujer se ha relajado un poco.
—¿Siempre eres así de natural? —Carla se encoge de hombros.
—Solo soy yo, ¿le molesta?
—No.
—¡Señora Angela! Buenos días —Gabriela entra a la cocina y la saluda como si la conociera de años. Carla levanta las cejas.
—¿A mí, no me saludas?
—Oh, por fin sales dormilona. Menos mal es sábado, porque si no, no veo manera de que sostengas la empresa con ese sueño tan largo tuyo.
—Tus comentarios sarcásticos, fuera de la casa, Gabriela.
—Tu casa —Gabi la empuja y quita de sus dedos la tostada que iba a comer.
—De muchos diría yo.
Carla observa a Angela y le guiña un ojo para que la señora se relaje. Gabriela se tensa.
—Necesitamos hablar —Gabriela habla y Carla la mira fijamente.
—Luego de que satisfaga mi estómago, quiero saber los motivos reales del por qué, Amanda Gutiérrez está en mi casa, cuando sabes bien.
La joven se traga las palabras, frente a la puerta de la cocina a aparecido la periodista. Ambas mujeres se observan, Amanda no se limita y recorre descaradamente el cuerpo semi vestido de la ojiverde con la mirada, recalcando en cada tatuaje que tiene a la vista, tan exuberantes que se siente incapaz de respirar con facilidad. Sabe que estar frente a Carla y no írsele arriba, es un desafío, uno de los más grandes que ha tenido. La joven es la tentación más grande que ha sentido, algo que le obliga a bajar las armas y sacar bandera blanca.
Carla da un paso hacia ella, cegada por el descontrol hormonal que ha causado el repaso que le ha hecho la ojiazul con la mirada, a su cuerpo. Amanda da un paso hacia atrás, tropieza con Leti, pero no se detiene al ver el avance de la joven empresaria hacia ella.
—Carla —Gabi la trata de detener, pero es en vano.
—Sh, nunca haría algo en contra de ella, solo me urge quitarme esta necesidad que tengo por tocarla —Carla mira a la madre de la periodista—. Yo sería incapaz de hacerle daño a su hija, señora Angela, no se preocupe.
Carla mira intensamente a Amanda y se acerca a ella, perdiéndose en su mirada. La periodista retrocede, la ojiverde sonríe victoriosa. Que pase lo que tenga que pasar, en lo que llega Pedro para resolver la situación.
ESTÁS LEYENDO
TATUAJES. (Editando).
RomantiekSu hermana Keila sufre un accidente tras el cual fallece en el hospital, ese mismo día una periodista famosa corre con la misma mala suerte, siendo la causante de la muerte de la joven y de su amada hija. Carla la hermana de la fallecida buscará v...