Capítulo 42 (1ra parte).

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—Espera —Amanda la detiene antes de que se marche.

—¿Qué quieres? —el tono de voz de la joven hace estremecer a la ojiazul.

—Quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí y por mi madre. Soy la causante de la muerte de tu hermana, debe ser difícil para ti, tener que verme por cada rincón de tu casa.

—Estás aquí por Gabriela. Si por mí fuera, no existieras.

Amanda la mira sin creer una palabra de lo que ha dicho, puede ver el enfado en su rostro. Se acerca a ella, pasa por su lado y pone seguro a la puerta.

—¿Te atreverías a matarme? —la periodista recorre el cuerpo de la chica con la mirada.

—No provoques —Carla frunce el ceño por el accionar extraño de la pelinegra.

Amanda la toma por la cintura y la atrae a ella, Carla se sorprende, pero no es capaz de detener su acción, las ganas de ser poseída por esas manos son más grande, no se puede permitir una negación. Los labios de la periodista sobre los suyos se muestran posesivos, demandan correspondencia y ella los complace, demasiados suaves y tentativos, puede ser capaz de lastimarlos si emplea un poco de fuerza, pero parece que eso a su dueña no le importa porque aumenta la presión y los movimientos se hacen más furiosos.

Las manos exploradoras y escurridizas de la ojiazul se escapan hacia la espalda de la joven y sin pensarlo mucho, tira de su pullover para dar directamente con su piel, sintiendo como se estremece con su tacto. Está mostrando una pasividad que la perturba, ella no es de llevar el control, solo es su cuerpo que demanda tener a la ojiverde encima suyo y sus actos salen inconscientemente. Carla separa sus bocas y la mira, Amanda no tiene tregua y la vuelve a besar, no quiere distracción, necesita con urgencia calmar el calor que sofoca su entrepierna. Sus lenguas húmedas y atrevidas se mezclan y acarician con determinación y erotismo, un lenguaje único capaz de despertar las sensaciones de placer más escondidas de un cuerpo, si este es dado con ganas, con furor, con entrega.

La empresaria voltea a la periodista y restriega su vientre en sus nalgas, provocando un jadeo en esta. Besa y muerde su cuello, lame esa parte sensible de su cuerpo y sonríe al no equivocarse, la pelinegra es capaz de tener un orgasmo si la continúa besando así. Ya no hay quien las detengas y esto lo confirma cuando una de las manos de Amanda toma la suya y la lleva hasta su entrepierna. Por encima de la ropa puede sentir la humedad y de momento ya no tiene control, necesita probarla, saborearla, hacerla gritar de placer. Presiona en donde tiene su mano y pega sus senos a la espalda de la ojiazul.

—Ah —Gime ahogado la pelinegra que se mueve entre sus manos, buscando más contacto.

Carla la voltea nuevamente y ataca su boca sin contemplación. Se deshace de la ligera blusa de tirantes que lleva puesta y la toca directamente. Días deseándola, soñándola.

—Me tienes loca por ti.

Susurra en su oído y apresa entres sus manos, sus bondadosas tetas. La piel de la mujer entregada que tiene bajo su dominio, se eriza y ella lo disfruta.

—No te detengas —pide Amanda que muerde sus labios para no gritar ante el placer que le causa la joven, al tocarla de esa manera tan caliente y deseosa.

Amanda retira con destreza el pullover de la empresaria, emparejando la situación, la observa y sus pupilas logran el máximo de dilatación. Su piel es perfecta, los tatuajes se le antojan, exquisitamente los recorre con la mirada y con sus dedos, dejando sus huellas marcadas en cada trazo perfecto sobre ese lienzo que va a devorar. Sus ojos se vuelven a encontrar, ninguna da el paso, sus cuerpos solos se acercan, convulsionando ante el roce, experimentando un placer jamás sentido, un calor extremo las recorre y las dos jadean. Se besan con ansiedad, buscando oxígeno en la humedad de sus besos, en la maestría de sus lenguas.

Carla deja vagar su boca por el cuello de su compañera y lame sus contornos, lo muerde, desesperada por tenerla ya, por hacerla suya. Desabotona el corto short que lleva puesto la periodista, el mismo que la ha torturado todo el día, mete una mano y entra directamente a su entrepierna, tropezando con el calor y la humedad de su sexo a través de la ropa interior.

—Que mojada estás —jadea sobre sus labios, Amanda cierra los ojos y gime como respuesta a las caricias de la joven por encima de su ropa.

Baja el short completamente junto a su ropa interior, dejándola totalmente desnuda. Sus ojos van hasta sus tetas, los pezones de un rosa oscuro le dan la bienvenida. Pasa la lengua por encima de estos a modo de saludo y luego succiona suavemente cada uno de ellos. Amanda empieza a moverse, exasperada.

—¿En qué momento te quitaste el sujetador?

Amanda la calla con un beso y luego empuja de ella hacia sus tetas nuevamente, otro punto sensible. ¿Cuántos orgasmos resistirá la periodista? Carla se separa uso centímetros y la mira completamente.

—Te voy a besar completa, voy a hacer que grites mi nombre por torturarme tanto con tu perfección, estas deliciosa y me voy a dar un banquete.

Amanda iba a hablar, pero los labios y lengua de la joven se lo impiden. La empuja con delicadeza hacia atrás y la hace caer en un sofá que ocupa un lugar en el despacho.

—Quítate el pantalón —pide la periodista con la respiración entrecortada y jadeando.

Carla obedece y retira toda la ropa que aún cubre su cuerpo. Se coloca encima de ella y une sus pieles. Sus bocas vuelven a la batalla de posesión. Las ganas aumentan, las manos se liberan y empiezan a explorar lugares desconocidos, sus cuerpos piden liberarse del torbellino de excitación que llevan por dentro.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora